La escuela que yo quiero (soñar no cuesta nada…)

Hace unos años leí un artículo maravilloso de Guillermina Tiramonti: ¿Qué tienen de bueno las buenas escuelas?. Si bien recoge reflexiones y datos sobre la investigación realizada en «escuelas de élite», me parece que representa de algún modo el imaginario de muchos padres de determinado sector social, acerca de lo que deberíamos esperar de una buena escuela. Vale la pena leerlo…

Lo menciono porque siempre al iniciar la segunda parte del año comienzan los tiempos de balances y análisis de las familias, que muchas veces devienen en la decisión de cambiar de escuela a los chicos. En lo personal, a partir de agosto suelo recibir llamados y mails de gente conocida pidiéndome recomendaciones sobre determinadas escuelas, tarea que suele resultarme sumamente difícil.

Como mucho saben, hasta existen servicios pagos de consultoría a familias para ayudarlos en la búsqueda de escuelas para sus hijos. Lo mío por supuesto es mucho más informal, pero suelo tomármelo con responsabilidad porque toda opinión que uno emite acerca de la escuela es decodificada por el otro de acuerdo a sus necesidades, posibilidades y parámetros. No me canso de afirmar que no hay buenas o malas escuelas en general, sino que depende de lo que cada familia busque. A pesar de ello, existe el «prestigio social» sobre determinadas instituciones, ganado muchas veces en otra época y contexto pero que sobrevive en el imaginario más allá de cualquier testimonio o experiencia actual que lo refute.

Por todo esto, me cuesta afirmar qué es una «buena escuela» más allá de la que puedo pensar para mí, para mis hijos. Y así y todo he aprendido que muchas veces las escuelas están muy lejos de las expectativas de los padres, lo que no las hace malas, pero sí un poco «decepcionantes».

Lo que me siento en condiciones de afirmar con cierta contundencia es que aún no conozco la escuela que reúna lo que yo considero como los principios más elementales de una buena enseñanza. Suena dura esta expresión, pero creo que después de 27 años de transitar instituciones como docente y 16 como madre me dan al menos cantidad y calidad de información empírica para avalar lo que sostengo.

Hasta hace no mucho tiempo debo confesar que tenía miedo a las «represalias» sobre mis hijos que podrían sufrir en sus escuelas por la expresión de mi pensamiento (que lo hemos vivido). A esta altura de mi carrera he dejado de temerle a esta situación, porque creo que justamente una de las características que debe tener una buena escuela es la capacidad de soportar críticas constructivas o al menos miradas disonantes y tomarlas para pensar en qué mejorar. Y las instituciones que no sean capaces de tomarlo de este modo o que crean que hablo de ellas como madre y no en general de todas como pedagoga con muchos años en el sistema, será que no han desarrollado aún la capacidad de aceptar nuevos desafíos.

Ahora al grano… ¿Cómo me imagino la escuela que quiero? Intentaré sintetizar los principales puntos que tendría que tener.

  • Enseñar en base el interés y la necesidad de los chicos: la selección de emergentes grupales que permitan viabilizar la enseñanza de contenidos curriculares a través de ellos.

  • La interdisciplina y por ende la articulación entre espacios curriculares como forma de trabajo permanente.

  • El trabajo planificado por proyectos, que favorece la participación y la motivación de los estudiantes, a diferencia de la enseñanza fragmentada en unidades didácticas lineales y sin relación entre sí.

  • El trabajo colaborativo entre docentes: romper con las «quintitas», diseñar e implementar juntos la enseñanza.

  • El uso cotidiano de la tecnología en el aula, como estrategia, como contenidos y como recurso didáctico; que permita capitalizar las destrezas y saberes que los chicos adquieren afuera de la escuelas en ámbitos no formales. La tecnología debería ser también utilizada para la comunicación institucional.

  • Un fuerte trabajo de enseñanza de valores: el respeto por el otro, la colaboración, la solidaridad, el ponerse en el lugar del otro, etc.

  • La enseñanza de estrategias de estudio: los chicos no «saben genéticamente» cómo estudiar.

  • Enseñar a investigar y utilizar esta estrategia como forma permanente de abordaje de contenidos de manera autónoma pero guiada, potenciada por el intercambio entre pares. No se trata de «respondé este cuestionario» o «investiguen en su casa» sino de un trabajo sistemático de planteo de hipótesis de los chicos y su registro; búsqueda, selección y organización de información; confrontación de ideas y fuentes; planteo de nuevos problemas para analizar y no siempre resolver.

  • Tener acceso permanente a Internet y enseñar cómo buscar, analizar y validar la información que hay disponible en ella.

  • Permitir a los chicos elegir sus propios libros, sugerirles nuevos de acuerdo a sus gustos, facilitarles el acceso a ellos en formato papel o digital. Pero no más imponerles «lecturas comunes» que luego se ven destrozadas con preguntas acerca de quién es el personaje principal, cuál es el nudo de la historia, etc.

  • Motivar a escribir con cualquier excusa que enganche a los chicos! Darle un lugar de privilegio a la lectura y escritura por placer.

  • El cambio radical del sistema de evaluación: la abolición de los exámenes como forma habitual de evaluación. La implementación de sistemas de evaluación alternativa centradas en la convergencia entre la mirada del docente, la co-evaluación y la autoevaluación. Una evaluación centrada en la mejora del aprendizaje tanto de los alumnos como de los docentes.

  • La desburocratización absoluta de la tarea docente: gran parte de los obstáculos para el cambio radican en la excusa del cumplimiento de requerimientos burocráticos.

  • La participación de la escuela en la comunidad, sin entender como ello «que los padres vengan a hacer una actividad» sino que la escuela se involucre realmente en la comunidad a la que pertenece, generando compromisos barriales, con las familias, con su entorno.

  • La recuperación del lugar de autoridad pedagógica y referente afectivo del docente.

– El buen uso del tiempo escolar que permita dejar de «correr»detrás de cantidades de contenidos inútiles y mal enseñados para pasar a un esquema de selección y profundización curricular bien fundamentado por el equipo docente.

  • El respeto por la infancia, por las necesidades de niños y jóvenes: la centralidad del juego como derecho de los niños (ya no se juega en las instituciones educativas!!!!); el buen trato cotidiano a los menores y el acompañamiento y la contención en los innumerables problemas que se les presentan, a donde muchas veces no cuentan con su familia.

  • La consideración y el respeto por los padres, por su vida, por su cultura, por su trabajo, por su tiempo. Dejar de pensar que son los padres quienes tienen que hacer de nuevo la escuela con sus hijos y permitir que ellos se ocupen de la educación en sus propios valores.

  • En permanente puente entre la escuela y «el afuera»: romper la burbuja, dejar que la realidad entre a la escuela todos los días con los chicos.

  • Promover de manera concreta y activa la libertad de pensamiento, de expresión, el desarrollo del sentido crítico en un marco de respeto; pero dejando de tener ese preconcepto acerca de que los chicos «no pueden hablar de ciertas cosas» en la escuela.

  • Generar vínculos de confianza con las familias, basadas en un pacto genuino que permita trabajar juntos y dejar de ver a «padres», «docentes» y «alumnos» como grupos enfrentados.

  • Romper con la estructura de tiempos y espacios tradicionales: desarrollar proyectos que involucren diferentes grupos en tiempos acordados; aprender con otros en el mundo a través de lo que ofrece hoy Internet, no restringirnos a las «horas» clásicas.

  • Dar voz a los niños y jóvenes: generar espacios permanentes de expresión por diferentes medios, utilizar el arte como medio, proponer situaciones para observar y escuchar el pensamiento de los chicos.

  • Resolver la enseñanza escolarizada en el tiempo en que están dentro de la institución y dejar de pretender que lo hagan fuera de la escuela: abolir la tarea en la casa para que los chicos puedan jugar y crear.

  • La creación y sostenimiento de espacios sistemáticos y reconocidos para los docentes que permitan afrontar las tareas de diseño y preparación de clases y el intercambio de ideas pedagógicas con los pares. El cambio de las condiciones de trabajo docente resulta básico y fundamental para lograr una escuela así.

No dejo de sorprenderme cuando encuentro a padres que reclaman más y más tarea en casa, más horas en la escuela, represión, disciplinamiento, control abusivo. Y me sorprende más aún cómo las escuelas se toman de esto para ejercer un poder que aplasta toda forma de pensamiento libre.

La escuela debería ser un espacio de construcción de conocimiento, desarrollo de pensamiento crítico y reflexivo y creación. En vez de eso es un lugar lleno de rutinas y rituales, muchos de ellos sin siquiera sentido para los chicos. Estamos lejos, muy lejos, de esta escuela ideal. Lo que me pregunto cada día es por qué? ¿Qué deberíamos hacer para lograr tener una escuela así? ¿Es tan difícil? ¿Tanta sed de control y autoritarismo hay que impide que demos marcha a una escuela de este tipo?

Estoy convencida que solamente se trata de tomar la decisión: docentes y padres juntos, empezar a hacer la escuela un lugar a donde los chicos de verdad puedan aprender con ganas, quieran ir! Pero arranquemos YA, porque sino no nosotros no vamos a llegar a ver el cambio real de la escuela… ¿Qué es lo que estamos esperando para empezarlo? Como diría Kevin Johansen… «soñar no cuesta nada«!

 

11 comentarios

  1. Débora!!! no puedo estar más de acuerdo! en todo y cada uno de los puntos! qué escuela más fantástica tendríamos! y estoy segura que los chicos amarían ir a un lugar donde se los respete, escuche y se los deje aprender en libertar, guiados, contenidos, sí, pero en libertad de elegir y respetando sus tiempos.
    Creo que sí puede darse perfectamente una escuela así mientras haya realmente compromiso y ganas por parte de padres y los mismos docentes que tengan ganas de cambiar las cosas.
    Se necesita un cambio de chip importantísimo, tremendo! porque como bien decis son los mismos padres los que piden ese régimen espantoso en el que se convirtió hoy la escuela y así no hay cambio que pueda nacer, es siempre nadar en dulce de leche. Pero como yo siempre digo, había quienes se resistían a tener una pc en casa o usar un cajero automático y hoy no les queda otra, también llegará el día que no van a poder resistirse a un cambio en la educación.

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  2. Reblogueó esto en Re creando ideas entre paresy comentado:
    «El trabajo planificado por proyectos, que favorece la participación y la motivación de los estudiantes, a diferencia de la enseñanza fragmentada en unidades didácticas lineales y si relación entre sí.»
    >>>>>>> Esto se puede lograr solo si:
    «El trabajo colaborativo entre docentes: romper con las “quintitas”, diseñar e implementar juntos la enseñanza.»

    >>>>>> Romper las quintitas es hoy lo difícil en las ecuelas….

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  3. Yo sueno la escuela como talleres de aprendizajes, en donde hay una comunidad con varios proyectos en mente simultaneos y en cada proyecto hay un equipo de maestros multidisciplinarios que monitorean y hacen que los aprendientes hagan y desarrollen diferentes habilidades (cognitivas, fisicas/psicomotoras (gruesas y finas, matematicas, de raciocinio y logica, etc) y la creatividad es bienvenida con una postura flexible para aceptar las propuestas y que sean aplicables a la vida cotidiana, y que preparen para enfrentar la vida en sociedad (respetar las leyes, cumplir con responsabilidad ciudadana, etc.), y que den respuesta a problemas sociales de forma asertiva, positiva y creativa.

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    • Coincido en todo, especialmente con esto: «La desburocratización absoluta de la tarea docente: gran parte de los obstáculos para el cambio radican en la excusa del cumplimiento de requerimientos burocráticos» . Le sumaría tener en cuenta las condiciones laborales en las que se ejerce la docencia (no sólo en escuelas públicas) y en este sentido, considerar los espacios materiales, infraestructurales y de servicios básicos, que en muchos casos condicionan y limitan la implementación de proyectos pedagógicos.
      La única manera de desterrar las rutinas innecesarias del trabajo escolar es animarse y arriesgarse institucionalmente a probar otros modos de «hacer escuela». ¡Todos juntos, con el aval de todos!

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