¿Qué tiene de nuevo la denominada «Nueva Escuela Secundaria»?

Los cambios curriculares suelen ser procesos que responden a demandas sociales. Es necesario actualizar lo que se enseña en concordancia con los cambios que va haciendo el conocimiento y los avances de la sociedad. En este sentido, un cambio curricular debiera augurar un  progreso, señalar un camino de mejora. Ahora… ¿siempre es así?

Hay que comprender que cada cambio curricular implica algún movimiento en los docentes: cuando se producen modificaciones en las materias que se dictan o se crean nuevos campos de enseñanza hay que identificar y reasignar a los docentes que pueden estar a cargo de esos nuevos espacios o, lo que es aún más difícil, decidir qué pasa con los que su perfil se encuentra «desactualizado» para los requerimientos curriculares que se definen. En este último punto se generan los procesos de «reubicación» de docentes, de «capacitación» para nuevas funciones o se toman otras medidas que obviamente no resultan nada gratas para los actores implicados y que muchas veces ponen en juego sus derechos como trabajadores. Sobre este punto es donde los cambios curriculares encuentran sus aristas más críticas y difíciles de sortear. Claro que si se piensan nuevamente orientados hacia la mejora y pensando sobre todo en la mejor formación que podrán obtener los alumnos tiene sentido atraversarlos.

Paremos aquí entonces a pensar: como procesos altamente complejos, los cambios curriculares deben ser desarrollados con la más amplia participación de los actores implicados, atendiendo las diferentes perspectivas y puntos de vista y considerando que requieren tiempos de implementación planeados. Los responsables de llevarlos adelante son los Ministerios de Educación a través de sus funcionarios y especialistas, generando circuitos de consulta con la comunidad y reflejando la mayor cantidad de consensos posibles. Y aquí uds se preguntarán… ¿cuáles fueron los procesos de consulta, participación y consenso que se generaron para definir los últimos cambios en las escuelas secundarias argentinas? En este punto, cada uno deberá analizar si sucedieron en su jurisdicción y qué perfil adoptaron.

Por estos días se debate fuertemente cómo debería ser la nueva escuela secundaria en la Ciudad de Buenos Aires. Cabe señalar que se parte de una propuesta que fue aprobada por los ministros de todo el país en el Consejo Federal de Educación, que acordaron una estructura curricular compuesta por un ciclo básico de dos años común y orientaciones de tres años acotadas a un listado de posibilidades de títulos que quedaron en marco de dicho acuerdo. En términos de fragmentación del sistema y dispersión, es innegable que esta definición produce un avance en el esfuerzo por hacer coherentes las trayectorias de formación de los chicos de la escuela secundaria.

Vamos a intentar esbozar un poco mejor en qué consiste la propuesta. La escuela secundaria se ofertará dentro de las siguientes modalidades:

  • Educación Secundaria Orientada
  • Educación Secundaria Modalidad Técnico Profesional
  • Educación Secundaria Modalidad Artística
  • Educación Secundaria Modalidad de Educación Permanente de Jóvenes y Adultos

Existirá un Ciclo de Formación General cuyas materias serán comunes a todas las escuelas y formaciones, compuesta por las siguientes:

  • Lengua y Literatura
  • Formación Ética y Ciudadana
  • Matemática
  • Historia
  • Geografía
  • Biología
  • Física
  • Arte
  • Educación Física
  • Lengua Extranjera
  • Filosofía
  • Química
  • Psicología
  • Economía

Las materias de la Formación Específica irán cambiando de acuerdo a la especialidad elegida.

Las titulaciones que se emitirán serán:

  • Bachiller en Ciencias Sociales/Ciencias Sociales y Humanidades
  • Bachiller en Ciencias Naturales
  • Bachiller en Economía y Administración
  • Bachiller en Lenguas
  • Bachiller en Agrario/Agro y Ambiente
  • Bachiller en Turismo
  • Bachiller en Informática
  • Bachiller en Comunicación
  • Bachiller en Educación Física
  • Bachiller en Arte (con diferentes énfasis en: música, teatro, danza, artes visuales, diseño, artes audiovisuales, multimedia u otras)

Veamos ahora algunos de los puntos álgidos que se cuestionan de esta propuesta…

Los primeros movimientos se han dado respecto de las titulaciones y el rol de las escuelas especializadas con amplia trayectoria en el sistema como las escuelas técnicas y las «escuelas Normales». Como puede observarse, ninguna de las titulaciones será de «técnico» ya dicha denominación queda en el campo del nivel terciario. Pero por otro lado, puede verse que muchas de las especialidades históricas de ambos tipos de escuelas desaparecen, entre ellas los bachilleratos pedagógicos (antesalas de los profesorados de nivel terciario para estudiar las carreras docentes) y las propias de diferentes orientaciones de las escuelas técnicas vinculadas con la Electrónica, Construcciones, Química, etc. Se observan ahora titulaciones de tipo «global» por un lado (como las de Ciencias Naturales y Ciencias Sociales) conviviendo con otras muy específicas como la de Educación Física. Otras directamente no pueden verse reflejadas en este nuevo esquema de titulaciones y por ende de especializaciones.

Ya dentro de la propia estructura curricular, en los últimos días hemos visto cómo algunos medios reflejaron el malestar por decidir sacar la Historia de los últimos años de la escuela y yo misma he participado activamente en las críticas hacia la erradicación de la Informática dentro de las materias de la formación general (ver «La Informática Prohibida«) ya que me parece absurdo que luego de realizar la mayor dotación de equipamiento informático para escuelas y estar promoviendo que los alumnos de secundaria luego sigan estudiando carreras científicas y tecnológicas necesarias para el país estemos quitando a la Informática de la formación general en la currícula. Convengamos en que es al menos una enorme contradicción…

Estas son solamente algunas de consideraciones más críticas que se plantean para esta «nueva escuela secundaria». A mi entender, aún nos queda lo más profundo por responder: ¿qué cambia con esta estructura curricular?

Creo que lo central para observar es que se sigue manteniendo la misma estructura fragmentada de conocimientos de carácter disciplinar, que difiere tanto de las competencias que hoy se requieren tanto en la formación superior como por sobre todo en el mundo del trabajo. Las «especializaciones» llegan después de poder atravesar integraciones y articulaciones de áreas de conocimiento. Hoy los campos no son tan «puros» sino que requieren de necesarias intersecciones o «hibridizaciones» entre las que podemos señalar a modo de ejemplo dentro de las de mayor auge hoy la «Biotecnología». Las disciplinas ya nos se consideran separadas unas de otras sino necesariamente articuladas. El trabajo en equipo de los «especialistas» resulta una condición sine qua non para resolver los problemas que se presentan. Y en este contexto, «la nueva escuela» sale a reproducer las peores mañas curriculares de «la vieja escuela». Claro que es necesario analizar que esto sucede en gran parte por la presión de las «corporaciones» docentes que defienden su espacio curricular escindido sin proponer por ejemplo la articulación de equipos o «parejas pedagógicas» que pudieran lograr una mejor configuración de los campos del saber y la enseñanza. ¿Cómo es posible por ejemplo generar proyectos que interesen a los chicos trabajando un docente solo en el aula durante un tiempo acotado de la semana? Lo curricular cede así a presiones más del orden corporativo que a traccionar en favor de la mejor formación. Y por supuesto, siempre defenderé la condición de trabajadores de los docentes pero no en pos de la perpetuación «in eternum» en cada lugar sino del resguardo de los derechos como tales. Es muy difícil hoy opinar esto sin que algunos sectores lo utilicen para explicaciones reduccionistas y maniqueas que me parece que no caben dentro de un profundo debate curricular.

Otro tema pendiente en esta línea y que excede el plano de lo curricular pero que a su vez lo condiciona es a mi juicio la reformulación de la estructura organizacional de la escuela. Si seguimos sosteniendo los mismos espacios y tiempos que tiene desde hace siglos, es difícil que logremos una mejora real. El horario ya está de por sí hiperfragmentado, los docentes cuentan con escasos espacios para realizar trabajos conjuntos (a pesar de que la puesta en marcha de la medida de «profesores por cargo» implica un gran progreso) y así las iniciativas innovadoras caen en la posibilidad de perpetuarse por la mera voluntad de los docentes que las quieren o pueden sostener dentro de una organización arcaica que les juega en contra. La fragmentación de espacios, tiempos y disciplinas atenta en contra del interés de los alumnos y el desarrollo de proyectos didácticos significativos.

Sé que estoy entrando otra vez en un terreno más que polémico y que puede incluso generar malestar en algunos colegas. Pero cuando me propuse generar este espacio fue para que podamos pensar la escuela de verdad entre todos: para opinar, discutir, generar debate. Creo que falta mucha discusión aún por recorrer y que no estuvieron presentes todos los actores que era necesario convocar para definir un cambio curricular. Sin embargo, pienso que todavía estamos a tiempo. Aprobar un acuerdo federal no puede ser un «corsé» ni una excusa para cercenar las posibilidades de seguir pensando. Una cosa es un marco, otra es algo que nos encasilla y limita para seguir analizando las mejores decisiones que se pueden tomar para mejorar la escuela.

Los cambios curriculares son oportunidades maravillosas de repensar la educación. Tal como en otras de mis entradas, creo que este tema amerita aún unas cuántas columnas más que se irán sumando a Pensar la Escuela. Me gustaría también escuchar la voz de los padres y los alumnos de secundaria, que bastante poco han sido convocados a expresar sus puntos de vista en este proceso.

Definitivamente esta línea temática de entradas en este blog recién empieza…

9 comentarios

  1. Y hay un tema muy sutil que prácticamente pasó de forma invisible: la pérdida de la materia Educación para la Salud. Simplemente, deja de existir. Y no es lo mismo que tenga un espacio curricular a término, en el cual la o el docente tendrán de forma permanente una situación laboral precaria, dándole de baja a fin de año y subiéndo nuevamente en marzo, para con suerte cobrar esas horas en junio. Pero ese es un tema monetario que no es la cuestión clave: el tema de fondo es que esa materia comprende contenidos muy significativos para la vida de los alumnos; aprender a ser autonómos, a gestionar sus riesgos, crear hábitos saludables y aprender para evitar infecciones, lesiones y adicciones, entre otros temas que se tratan en esa materia. Y no, biología no es la materia a la que se le pueden meter esos contenidos, por una simple cuestión: biología es la única materia relacionada con las ciencias naturales en el ciclo básico que suplantará al actual, y tiene una doble función: enseñar como funciona la ciencia, como se piensa de forma científica y gestionar el escepticismo para, a partir de la duda, generar conocimiento a través de los procesos científicos de investigación. Motivo más que suficiente para no endilgarle al docente contenidos de Salud que reducirían los de Biología, formando un híbrido que no logra nada… Pero, es evidente que a estas autoridades no les importa la Salud de sus jóvenes y niños, algo que la provincia mantuvo como asignatura…

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  2. Educación Sexual Integral la plantean como «transversal», todos los docentes deberían enseñarla… No les suena a lo mismo que plantean sobre la Informática?
    La transversalidad hace que nadie se haga cargo de que se dicten los contenidos…

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  3. «Como puede observarse, ninguna de las titulaciones será de “técnico” ya dicha denominación queda en el campo del nivel terciario». Esto tambièn es muy importante en cuanto a que se reducen drásticamente las posibilidades de inserción laboral como mano de obra calificada (técnico) a los graduados de este ciclo, ya que no tendrán las competencias. No se contempla las necesidades económicas de una mayoría que históricamente no sigue en terciarios ni en facultades y que pasaran por una escolaridad de 12 años que no le abre ningún campo laboral, como si todos pudieran acceder a la Universidad. Desde ese punto de vista la propuesta es excluyente y generará mayor deserción y marginalidad.

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