Cambia el conocimiento, pero la escuela no cambia

Solemos preguntarnos por dónde empezar a mejorar la escuela. Se ponen altas expectativas en los cambios curriculares, pensando que al cambiar los contenidos se produce inmediatamente una mejora. Pero a medida que pasa el tiempo lo que se observa es que un mero cambio curricular, cuando el conocimiento cambia todo el tiempo, no puede ser la clave de la mejora.

El acceso inmediato a enormes volúmenes de información propio de esta época, ha dejado en jaque a una escuela esmerada en transmitir cantidad de temas y siempre preocupada por correr intentando llegar a «dar todo» en vez de tratar de enseñar a pensar sobre tanta información. Estamos aquí ante una punta del ovillo: currículas menos cargadas de contenidos y mayor preocupación puesta sobre la comprensión profunda y en enseñar a discernir la calidad y confiabilidad de fuentes así como a producir conocimiento a partir de tanta información.

¿Cómo lograremos hacer todo esto en la escuela? Quisiera compartir aquí algunas de mis ideas, y proponerles empezar a construir juntos muchas otras.

  • Abandonar la preocupación por correr detrás del «cumplimiento de los contenidos»: cuando se enseña es necesario tomar decisiones. En términos curriculares, es posible optar por «dar todo» superficialmente o seleccionar ejes de contenidos claves para abordar en profundidad. Es necesario que los docentes hagamos un proceso de selección curricular y que adaptemos la selección a las características reales de aprendizaje de cada grupo. No se puede dar todo ni darlo siempre igual.
  • Enseñar diversas perspectivas y puntos de vista acerca de un mismo tema: acercar y confrontar fuentes, dejar de presentar los conceptos como si fueran verdades absolutas o dogmas, es necesario para poder provocar un pensamiento orientado a la comprensión.
  • Dotar de sentido a lo que se aprende: la comprensión es el primer paso necesario, pero no alcanza. Debe acompañarse de un sentido que les permita transferir a otros contextos lo que fue aprendido.
  • Promover un debate permanente, buscando siempre argumentos y formas de explicación que amplíen el campo de conocimiento en vez de restringirlo. Cuando se presentan los contenidos como si fueran abordables de una sola manera posible, se cercenan las posibilidades de seguir investigando, explorando y pensando.
  • No descalificar ni subestimar las ideas de los chicos: capitalizar sus hipótesis, sus opiniones, etc. pero por sobre todas las cosas tomar su interés como motor para seguir aprendiendo. A veces la lógica y la creatividad de los chicos va por caminos impredecibles. Si abrimos el espacio para conocerla seguramente tengamos chance de entenderla y enriquecerla. Pero cuando abortamos sus pensamientos ya no hay chance.
  • Poner más énfasis en alentar sus motivaciones que en corregir sus errores: la extensa tradición escolar al servicio de la evaluación lleva a utilizar más estrategias y tiempo en marcar lo que está mal que en potenciar y alentar lo que inspira a continuar aprendiendo.
  • Convertir el aula en un «laboratorio permanente» de experiencias de aprendizaje: la planificación del docente es solo una hipótesis de trabajo que debería poder modificarse y reajustarse en función de lo que cada grupo nos trae en el día a día. Esto implica muchas veces estar dispuesto a «dar un volantazo» sobre lo pensado,  dando lugar a lo realmente valioso para construir conocimiento.
  • Trabajar más con preguntas que con afirmaciones: no hay respuestas certeras para todo. Pero aunque las tuviéramos, si somos los docentes quienes las damos… ¿cuál sería la gracia de salir a buscarlas? Es como cuando se cuenta el final de una película al inicio de ella…
  • Recuperar el afecto, los factores emocionales que inciden en el aprendizaje. En nombre de la tradición académica y los temores por potenciales acusaciones o sospechas de relaciones «no deseadas», se ha generado una distancia en el vínculo entre docentes y chicos que afecta fuertemente la posibilidad de aprender mejor.
  • Dejar de responsabilizar a «el afuera» de todos los problemas de la educación y de los chicos. Es en la escuela en donde debemos resolver los problemas inherentes al aprendizaje escolar. Por supuesto que todo lo que sucede en el contexto condiciona, influye, limita y presiona. Pero no hay un «determinismo del contexto» sobre el aprendizaje escolar. Existen estrategias que ayudan a mejorar las posibilidades y otras que obstaculizan.
  • Utilizar la tecnología como puerta de entrada y motivación para el acceso a la información, pero no quedarnos ahí con ella. Suele decirse que hoy lo único que les interesa a los chicos en la tecnología, que les insume gran cantidad de tiempo de sus vidas y que ese tiempo resulta inútil para el aprendizaje. Sin embargo, usarla a favor de un aprendizaje más significativo para los chicos sin duda puede resultar un gran aporte para que tengan más ganas de aprender. Claro que no alcanza con esa aproximación a la tecnología, pero sin dudas suma para mejorar.

Releo los puntos y me doy cuenta que podría escribir muchísimos más. Pero también veo que no parece difícil trabajar en la escuela teniendo cuenta estas cuestiones. ¿O si?

Se me ocurre que podemos armar un documento colaborativo en donde cada uno ponga sus ideas a modo de «granito de arena», que nos ayude a maestros y padres a pensar qué cosas al alcance de nuestras manos podemos cambiar y mejorar de la escuela. ¿Se animan a sumar ideas?

Los espero clickeando aquí:

https://docs.google.com/document/d/16VXvIHA2eAlA0BQKjdXIQkFadvdyMDNj98-3qGa5XfU/edit

Gracias por sumar!

 

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