Violencia en la escuela: ¿inclusión a cualquier precio?

Hace pocos días se vivió una situación en la puerta de una escuela de Caballito que puso nuevamente sobre el tapete cómo se aborda el tratamiento de la violencia en la escuela. En este caso, se trató de una reacción violenta de unos padres sobre otro padre de un chico a quien se lo acusaba de «bullying» y agresiones diversas. Aquí en esta noticia de Infobae se presenta un resumen de lo sucedido: http://bit.ly/1hqD8zA

Me parece que amerita pensar muchas cosas que siguen dando vueltas en las escuelas en torno a esta problemática, y las acciones u omisiones que se generan por parte de los equipos de gestión para abordar adecuadamente este tema.

Debo decir que este tema me toca en primera persona, ya que como familia vivimos hace unos años una situación de agresión y violencia en una escuela pública a la que asistían mis hijos, a donde se pudo observar con claridad la cadena de desaciertos e inacciones en torno al tema de la violencia.

Por lo general, la escuela interviene tardíamente sobre estos problemas porque en la mayoría de los casos espera bajo la fantasía de que el problema se irá diluyendo solo o que con suerte algo «mágico» neutralizará la reacción violenta de los agresores. En nuestro caso, veníamos comunicando sistemáticamente a la docente y al equipo de conducción acerca de las agresiones que sufrían nuestros hijos por parte de uno de sus compañeros, ante lo cual solo recibíamos relatos de que este fenómeno era extendido a otros, incluso a la propia maestra del grado, por lo que la directora de ese momento juzgaba la situación como algo «que no era personal»y por lo tanto no ameritaba intervención alguna. Esta valoración la llevaba a buscar todo tipo de excusas para no actuar: «la familia es así, qué podemos pretender del chico», «ya intentamos hablarles pero no escuchan», etc., etc., etc. La agresión y el riesgo crecían inversamente proporcionales a los niveles de intervención desde la escuela y el Equipo de Orientación Escolar. Mientras, en un marco del «no te metás», el resto de los padres optaban por un silencio cuasi cómplice mezclado con el miedo de convertirse en el blanco de las agresiones. Y por supuesto los chicos hacían lo propio… Claro que en un momento esta bomba de tiempo estaba destinada a estallar.

Siempre dentro de los valores que sostenemos acerca de la importancia de dialogar, decidimos un día acercarnos a hablar con la madre del chico agresor a la entrada de la escuela, con la intención de comentarle lo que estaba pasando. Al hacerlo la madre reaccionó violentamente con golpes de puño, generándonos una serie de lesiones. Para hacerla breve, solo voy a contarles que tuvimos que terminar iniciando un juicio penal a la madre agresora, debido a que la escuela se negaba absolutamente a intervenir de manera alguna sobre lo sucedido así como toda la cadena de responsables «hacia arriba» del Ministerio de Educación que «cajoneaban» las notas y pedidos de intervención. Durante todo este proceso intentaron poner a todos al mismo nivel a la agresora y los agredidos (igual que lo hacen con los chicos cuando posicionan a los agredidos en un lugar de «algo habrán hecho») e hicieron todo lo posible por mantenerse al margen, a pesar de que los hechos habían sido en el patio de la misma escuela, ni siquiera en la puerta como en el caso actual. Es decir que terminamos forzados a resolver en la Justicia lo que no se resolvió dentro de la escuela a pesar de haber sucedido dentro de ella. De más está decir que los excluidos de la escuela fuimos nosotros, que debimos irnos de ella ante el riesgo potencial que vivíamos cotidianamente.

Ahora bien: veamos el caso actual de Caballito. ¿Cómo llegaron estos padres a esta reacción de violencia hacia otro?. No puedo evitar recordar la enorme impotencia que da estar permanentemente pidiéndole intervención a la escuela y a los responsables del sistema para encontrar del otro lado solamente artilugios que intentan «patear» el problema y deslindar responsabilidades. Por supuesto quiero dejar bien claro que no justifico de manera alguna la reacción de los padres que salieron a agredir, pero claramente la comprendo y la he sentido. Cuando mandás a tus hijos todos los días a la escuela y al dejarlos sentís que están en riesgo permanente; cuando agotás todas las vías de diálogo posibles; cuando seguís las intrincadas vías burocráticas «del sistema» y no obtenés ninguna solución viable; cuando ya no sabés con quién hablar… así nacen estas situaciones. Y lamentablemente tenemos que decir que son mucho más frecuentes de lo que uno quisiera. Desconozco si en la escuelita de Caballito se agotaron las instancias de diálogo, pero estas reacciones suelen aparecer cuando esto sucede.

Nadie puede querer que se excluya a un niño por «discriminarlo» como dice esta nota periodística. Hay que entender que también se excluye de la escuela a todos los que concurren con miedo, que no pueden aprender porque ponen sus energías en cuidarse y protegerse todo el día esperando el golpe que no saben cuándo va a venir. La inclusión tiene su precio: incluir no es «dejar que se lo aguanten» porque todos tienen que estar dentro de la escuela. Incluir es actuar oportunamente, prevenir y trabajar intensamente sobre los problemas sin esperar que estallen como hoy vemos en esta nota o como nos sucedió a nosotros en la experiencia que relaté.

Es hora de desenmascarar esos clichés políticamente correctos de que la escuela es para todos y que por ello los padres deciden si quieren mandar a los chicos a la escuela en los términos que sean, a cuenta y riesgo de lo que pase. No juguemos a ser inclusivos cuando en realidad somos expulsivos de las familias que no pueden sostenerse dentro de esa carga cotidiana de violencia ni de un contexto a donde sobrevive el que puede. Eso no es inclusión: eso es dejar a la escuela a la deriva. Pero… ¿quiénes deberían intervenir y no lo hacen? ¿Quiénes son los responsables de dotar de equipos de trabajo; herramientas legales; orientación y capacitación docente ante la violencia; asistencia a los equipos de conducción?

Puedo compartir interesantísimos análisis conceptuales de colegas y amigos que opinan sobre la violencia en las escuelas: sus cuestionamientos a hablar de «bullying» en vez de acoso; a decir que la violencia no es «escolar»; a plantear que las sanciones solas no sirven; etc. Sin embargo con analizar solamente no alcanza: faltan estrategias de acción y como reza la famosa frase «mejor que decir es hacer». No hay tiempo para debates e interpretaciones: es tiempo de tomar decisiones y ponerse a trabajar de verdad dejando de negar lo que es un secreto a voces.

Merece un párrafo especial el rol de docentes y directivos, que muchas veces por temor o instinto de «autoprotección» no solo dejan de involucrarse sino que además relativizan la agresión que observan y niegan el sufrimiento de quienes la padecen.

En cuanto a los funcionarios, hacer análisis de estos problemas desde el escritorio claramente no ayuda. Es imprescindible ir a las escuelas y vivir en ellas el día a día. Hay que apoyar a los equipos de conducción y docentes con acciones reales. Y dejar de expresar que esto es solamente un «qué mal que están los padres que reaccionan así». Dejemos de justificar lo injustificable en nombre de una inclusión que claramente no es tal. Los chicos necesitan ser resguardados, guiados y acompañados: agresores y agredidos. Y muchas veces las medidas que hay que tomar no son simpáticas pero sí necesarias para poder garantizar la convivencia, aunque eso implique determinar que en un caso particular esa escuela no es para ese chico o esa familia o viceversa. Pero esto no debería suceder cuando muchos fueron empujados a irse por las circunstancias, porque sino «llegaríamos siempre tarde donde nunca pasa nada».

Hay mucho por trabajar. Espero que esta vez se empiece a hacer en serio.

9 comentarios

  1. Concuerdo en lo que decis! es increíble cómo no hay planes reales de inclusión donde se hagan apuestas fuertes por revertir el tema de la violencia en las escuelas. Y cuando digo fuertes no me refiero a aplicar la vara sino a dejar por una vez por todas las trabas burocráticas y que se pongan en escena verdaderos trabajos en equipo para capacitar a docentes y autoridades en el tema y donde se lleven a cabo verdaderos planes de convivencia social sana aunque eso signifique dejar de lado los ya obsoletos «contenidos» académicos.
    No quiero ser pesimista pero la escuela está tan desbordada que esto va para peor, no puede ser que docentes que no pueden intervenir (muchas veces no es que no quieren sino que saben que se meten en chalecos de once varas si lo hacen) terminen por hacer vista gorda a los problemas y de ahí para arriba y más con aulas totalmente sobre pobladas.
    Todo esto es lo que te hace pensar seriamente que el bienestar de los niños es una verdadera falacia, es otro relato de ficción lamentablemente. En lo personal me ha tocado que la psicóloga del colegio nos pida por favor que tengamos cuidado cuando intentamos acercarnos a los chicos y hablar y saber qué les pasa cuando no quieren trabajar o estar desmotivados porque eso podía provocar un estallido emocional que no eramos capaces de manejar; entonces me quedé pensando que si bien es cierto qué podíamos hacer?? no dialogar con los chicos?, ignorar que había posibles problemas que incidían en el desempeño y comportamiento?, y sobre todo, para qué había entonces psicóloga en la escuela si ella misma nos iba a decir que NO intentemos indagar en las circunstancias emocionales o personales de los chicos!!?? de terror realmente.

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    • Pabela, me encantaron tus comentarios para seguir pensando…
      Yo creo que los docentes hemos llegado a niveles de burocratización de nuestras prácticas que a veces rayan con el delirio y ahí viene el «hacer la vista gorda». Ninguno de nosotros eligió la carrera para ser un burócrata y seguir los reglamentos nada más, o entonces equivocamos el camino. Y te doy un ejemplo concreto: en un jardín de infantes público un chico muy pequeño se hizo pis encima. Las maestras decidieron, a pesar de contar con mudas de ropa, llamar a los padres para que concurrieran a cambiarlo, pero ambos padres trabajaban y no podían ir hasta la hora de salida. Las maestras, amparadas por el equipo de conducción, decidieron no cambiarlo por miedo a las posibles denuncias por abuso a las que les temen como parte del imaginario cotidiano de «padres enemigos» que tienen. El chico pasó llorando en el baño toda la mañana, escondido y humillado. Entonces… ¿de qué estamos hablando?
      Tu ejemplo sobre la psicóloga de la escuela es clarísimo!!!!! Pero qué decisión tomaron? dejaron de comunicarse con los chicos? Aquí viene el tema de la autonomía docente, de la construcción del criterio de intervención. Uno puede toparse como muchos padres «locos», «desconfiados» o exagerados, pero cuando se construye un vínculo de confianza y respeto con las familias aunque te salte un loco acusándote de algo que fabuló el resto del grupo neutralizará esa reacción sosteniendo el accionar docente.
      Me parece que la clave es el compromiso equilibrado con un grado adecuado de desapego que te permita ver las cosas con una distancia óptima, pero que esa distancia no sea tan grande que te haga quedarte inactivo, no?
      Te agradezco muchísimo tu comentario!
      Un afectuoso saludo,
      Débora

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  2. Mi hijo està de quinto grado siendo agredido por un chico del colegio.
    Ayer acabamos en ambulancia en la emergencia pediàtrica del hospital Pirovano porque el niño mordiò en la clase de inglés a tres compañeros. La doctora que lo atendiò nos informò que por la mordida quele dio el alumno agresor mi hijo podrìa haber contraìdo VIH o hepatitis C, ambas enfermedades que se transmiten por la saliva si hay heridas. Tengo un postgrado en educaciòn y haré lo que sea necesario para que este niño especial reciba atenciòn especial segùn el reglamento queregula la educaciòn privada en CABA que establece derivar a instituciones especiales a niños con conductas peligrosas. Cualquier informaciòn, consejo o experiencia porfavor compartirla conmigo.
    Muchas gracias

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    • Hola Beatriz, gracias por tu claridad en el relato. Hay mucho que pensar en lo que comentaste…
      En principio, suele suceder que las escuelas privadas se desentiendan lo máximo posible de los problemas que se plantean, porque reconocerlos «ahuyenta» a los potenciales «clientes». Esto va generando situaciones que se incrementan progresivamente y sobre las que muchas veces no hay intervención oportuna.
      La pregunta es cuál es la intervención adecuada para lo que relatás. Porque evidentemente ya se ha llegado a un punto en donde urge tomar acciones, que en principio habría que ver si son las de sacar de la escuela a aquellos chicos considerados con «conductas peligrosas», porque tenemos muchas cuestiones atribuibles a chicos que simplemente necesitan claridad en los límites, intervención real de los adultos y un sistema que diferencie contundentemente lo que se puede y lo que no se puede. Cuando ya se han agotado todas estas estrategias, ahí se puede hablar de otras medidas. Y en ellas deben involucrarse el equipo de conducción y los organismos de supervisión, como la Supervisión de Enseñanza Privada en este caso. Las instituciones deben responder a estas situaciones.
      ¿Hubo acción de equipos especializados? ¿Hubo intervención real de la escuela? ¿Hay un registro escrito de las acciones realizadas? Y recalco por escrito porque en las instituciones «a las palabras se las lleva el viento».
      Las instituciones de educación especial tienen diferentes perfiles, muchos de ellos poco claros. ¿Es necesario derivar a instituciones de educación especial a chicos agresivos? ¿A qué le llamamos inclusión? ¿Cuál es el límite en el grado de agresión que se debe tolerar en una escuela? Siempre tiendo a preguntar si antes de llegar a esto que sucedió, la escuela intervino como debió hacerlo.
      Por último Beatriz, pienso en lo principal aquí que es tu hijo. ¿Cómo logramos fortalecer y preparar a nuestros hijos para estas situaciones, sobre todo cuando les enseñamos a respetar, a valorar, a tratarse bien, etc? Es muy difícil para los padres cambiar el discurso de «las cosas se resuelven conversando» a «defendete como puedas si te hacen algo». Nuestros propios valores son interpelados de manera permanente y es bueno intercambiar ideas y propuestas entre nosotros acerca de qué podríamos hacer en estos casos. Porque la percepción del peligro de los chicos es diferente a la nuestra y uno no sabe muy bien hasta dónde advertir y hasta dónde no frenarse porque los asustamos de más. Es una zona gris…
      Espero que hayan servido de algo estas reflexiones, cualquier duda quedo a tu disposición. Te deseo una pronta resolución, que por sobre todas las cosas haga que tu hijo pueda transitar su escolaridad sin estas sensaciones de zozobra.
      Un afectuoso saludo,
      Débora

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      • Estimada Débora: Muchísimas gracias por tu esclarecedora y detallada respuesta. Muchas veces los casos prácticos pueden dar luz a otros padres y docentes preocupados.
        Como el alumno agresor tuvo anteriormente problemas con otros chicos por sus comportamientos nos reuniremos con otros padres para redactar una carta y pedir una intervenciòn a la Supervisiòn escolar. (como muy bien me aconsejás por escrito es mejor) Te tendré al tanto del desenlace de todo este proceso que nos obliga a tomar medidas y exigir respuestas urgentes de quienes tienen a su cargo la educaciòn escolar de nuestros hijos.
        Un abrazo,
        Beatriz

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      • Beatriz, un solo agregado: no olvidarse que antes de llegar a Supervisión tiene que haber acciones claras por parte de la escuela. Si eso ya sucedió, ahí sí se eleva a supervisión detallando las intervenciones realizadas. Sino hay que reclamar primero a la escuela que dé cuenta de su intervención sobre el problema.
        Mucha suerte y esperamos tus próximos comentarios!
        Débora

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  3. Que bueno que la sociedad le reclame a la escuela! Que bueno que los padres y las madres pidan que se intervenga y se piensen formas de intervenir!
    Quiero dejar una serie de reflexiones que creo no pueden faltar para pensar estos aportes:
    ¿La violencia está en todas partes o sólo en la escuela? ¿Nuestra sociedad es inclusiva?. Si te parece que la violencia está generalizada y que ya se ha impuesto como algo cotidiano y que nuestra sociedad NO es inclusiva, ¿Porqué esperar que la escuela sea inclusiva y no violenta?
    Está claro que los chicos no deben ser expulsados, la mayoria de como dicen «esos que deberían ser expulsados» seguramente vengan de lugares donde la violencia y el acoso estan mas a flor de piel que en otros lados.
    Podemos responsabilizar a esos chicos? Sólo la escuela puede intervenir en esta situación y hacer algo?
    Señoras y señores, de esta salimos todos juntos como sociedad o vamos a terminar jodidos TODOS.

    Ya que estamos en tema , y sin hacer pólitica ya que no me dedico a eso, sería bueno saber que propone cada candidato y como se movieron el presupuesto en EDUCACIÓN en VIVIENDA y en SALUD si para arriba o para abajo?
    No todo está en manos de la escuela…
    Saludos.
    Alberto.

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