La falacia de la «tecnología educativa»

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Siguiendo con la saga «verdades incómodas», hoy me voy a detener en este punto: las tecnologías no son educativas, no es la tecnología lo que educa. Llevo años diciendo que no coincido para nada en definir un campo de investigación o intervención de esta manera. Pero no se trata de una mera discusión nominal: se trata del impacto que esta afirmación tiene sobre quienes son los principales destinatarios de los discursos que provienen de ese ámbito, es decir los docentes.

El origen de este concepto se remonta a una época a donde el «optimismo tecnológico» marcaba un rumbo pedagógico. La pregunta es por qué tantos años después, se sigue pensando en la misma línea. Seguramente será porque las corporaciones de «especialistas» no han permitido generar espacio alternativo alguno para esta situación. Al fin y al cabo, este campo ha dado y da de comer a muchos «iluminados» que desvelan a docentes con sus propuestas inalcanzables.

La primera objeción que planteo al sostenimiento actual de este campo es su instrumentalismo que deviene en interpretaciones y soluciones netamente aplicacionistas y tecnocráticas en la educación. Pareciera que casi por añadidura hablar de «tecnología educativa» implicara el dominio y uso permanente de aplicaciones, quedando sujetos a los vaivenes de las modas y las presiones del mercado así como a las preocupaciones más centradas en los dispositivos tecnológicos que en el para qué de su uso.

La tecnología cambia a un ritmo vertiginoso, la educación no. ¿Se trata entonces de que la última corra al ritmo de la primera? Eso sería más que una utopía un imposible. Pero además… ¿tendría algún sentido? No es posible homologar la lógica de los procesos tecnológicos a la de los procesos pedagógicos. A pesar de los sucesivos esfuerzos de los autores e investigadores de moda que hablan sobre el impacto psicológico de la tecnología y desde ahí se pretende saltar automáticamente al campo de la educación, la transpolación mecánica no soluciona ningún problema de aula.

Así es como la tecnología se termina utilizando en las aulas en un «como sí» que consiste en implementar algunas aplicaciones que se incluyen como «apéndices» forzados en las planificaciones o se copian de «secuencias didácticas marca ACME» fabricadas por «terceros» y sacadas de renombrados sitios orientados al consumo docente. El contexto, el grupo, las especificidades… bien gracias!. Entre los «perfiles teóricos » de chicos de libro que nos hacían copiar cuando estudiábamos hace muchos años la carrera docente y las recetas universales actuales aplicables a toda situación «porque hay que incluir tecnología», no hay diferencias. Los chicos siguen siendo «teóricos» y la tecnología una especie de «centro de atracción y diversión» que no permite entender el sentido de la inclusión de las TIC. «Hay» que hacerlo, es como un «deber ser».

Definitivamente considero que el discurso tecnocrático dominante nos deja muy lejos del uso significativo de la tecnología. Y como si fuera poco, da lugar a que grupos absolutamente tecnofóbicos opinen en contra de las TIC desde lugares insospechados como por ejemplo los espacios gremiales: se vé a la tecnología como una amenaza contra la conservación de las áreas tradicionales del curriculum. Claro… los discursos «neutro-tecnológicos» llenos de frases hechas parecen encajar perfectamente con los políticos de todos lados, por lo que podemos ser «apurados» por donde se quiera.

Otra clara confusión que ha instalado este campo es la de las tecnologías para enseñar y las tecnologías para aprender. Docente y alumno se igualan en el uso rompiendo el sentido más elemental de su relación: la asimetría en el conocimiento. Si todas las tecnologías son iguales o sirven para lo mismo, pareciera no quedar demasiado claro el sentido didáctico que tienen. Que los chicos manejen aplicaciones es lo mismo a que los maestros y profesores las usen para la enseñanza.

Hoy deberíamos entender que es la propuesta didáctica del docente la que define cuándo las TIC se incluyen como contenido, cuándo como estrategia y cuándo como recurso. Sin embargo, en esta especie de «bolsa de gatos» que se ha dado en llamar tecnología educativa, todo parece lo mismo. De este modo prolifera un mercado de capacitación centrado en el dominio de aplicaciones, muchas de las cuales en unos años desaparecerán y generarán nuevas aplicaciones para las que se necesitarán otros cursos de capacitación. Los docentes a su vez las reclaman porque no se enseña otra forma de pensar e incluir la tecnología y el modelo de trabajo deviene en un saber destinado a unos «pocos elegidos» que sobreviven a la «tecnicitis aguda» y ponen en práctica toda nueva aplicación que conocen porque cuanto más lo hacen, más modernos e innovadores se sienten.

Es muy difícil pensar en un cambio real en la enseñanza vinculado con la inclusión de las TIC cuando nos movemos dentro de este paradigma aplicacionista. Mientras no se plantee una modificación en los dispositivos, contenidos y estrategias de capacitación resultará casi imposible para los docentes percibir la falacia de esta idea de que la tecnología cambia de por sí la educación por su mera irrupción de cualquier forma en la vida cotidiana de un aula.

No siempre las TIC en un proyecto de aula suman. A veces solamente «decoran» una propuesta didáctica o funcionan como «entretenedoras» de los chicos y jóvenes. Necesitamos volver a pensar el campo, necesitamos replantear la relación entre educación y TIC desde nuevos paradigmas. Pero por sobre todo, necesitamos terminar con los «recetarios on line» y trabajar más en la construcción de buenas prácticas registradas y compartidas y modelos para la acción que nos permitan alimentar comunidades de aprendizaje entre docentes y aportar nuevas ideas las formas de incluir las TIC en la escuela.

No puede pensarse que incluir TIC es solo hacer un Power Point con animación; editar un video para proyectar en el acto; «pasar» un texto escrito en papel a un procesador de texto; armar una red conceptual; hacer un blog para mostrar; usar una red social o un campus virtual; etc. Uitlizar TIC no es incluir TIC con sentido pedagógico. Tampoco podemos confundir el trabajo colaborativo propio de los entornos digitales con «trabajar en equipo» para hacer algunas de estas cosas. Sino, asumamos que la inclusión de las TIC en la escuela está hoy más cerca del Nico-Nuca de Capusotto que de otra cosa…

 

 

 

 

8 comentarios

  1. Hace unos años cuando empezaba a escuchaba hablar de «modelo 1 a 1» se me ponían los pelos de punta: Una compu, un pibe… ¿y el docente? ¿en dónde está?
    http://lasnetbooksnomuerden.blogspot.com.ar/2011/04/un-alumno-una-computadora-y-donde-esta.html
    Ya la definición me resultaba siniestra, ignorante de la importancia de lo social en los procesos de aprendizaje. Hasta en los experimentos más tecnófilos se puede reconocer que, si se ha eliminado la intervención del docente formal, alguien del ha asumido el rol ante la inevitable necesidad.
    Entiendo la Tecnología Educativa cuando se habla de herramientas destinadas para facilitar los aprendizajes. Que detrás de su desarrollo hay investigadores de diversas disciplinas que la han diseñado. Ahí si. Pero no se debe olvidar que el arte está en al artesano (el docente), no en la herramienta que utiliza.
    No comprendo cómo algunos pueden pensar que con el uso de las tecnologías, de cualquier tecnología, se puede realmente aprender acerca de ellas. El mercado tecnológico crea productos para ser utilizados, sin más necesidad que el conocimiento técnico para su uso. Pretende que sean transparentes entre el usuario y su objetivo. Que se oculten detrás de «pantallas» (nunca mejor aplicado su múltiple significado). No esta en su intención que se conviertan en objeto de estudio; su destino está en ser objetos de consumo.
    Todo esto es parte de la «bolsa de gatos» con la que acertadamente comparás a lo que habitualmente llamamos Tecnología Educativa.
    Saludos

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    • Gracias Ricardo por aportar más para pensar. Me parece que corremos varios riesgos: la perpetuación de discursos «modernosos» vacíos de contenido que continúan las prácticas más tradicionales en las aulas o lo que es peor, las refuerzan, y por otro lado la generación de un «consumismo tecnológico» sin brújula.
      En lo personal, tampoco creo que sea adecuado denominar a la tecnología como educativa por proveer herramientas destinadas a favorecer el aprendizaje. En todo caso sería mejor hablar justamente de «tecnologías para el aprendizaje». Pero cuando las llamamos «educativas» presuponen un potencial que no tienen en sí mismas para la enseñanza. Y creer que sí lo tienen deja a los docentes como bien decís fuera de escena, cuando en realidad debería ser el principal responsable de la enseñanza.
      Por eso me parece bueno desenmascarar estos discursos y «combatirlos» con comunidades colaborativas de docentes compartiendo prácticas concretas que vayan más allá de vistosas presentaciones con alguna tecnología de moda.
      Un afectuoso saludo!
      Débora

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  2. Gracias por el artículo y el estímulo a pensar. Siempre estuve fastidiado por la frase «tecnología educativa». Nunca me pareció justa ni para la tecnología ni para la educación. Era un espacio creado para acomodar una visión automatizadora de la educación. Y no era realista con la tecnología, porque la tecnología no es un medio, herramienta o similar, es una experiencia, una práctica social y una forma de vivir.
    Sí, supongo que la tecnología es una práctica social. Pero no toda la tecnología es TIC, ni al revés. Y las TIC son otro tipo de práctica social, porque, además, son meta-tecnología, es decir, son una tecnología que, finalmente, la hemos convertido en ese módulo de mediación con la realidad que es una de las características de nuestra época. Así que más que un medio educativo, es una meta, una experiencia necesaria para vivir en la sociedad, un hábito cultural que da forma a mucha de la experiencia de cada persona. En ese sentido, también da forma a lo educativo, en parte. En la medida que lo educativo sea una orientación para gestionar nuestras experiencias y nuestros conocimientos (o ambos, o todo en uno), las TIC son un componente esencial de esa gestión y, por lo tanto, hoy, sin TIC no hay educación que permita vivir plenamente, al menos en las zonas urbanas. Ser humano implica experimentar la vida con y sin TIC, ambas. Podría decirse, entonces, que además de ser una meta pedagógica, las TIC, como práctica social, orientan la educación. ¿Por qué? Si la educación es la práctica social de orientar nuestra preparación para desarrollar prácticas sociales o de ayudarnos a descubrir nuestra propia orientación (o ambas), las TIC proponen experiencias formadoras para ambas. No estoy hablando de las TIC como aparatos, sino de las TIC como cultura y gestión del conocimiento, como estructuración de la interacción social y de la identidad personal. Por ejemplo, nuestro punto de contacto son las interfaces, en nuestro caso, lo que vemos en la pantalla, lo que requiere interpretación y observación, comprensión de significados, desciframiento, pero no solo de las formas y colores, sino también de la interacción. Hay diferencia entre un blog y una red social: la forma de presentación es la configuración perceptible de un tipo de interacción distinto, aquí opinamos o pensamos con los comentarios, en las redes sociales, construimos vínculos, en parte con los comentarios. Las TIC, como práctica social, no son el lado operativo o algorítmico, son la construcción de significados y de vínculos.
    Personalmente, creo que con las TIC estamos aprendiendo a pensar y sentir de otro modo, en convergencia con los modos previos. La cuestión es una articulación armónica en la naturaleza humana y no una huida de ello, porque las TIC las hemos creado para profundizar en nosotros mismos.
    Y, nuevamente, gracias por el artículo y el estímulo a pensar.
    (Por si acaso, pensé esto de otro modo en http://edutec-peru.org/?p=2114)

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    • Muchas gracias Juan por abrir la mirada y seguir pensando!
      Es bien importante el debate de la relación entre el concepto de tecnología y las TIC en el campo de la educación. Sobre todo cuando, como en el caso de Argentina, la Educación Tecnológica constituye incluso un campo curricular. Muchas veces cuesta entender la tecnología como un hecho social como bien estás señalando, del mismo modo que cuesta entender que las TIC no son solo un mundo de aplicaciones.
      Me parece que nos debemos aún muchas discusiones importantes para que realmente el impacto de estos conceptos en la educación pueda ser real.
      Un afectuoso saludo y nos seguimos leyendo!
      Débora

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  3. […] Siguiendo con la saga “verdades incómodas”, hoy me voy a detener en este punto: las tecnologías no son educativas, no es la tecnología lo que educa. Llevo años diciendo que no coincido para nada en definir un campo de investigación o intervención de esta manera. Pero no se trata de una mera discusión nominal: se trata del impacto que esta afirmación tiene sobre quienes son los principales destinatarios de los discursos que provienen de ese ámbito, es decir los docentes. El origen de este concepto se remonta a una época a donde el “optimismo tecnológico” marcaba un rumbo pedagógico. La pregunta es por qué tantos años después, se sigue pensando en la misma línea. Seguramente será porque las corporaciones de “especialistas” no han permitido generar espacio alternativo alguno para esta situación. Al fin y al cabo, este campo ha dado y da de comer a muchos “iluminados” que desvelan a docentes con sus propuestas inalcanzables.  […]

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