¿Qué significa ser maestro?

Como todos los años para esta fecha en que se conmemora el Día del Maestro en Argentina, propongo alguna reflexión acerca de lo que implica ser docente.

Vengo leyendo en las redes sociales mucho de “retorno a la vocación” y me gustaría detenerme un poco en este aspecto, para que pensemos a qué le llamamos vocación y qué alcance podría tener el término. En nuestro país, el “vocacionismo” es de algún modo un mal que ha llevado a las peores condiciones de trabajo docente. En nombre de “si elegiste esta profesión te tenés que aguantar lo que sea” se pueden justificar muchas cosas que afectan fuertemente al ejercicio de la profesión pero, por sobre todo, a la consideración de los docentes como trabajadores de la educación.

Trabajar con las peores condiciones de infraestructura; no tener acceso a los materiales necesarios; percibir salarios paupérrimos; extender las jornadas laborales a tres turnos de la mañana a la noche; no tener tiempo alguno para dedicarte a tu propia familia; etc. son algunas de las cosas que se sostienen en nombre de la tan invocada “vocación”.

Por supuesto que no estoy hablando de pensar que un maestro o profesor trabaje sin que le guste lo que hace, pero en este punto es lo mismo que podríamos decir de otras profesiones cuya tarea implica a otras personas.

Hoy la docencia no está vista en nuestro país con los mismos ojos que se la consideraba antes: es notable la desvalorización social y cómo ha cambiado la percepción de la comunidad respecto de una figura que antes generaba no solo respeto por su rol sino que se consideraba un referente claro con quien las familias podían contar en todo aquello que necesitaran. Algo cambió, y sin dudas costará trabajo restablecer esta confianza. ¿Pero por qué sucedió esto? Yo creo que una sociedad que legitima y acompaña la naturalización de la pauperización del trabajo docente, nos remite a pensar que la perpetuación del discurso basado en la vocación ha sido uno de las principales causas de esta desvalorización: si sos docente porque te gusta, no te sientas con derecho a reclamar nada más que ejercer calladamente tu profesión.

¿Esto nos exime de responsabilidad en cuanto a llevar adelante bien nuestra tarea e intentar mejorar profesionalmente? Claramente no: maestros y profesores tenemos el compromiso de mejorar y de formarnos de manera continua para que nuestros alumnos reciban la mejor enseñanza. Y por supuesto alguno pierde en el camino el gusto por su tarea, es mejor pensar que se dedique a otra cosa que implicar a otros en su malestar.

Ser maestro es un enorme desafío cotidiano que nos enfrenta a miles de cosas inesperadas, algunas reconfortantes y otras definitivamente no. También es un trabajo que te obliga a replantearte permanentemente tus estados de ánimo; tu relación con los otros; tus fuerzas incluso para “poner el cuerpo” literalmente. Y lo increíble de todo esto es que, hagas lo que hagas, siempre tendrás cerca quienes te lo reconozcan como quienes te juzguen duramente. Si algo caracteriza la docencia es que es imposible conformar las expectativas de todos. Habrá que tener claro que no todos van a quererte, porque muchas veces enseñar también implica llevar a los alumnos hacia lugares, desafíos y problemas que no quieran enfrentar. Pero sin embargo, eso es parte de nuestra tarea.

Vamos a decirlo claro: hay días que uno sale plenamente reconfortado y otros que llega devastado de su jornada. Sin embargo, nos sostenemos por aquellos buenos momentos en donde escuchamos frases como la que me dijo esta semana una estudiante del profesorado cuando terminamos una clase: “Profe, la clase de hoy me encantó. Me voy con la cabeza llena de cosas para pensar”. Esos son los días que nos sostienen.

Como si fuera poco, navegamos en el mal de la burocracia, el verticalismo y muchas veces del autoritarismo institucional. Aprender a movernos en estos ámbitos nos consume mucho tiempo, energía y ganas, pero finalmente lo hacemos igual. Si hay algo que complejiza inútilmente la vida del docente es sin dudas la burocracia “del sistema”. A modo de “carrera de obstáculos”, aprendemos a transitarla con paciencia y resignación.

Cuando llega este día del maestro entonces, no puedo evitar pensar en todas estas cosas que muchos de mis colegas transitan todos los días con su mejor sonrisa, a pesar quizás de haber tenido un mal día.

Ser maestro es sin dudas pone a prueba permanentemente nuestra perseverancia. La posibilidad de afrontar los avatares de la tarea se hace mucho más fácil cuando compartimos espacios entre colegas.

Le dedico esta entrada a todos los futuros maestros que con sus anhelos le dan sentido a la tarea que todos los días hacemos quienes los estamos formando. En especial a Cecibel, una futura maestra a quien admiro por la fuerza y las ganas que le pone a su carrera.

¡Feliz día para todos los maestros y profesores que hacen de la profesión un orgullo!

Créditos imagen: 
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