El recreo, donde todo pasa y pocos adultos miran

Créditos imagen: Diario Clarín. Fuente: http://www.clarin.com/educacion/solo-anos-lesiones-colegio-aumentaron_0_443955639.html

Coincidimos con muchos colegas formadores de docentes en que el recreo es un excelente analizador de la vida institucional de una escuela. Es más: muchas veces los solicitamos a los estudiantes de profesorado que vayan a observar el recreo para entender las dinámicas de una escuela. Y cuando regresan con los datos relevados, nos solemos encontrar con algunas situaciones comunes, que sin embargo no dejan de alertarnos.

La presencia de situaciones de violencia entre alumnos: siendo el espacio a donde aparece la menor regulación escolar, es propicio para que se den situaciones de este tipo. Lo que resulta realmente raro es la naturalización del fenómeno por parte de los adultos (docentes, preceptores, tutores, etc.), que además de que prácticamente no intervienen suelen negar o minimizar la existencia de estos hechos.

La generación de relaciones de sociales de poder, que determinan la inclusión o exclusión de algunos niños y jóvenes: que los grupos tienen estas dinámicas, es más que sabido y estudiado. El punto radica en pensar por qué los docentes, únicos adultos presentes dentro de la escuela que pueden observar estas configuraciones grupales, no intervienen promoviendo estrategias de inclusión y previniendo situaciones de discriminación.

Las escasas situaciones lúdicas: algo que antes era frecuente, hoy parece reemplazado no solamente por el tiempo dedicado a la implementación de las dinámicas sociales descriptas sino también por el uso de los dispositivos digitales. Salvo que hablemos de una escuela que los prohíba, el recreo es el espacio de mayor despliegue de netbooks, celulares, consolas portátiles, etc. Estas acciones se ven de algún modo “bendecidas” por los docentes creo entender porque esta situación mantiene a los chicos “tranquilos” y porque así no se verán tan interpelados por usar los dispositivos dentro del aula, si es que se permite su uso fuera de ella. No veo mal que las situaciones lúdicas estén mediadas por dispositivos, más bien lo contrario, ¿pero los docentes no podrían alentar otras estrategias de juego que amplíen el panorama de los chicos o al menos supervisar e intervenir respecto de los juegos que se eligen para esos espacios?

El poco respeto por las diferencias: lo primero que se me cruza es esa imagen de los chicos o jóvenes para quienes el descanso del recreo es un momento para leer; resolver un juego de ingenio o simplemente charlar con un amigo sentados. Existe una fuerte presión externa que pugna por la homogeneización de estilos, a donde se etiqueta como “raros” a aquellos que no cumplen las expectativas generales de acción para estas instancias. Es en los recreos a donde esto se pone más de manifiesto y también a donde existen mayores oportunidades para intervenir y desarmar estas cuestiones. Sin embargo, dentro de lo que decía al inicio, bajo el lema “arréglense entre ustedes” los adultos dan un paso al costado y dejan que las presiones sucedan ignorándolas. Y no se trata solo de estas diferencias de intereses, estilos, etc. que describí, sino de todo tipo de discriminaciones posibles.

Los momentos de alimentación: el recreo es una excelente oportunidad para conocer las realidades de cada chico y familia respecto de su alimentación. Muchos chicos en ese momento consumen el primer alimento del día y se ven obligados a hacerlo a escondidas, nerviosos, a veces hasta avergonzados, porque en algunas ocasiones sus propios compañeros irrumpen en ese espacio por motivos diversos. Puede ser porque en su casa no hay qué comer antes de salir o simplemente porque la dinámica familiar no da tiempo, pero de seguro debería ser una instancia que amerite la atención del docente o del adulto a cargo.

La falta de privacidad o incluso ausencia de espacios tranquilos para quienes lo requieren: existen muchos chicos y jóvenes que por sus características personales o sus condiciones necesitan un espacio para “desconectar”. En algunas escuelas por ejemplo hasta les prohíben que alguno se quede dentro del aula si lo desea: no todos pueden soportar el exceso de ruido, las situaciones que se generan en los recreos, etc. o simplemente necesitan “pausar” su jornada. Para algunos chicos y jóvenes es el único momento a donde pueden abrirse y contar situaciones difíciles que viven en sus hogares pero claro: siempre y cuando tengan quienes los escuchen.

He descripto aquí solamente algunas situaciones “desaprovechadas” que se generan en los recreos, pero en las que solemos observar la acotada preocupación que se genera en los docentes acerca de ella. El recreo es un espacio a donde se requiere mucho más de la mirada y la intervención del adulto, y sin embargo es donde menos suele verse. Existe una suerte de legitimación de esta poca presencia, cuando en realidad no tiene sustento en una vida organizacional a donde se piensa que el docente también necesita un espacio de descanso en su jornada y por eso se produce un sistema de rotaciones o “turnos”. Quienes están a cargo del recreo, son los responsables de lo que sucede en ese espacio.

Hace unos días conversábamos con un querido colega cómo habían desaparecido de la currícula de la formación docente todos los aportes de la Psicología Social y la mirada sobre el trabajo con los grupos, cuando nosotros sí habíamos tenido alguna formación al respecto. ¿Es posible pensar que un maestro o profesor se forme desconociendo qué análisis o qué estrategias puede desplegar en este plano cuando siempre estará con grupos? ¿Los únicos saberes que requiere un maestro son los vinculados con la enseñanza?

Me pregunto si los docentes, preceptores, tutores, etc. no intervienen por desconocimiento o falta de formación, o simplemente por desidia. O lo que es peor: me pregunto si no intervienen en la convicción de que todos estos temas “son cosas de chicos” y que no ameritan su mirada.

En mi opinión personal, ya bastante falta de adultos tienen en sus casas y en la vida como para sumar la ausencia de mirada adulta en la escuela. Porque dejemos algo en claro: el recreo es tan importante como cualquier otra parte de la vida escolar, y como tal requiere de nuestra atención, aunque sea el momento a donde “me tomo 5 minutos y me tomo un té”.

4 comentarios

  1. Es muy importante reivindicar el recreo como un espacio también educativo. Pero si pensamos un poco sobre los ejemplos que se señalan de diferentes conductas de los muchachos/as durante el recreo, no parece que difieran especialmente de los que se pueden observar en muchos claustros de profesores de los centros, o en buena parte de los los trabajos donde nos desempeñamos los adultos.
    Es difícil enseñar algo que no se practica.

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  2. El abordaje de este tema me parece crucial.Los niños librados a si mismos sin ninguna regla y acompañamiento.Se suele observar focos de juego,otros de intercambio ,otros de cruel violencia que se dirime al salir de la escuela.He recibido consultas por situaciones de extrema gravedad acontecidas en ese «interregno»..Y al hablar con los padres ellos no saben cómo manejarse frente a los docentes .Y la autoridad directiva en general busca una justificación remitiendo el «enseñaje» a la casa del niño.En mi opinión la escuela es un centro de desarrollo de la vida propia del niño.Su primer experiencia institucional de su pertenencia y lugar en la comunidad.Y desde allí considero que los padres no debieran interferir,salvo en situaciones extremas.Y sí ,acompañarlo y ayudarle a que aprenda a defenderse según su propia condición.Tenemos recursos de subsistencia ,con eso llegamos a la vida.Acercarles confianza en que lo puede lograr.

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  3. Muy interesantes las reflexiones.
    El recreo amerita como dice Débora, una mirada… También creo que se justifica ese espacio como «es el momento que los chicos tienen para descargar», «están jugando bien… diez minutos más»… Y en esa descarga o jugar bien… ocurren también los accidentes/ violencia (me estoy refiriendo principalmente a nivel inicial). Que realmente son accidentes que pueden pasar en lo cotidiano… pero que se pueden cuidar con un adulto en una postura activa y no de pasividad «mirando desde afuera». Es el recreo para los chicos pero no para los docentes.

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