La escuela quiere soluciones, no problemas

Créditos imagen: Vegardig, Problem! Fuente: Flickr.
Creo que uno de los principales conflictos que afrontamos hoy en las escuelas tiene que ver con las expectativas de quienes actúan dentro de ella y su choque con la realidad.

La escuela, como toda institución social, está destinada a ser receptora de innumerable cantidad de problemas. De allí que muchas veces los docentes, pero por sobre todo los equipos de conducción, requieran más habilidades para ser “pilotos de tormentas” que de tipo pedagógicas. ¿Es posible cambiar estas condiciones? ¿Hay chance de que la escuela no sea receptora de tantos problemas? Yo creo que no.

Asumiendo estas condiciones, debería estar claro que la posibilidad de encontrar “soluciones exprés” es bastante remota. Las situaciones que tienen lugar dentro de la escuela muchas veces cuentan con un origen ajeno a ella, pero a pesar de esto impactan en su interior. En este punto, tendremos que asumir que es posible que muchas veces no encontraremos ni siquiera las soluciones y que sólo nos queda como alternativa aprender a convivir con esa realidad.

Lo que verdaderamente me preocupa de este asunto, es que se traslada a los chicos y jóvenes una idea de que los problemas deben quedar fuera de la escuela, como parte del deseo de quienes a veces no saben cómo afrontarlos. Nos guste o no nos guste, es una organización dedicada a la contención en muchos sentidos. ¿Tenemos la capacidad de aceptarlo?

Desde hace un tiempo vengo observando en varias ocasiones el afán de algunos directivos y docentes por “repeler” los problemas de la escuela, empezando por ignorarlos como tales. Voy a dar algunos ejemplos concretos:

  • Relativizar las situaciones de violencia intrafamiliar, con el eufemismo de que “son cosas que se tienen que solucionar en la casa”.
  • Negar los efectos de la pobreza sobre la educación, atribuyéndole a un alumno “dificultades de aprendizaje” en términos individuales en vez de analizar las condiciones de su vida cotidiana.
  • Impedir que estudiantes adultos concurran con un hijo/a una clase, porque un día no encontraron con quién dejarlo, atribuyendo la situación a una “mala organización” del alumno.
  • Decir que no le corresponde a la escuela ocuparse de que asaltan a los alumnos para robarles en la puerta, porque el problema pertenece “al orden de lo social”, y si sucede de las escaleras de entrada hacia la vereda no le compete a la escuela ocuparse.

Son sólo algunos ejemplos.

El factor común de todas estas situaciones es sin duda la negación del problema: mientras no se concibe como tal, no es necesario pensar en soluciones, bastan las estrategias efectivas para desconocerlo.

La escuela está llena de problemas: individuales y sociales; internos y externos; perennes y pasajeros; complejos y sencillos; etc. Aunque la escuela se resista a identificarlos como tales, allí estarán conviviendo todos los días. ¿Quienes trabajamos en estas instituciones estamos preparados para hacerles frente?

Me parece que aquí también tenemos otro punto de conflicto: no nos han preparado para los problemas sino para las certezas absolutas, y por eso muchas veces nos quedamos sin elementos para reconocerlos o enfrentarlos. Ante ese hecho, desconocer o negar lamentablemente suena como una alternativa posible.

¡Cuánto mejor sería si pudiéramos preparar docentes para reconocer, analizar y buscar a soluciones a los problemas! Eso requiere dejar de lado el supuesto de que formamos en certezas, para aceptar que lo hacemos en incertidumbres.

Los futuros maestros suelen buscar en su formación inicial la fórmula perfecta para atender cada situación, y muchas veces cuesta que puedan comprender que es algo verdaderamente difícil de anticipar: hay tantos problemas como realidades conviven en un aula.

Finalmente: ¿podremos abandonar esa idea de que los problemas llegan siempre con una carga negativa? Sin ellos no hay dudas; sin dudas no hay errores y sin errores no hay aprendizajes. Al fin y al cabo, parece que eludirlos no es sólo una mala opción sino también una forma de alejar más y más a cada uno de sus posibilidades reales de aprender. Quienes tengan la capacidad de indagar soluciones posibles a un conflicto sin taparlo, estarán sin dudas más preparados para enfrentar todo lo que les espere.

2 comentarios

  1. Como nos tienes acostumbrados ,lo escucho como una voz representativa de un ámbito donde inevitablemente se reproducen, a veces amplificadamente,los problemas que tenemos los humanos.La escuela debe resolverlos?No lo creo,no es lo propio.Pero tampoco ignorarlos.Y entonces qué ? Me parece que es imperioso que se filtren pues implican situaciones que les resulta inmanejables a quienes las padecen.Y aparecen opciones.Acepto la de albergarlos,darles curso, escucharlos, acompañarlos.Ubicarse en una búsqueda de colaborar en una derivación posible.Es una situación con la responsabilidad de la salud pública que corresponde al estado.o de derivación al area social del estado.A veces los hospitales tiene ámbitos para aceptarlos y encaminarlos. La actividad docente de la escuela se inscribe en la enseñanza,pero se pueden construir redes de integración con otros ámbitos cuyos conocimientos pueden recibirlos y encaminar una resolución.Te felicito por tu sensibilidad para abrirte a los conflictos de tu espacio de trabajo y poder transmitirlos.Compartiré este trabajo tuyo en Fb.

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