Bullying: dejar de barrer bajo la alfombra

Créditos imagen: Bullying, Lee Morley. Fuente Flickr

“El bullying siempre existió, sólo que ahora lo muestran en los medios” es idéntico al argumento que estamos escuchando referido al incremento de femicidios y la violencia contra la mujer. ¿Éste es el punto importante para discutir? Me parece que mientras sigamos entrampados en las cuestiones de periferia nunca vamos a dar con el centro del problema.

Qué tremendo dolor es enterarse de otro caso que se lleva la vida de un chico. Cuesta digerir la noticia y mientras algunos se preocupan por determinar si fue o no fue por eso me permito recordar que el suicidio de un pequeño de 13/14 años, sean cuales fueran las causas, interpelan a la escuela y a la sociedad de muchas maneras. Y si además se pone en un contexto de bullying, nos llama a reflexionar y por sobre todo accionar con urgencia. ¿Qué hacemos para que no vuelva a haber otros casos? Cada uno de ellos es un profundo dolor en sí mismo.

No paro de leer y escuchar comentarios de madres y padres que relatan situaciones de sus hijos sobre este tema, y no de ahora sino desde hace años. En paralelo observo la tendencia de las escuelas a “abroquelarse” cada vez más y en la mayoría de los casos a “barrer bajo la alfombra” y negar o minimizar el problema. Más preocupadas por cubrirse legalmente de posibles acciones que les inicien que por proteger y contener a los menores, las instituciones se asesoran con abogados pero pocas veces recurren a planes de trabajo sistemáticos y preventivos para abordar el tema del bullying.

Como si fuera poco, cuando por suerte desde el Estado se empieza a reconocer el problema se intenta confundir y desviar la atención con debates estériles del tipo “no usemos palabras en inglés”; “acá no vivimos el mismo fenómeno que en otros países”; “está mal llamado bullying”. En el medio de estas disquisiciones inútiles cientos de docentes y alumnos sufren, sin saber qué hacer y cómo manejarse ante estas situaciones. No importa si «bullying» o «acoso»: ¡importa que sucede!

Lo primero para saber es que mientras las instituciones siguen mirando para otro lado crean las condiciones para que este fenómeno se amplíe: la negación de los hechos; los silencios; la falta de límites para estas situaciones: la atribución de responsabilidades a quienes lo padecen y la falta de intervención sobre quienes lo ejercen (que hay que recordar que siguen siendo chicos!) es el ambiente ideal para incrementar el fenómeno.

Abordar este tema es una necesidad imperiosa para las escuelas tanto como implementar estrategias concretas de prevención y de intervención en las situaciones identificadas. No es “cosa que los chicos van a arreglar entre ellos”, argumento que heescuchado por parte de las escuelas y que me espanta porque muestra el corrimiento de nuestro lugar de adultos.

¿Se corre tras los contenidos que hay que dar “para llegar a fin de año” pero no importa qué tipo de personas estamos formando y a qué costo? Mientras haya una niñez que sufre, tenemos la obligación de intervenir como escuela.

Todos son chicos, pero no todo da lo mismo. No es igual el que agrede, denigra y humilla que el que recibe estas agresiones. No voy a acordar con este argumento. Cuando las escuelas ponen a ambas partes en el mismo lugar de “víctimas” es una forma más de diluir los problemas. La escuela tiene que enseñar valores y el mensaje debería ser claro: no es lo mismo agredir que ser agredido. Y también debería ser claro que atacar a otro tanto física como psicológicamente tiene sus consecuencias, porque sino no estamos educando sino confundiendo. Ahora, ¿el agresor necesita ayuda? ¡Claro! ¡Sin dudar! Y la escuela deber orientarla. Pero no justificar las acciones, “hacer la vista gorda” o callar.

Los chicos son capaces de “bullear” a otro cuando, además de tener pautas de su contexto que lo habilitan, el ámbito escolar lo posibilita. Y acá no se trata de ver si los padres o la escuela son más responsables sino de ver cómo hacemos para mejorar esta realidad. A veces hay padres con los que definitivamente la escuela no puede contar, pero tiene la responsabilidad de proteger a los menores hasta de sus propias realidades. También sé que no se trata de una “escuela omnipotente” y que esto forma parte de la enorme sobrecarga de cuestiones que exceden lo académico, pero sin solucionar lo social no podemos trascender y avanzar hacia otros aprendizajes y lo emocional es un factor clave.

Como docente no puedo mantenerme al margen del dolor de los chicos: más allá de que la escuela en la que trabajo asuma posiciones activas para enfrentar el problema o lo quiera ignorar, siempre tenemos el espacio para llegar a los alumnos y abordar lo que consideramos imprescindible.

El bullying está ahí todos los días y necesita de nosotros, como docentes, como padres y como alumnos para empezar a frenarlo. Es parte fundamental de la educación en valores que nos compete.

A quienes quieran orientación, sugiero contactar a la Asociación Libres de Bullying para recibir asesoramiento.

Mi solidaridad con todas las familias que sufren con sus hijos cada día estas situaciones. Acciones. No dejemos pasar más así.

5 comentarios

  1. Excelente análisis, una vez más. Yo soy de los que creen que es mejor llamar a las cosas por su nombre.. en nuestro idioma. Pero jamás me enredaría en un debate al respecto. Sólo que prefiero identificarlo como «acoso escolar» (o «ciberacoso», si se traslada a los medios digitales).

    Me permitiría mencionar dos cuestiones que creo relevantes, desde que vengo trabajando y tratando el tema desde hace varios años en el contexto de la seguridad en los medios digitales.

    La primera es social: hasta que no cambiemos esta «cultura del individualismo» que obliga a los chicos a la competencia continua, a demostrar que son mejores, superiores o más fuertes por mandato familiar, el acoso escolar no va a desaparecer porque es la forma atávica, animal, de demostrar superioridad. Todas las consideraciones del artículo, a mi humilde entender, deben ser tenidas en cuenta en un contexto de creación y fortalecimiento de un ámbito, un entorno de amor, cuidado, colaboración, solidaridad y todos aquellos valores que propongan crecimiento en las propias habilidades y no en la competencia con el otro igual. Esto incluiría el fin del sinsentido de algunos esfuerzos y competencias que carecen de sentido, como las tareas para el hogar, las florcitas en el cuaderno o el favor de la maestra/o, profe, etc.

    La segunda cuestión tiene que ver con la atención a la forma y modos en que el acoso se extiende en el tiempo a través de las redes sociales y otros medios digitales. Muchas escuelas son refractarias al fenómeno social de los nuevos medios, y con diversas intenciones pretenden eliminar el acoso escolar en el ámbito de la escuela pero fallan en llegar al origen de la cuestión. Entonces sancionan, castigan, ejemplarizan, amenazan… pero la cosa sigue en las redes, porque sólo se atacan los síntomas sin ir a las causas.

    En una de mis intervenciones en el tema hace años y en los albores de la cibercultura del acoso, la tutora de una de las escuelas, una psicóloga, llevó al grupo de acosados/acosadores por motu proprio a la sala de computación para «resolver el problema» haciéndoles borrar el grupo de FB que había creado para maltratar a un compañero. A pesar de eso y por mi cuenta también, me senté a dialogar con el grupo. Aunque asombre, el argumento de los pibes era que lo hacían «porque se puede». Sin dudas, he allí una carencia fundamenta, el aprendizaje de valores como los que mencionábamos antes: solidaridad, comprensión, amistad, amor. La pregunta que se hacían no era si se debe, si es correcto, si están afectando o dañando a alguien. Simplemente, se puede se hace y listo. Sabemos que internet no tiene límites. Entonces, ¿en dónde aprenderán a hacer lo correcto?

    No se necesita una escuela-policía autoreferencial y encorsetada en sus propios pretendidos «valores» (así, entre comillas). Se necesita un cambio en la forma universal de querer al otro.

    Es mi humildísima opinión, claro.

    Gracias por abrir estos espacios de reflexión, mi estimada. Saludos,

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    • ¡Gracias Quique por abrirnos tanto la mirada como siempre!
      Creo que lo que traés acerca de la cultura del individualismo y la competencia entre «superiores» e «inferiores» es un imaginario que se corresponde con la perpetuación de esos valores que digo que la escuela no sólo no aborda sino que también consiente y alienta con muchas de sus acciones.
      Me quedé realmente «helada» con lo que contaste de la respuesta de los chicos de que «lo hacen porque se puede». Y me quedo pensando también en esta educación en donde parece que todo se puede y todo es igual. ¡Cuánta falta nos hace entender que los límites son necesarios! Se ponen límites en temas absurdos pero no en los relevantes y eso hace que los chicos se confundan mucho más.
      Ojalá sigamos pensando todos juntos, porque ya sea que hablemos de acoso escolar o de violencia contra las mujeres hay mucho por educar.
      ¡Un gran abrazo!
      Débora

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  2. Mi hijo sufrio bullying en el primer grado de su escolaridad…mas alla de «en esta escuela hay chicos mas fuertes que vos» el principal problema era..la docente…ella seleccionaba a los chicos mas «vivos» segun su criterio como una pequeña corte de preferidos, el resto era acosado… con gritos con actitudes discriminadores mi hijo se volvio invisible..no traia problemas no molestaba pero tampoco podia aprender…primer grado fue un infierno …el no contaba nada ero yo lo veia triste se le habia borrado la sonrisa..despues me entere de las depresiones que los niños tambien sufren …gracias a estar atentos y a tener los elementos intelectuales y monetarios lo lleve a hacerle una evaluacion psicologica y una bateria de tests que arrojaron «bloque emocional en el ambito externo del niño» no se puede aprender con dolor….cambio de escuela…terapia hasta 5*grado y un sufrimiento que no se repara facilmente….creo que tambien hay que tener en cuenta este bullying vertical en la escuela…como en las oficinas con los jefes o superiores….gracias por el espacio para poder opinar. Adriana

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    • ¡Cuánto dolor Adriana! ¡Y con un hijo tan pequeño!
      Quiero tomar algo central de lo que estás comentando: la maestra era una figura que promovía y alentaba la discriminación y el acoso. Y sobre este punto nos tenemos que detener con mucha seriedad: no pueden ser los adultos quienes generen estas situaciones. Y la escuela no puede amparar y ser partícipe de estas cosas.
      El otro aspecto fundamental que estás trayendo para que nos lleve a reflexionar a quienes somos docentes es que ningún chico que atraviesa estas situaciones está en condiciones de aprender. Así que por múltiples motivos los docentes tenemos que prepararnos e intervenir para frenar el bullying.
      Gracias por contar en primera persona, sé que no es fácil.
      ¡Un gran abrazo para vos y para ese chico valiente y su familia que la pudo pelear!
      Débora

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