Cambalache escolar de fin de año

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Comencé tres entradas diferentes en estas semanas que sufrieron destinos diversos: una se perdió por la magia del cambio de editor del WordPress, otras dos quedaron a medio camino entre la vorágine de temas que giraban en mi casa. Pero hoy me decidí: encontré un hilo común entre todo aquello que daba vueltas en mi cabeza, que dí en llamar el «cambalache escolar».

Llega esta altura del año y ante el agotamiento lo peor toca fondo. Como caso paradigmático emerge en los medios el intento de envenenamiento que una alumna de 12 años tuvo hacia su profesor de… ¿Instrucción Cívica?. Los noticieros se llenan de frases hechas y en el festival del sentido común veo pasar todo tipo de comentarios que oscilan entre lo «bizarro» y lo patético. Pero todos tienen como eje al docente, a la alumna, a la escuela y a los padres. Cual si fuera posible de explicar semejante caso en 3 minutos de aire y metiendo todo en la misma bolsa, los periodistas parecen tener todas las respuestas. ¡Y qué mejor ahora que apareció el condimento de que el docente había sido acusado de abuso en el pasado! Todo el morbo en la misma olla.

Juego de víctimas y victimarios, por supuesto nadie se hace las preguntas importantes, solo opinan con soltura. En unos días más los mismos que victimizaron al docente hablarán de todos ellos con furia por la amenaza del clásico «no inicio de clases» por la paritaria tardía y paupérrima. Y no puedo dejar de recordar la frase de la canción que canta Serrat: «- Que llegamos siempre tarde, donde nunca pasa nada…».

Acá hay tanto para ver que se hace invisible…

El profesor en cuestión dice en una entrevista: «-Me dijeron el nombre de la chica que fue pero no supe quién era porque yo los conozco por sus apellidos». Esa frase, ¿es ingenua? ¿Nadie se pregunta por qué un profesor no conoce los nombres de pila de sus alumnos? ¿es obvio? Las hipótesis son sencillas: tiene quichicientos mil cursos y no conoce a nadie, o bien no ha hecho nada por conocerlos. A mí me preocuparían cualquiera de las dos respuestas posibles… ¿a nadie más?.

Los medios decían que el docente en cuestión tiene 67 años. ¿Nadie se pregunta por qué un profesor sigue trabajando a esa edad cuando debiera estar «disfrutando» de su jubilación? ¡Para qué! Trabaja porque quiere: ¿la docencia es un apostolado al que nos dedicamos sólo por vocación?.  De condiciones de trabajo hasta ahora ni hablar… tampoco de responsabilidades y decisiones políticas, de funcionarios «del sistema», mejor pasemos a otro tema.

Sigo viendo la cobertura de los medios: las autoridades de la institución esperan que se resuelva la situación judicial. ¿La escuela en esto solo la ve pasar? ¿La escuela no tiene normas propias? ¿Cómo se interviene? ¿Hay responsabilidades? Lo más fácil es salir a decir que «los chicos están perdidos porque los padres no se ocupan». De análisis sociológico tampoco nada, dejemos… pasemos a otro tema.

«-¡Qué barbaridad! ¡Se ha perdido todo respeto por el docente!» se le escucha expresar con indignación a los mismos periodistas que constantemente denigran la docencia sosteniendo a gritos en los medios que no tienen derecho alguno a defender sus condiciones de trabajo. Los mismos que dicen «-¡Paran por cualquier cosa», «- Se cae el techo de una escuela y hacen paro!» o que delante de la sociedad entera pregonan con gracia «-No sé de qué se quejan estos docentes si trabajan 4 hs y tienen 3 meses de vacaciones!»… Esos son los que después se preguntan qué les pasa a chicos y jóvenes que ya no respetan a sus docentes. Pero lo que hacen los adultos públicamente no guarda relación alguna con los modelos que las nuevas generaciones internalizan. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia…

Tampoco se preguntan ¿qué hacen los chicos yendo a la escuela a «pasar el tiempo» a esta altura del año?. «-Hay que cumplir los 180 días de clase» rezan los periodistas cuando hablan de calidad educativa, adjudicando su falta a la pérdida de días por los paros. ¿Nadie se pregunta por qué a esta altura del año los alumnos siguen rindiendo exámenes a granel cuando pasaron el ciclo lectivo junto al mismo profesor que se los toma? ¿Es que acaso no hay información suficiente para saber cómo llegaron hasta acá? ¿Es que en una semana se puede «recuperar» todo aquello que no se aprendió?. Pero bueno, tampoco vamos a andar preguntándonos estas cosas profundas que explican cómo se aprende y cómo se enseña… ¡que vayan todos a la escuela a pasar las horas y vean si se los aprueba hasta año nuevo! Temas pedagógicos no… mejor pasemos a otro tema.

Y así van circulando como en una calesita estos temas del cambalache escolar de fin de año, mientras miramos pasar a ver si alguno se «saca la sortija» y con suerte reflexionamos un poco en serio acerca de algo de todo lo que nos está pasando en y con la escuela.

Eso sí: si de verdad lo hacemos que sea con el compromiso de asumir cada cual su parte, porque sino seguiremos viéndola girar y girar mientras los medios comen de este incesante «el que no llora no mama y el que no mama es un gil».

¡Gracias Discépolo por ayudarme a entender este fenómeno!

Nota: Para quien no conozca la referencia tanguera y no pueda entender de qué hablo… va la cita completa a la letra de nuestro «Cambalache»:

Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé…
(¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!).
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé…
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos…

¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!…
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!…

¡Qué falta de respeto, qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y «La Mignón»,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín…
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón…

¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril!…
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil!
¡Dale nomás!
¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar!
¡No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao!
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley…

4 comentarios

  1. Ay Dios Mío!!! no puedo más que aplaudirte Débora! Es que tengo que subrayar cada palabra que decís y hasta lo que planteás del caso del profesor también lo pensé yo!!!
    Y nunca mejor que la figura de una calesita para describir todo este cambalache!
    ¿No te pasa que cuando realmente ves todo esto es como ver una comedia dramática fatal que sabés cómo termina pero que los demás parece que estuvieran concentrados en que se les están acabando los pochoclos? No sé ni cómo explicar cómo me hace sentir el ver cosas tan obvias y sentir que nunca podemos siquiera encontrar un punto de debate real y útil. Nadie se quiere hacer cargo, ni padres, ni políticos, ni la mayoría de los docentes, ni nadie!!! Ya ni hablo de los periodistas porque cada vez me convenzo más que son parte también de un sistema de lavado cerebral donde la presión del tiempo e, irónicamente, la desinformación, les juega en contra para hablar siempre pelotud…..en fin… mejor me sereno.

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    • Es que una duda ya si es la altura del año que baja los niveles de entendimiento o si realmente la realidad supera a la ficción. Mantengamos espacios de reflexión, de intercambio, de pensar desde otros lugares para poder salir de esta maraña…
      Gracias Paula como siempre por sumar tu opinión!
      Cariños
      Débora

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