El discurso de la innovación que ningunea al docente

Créditos imagen: http://www.definicionabc.com/general/ningunear.php

Es una reiteración permanente en los medios de la que se hace eco una parte importante de la comunidad educativa: resulta cómodo y funcional dejar al docente en el lugar de “verla pasar”, de mero acompañante complaciente o –lo que es peor- desconocer directamente su lugar en la enseñanza.

En el día de hoy leo en una de la revistas del domingo de uno de los periódicos de mayor circulación en la Argentina, una nota sobre la educación del futuro. Los entrevistados, como suele pasar en los últimos tiempos, son en su mayoría de todo menos docentes de escuelas reales. Son gurúes, “iluminadores”, “inspiradores”… pero de pisar aulas de verdad en escuelas convencionales poco y nada.

Por supuesto la primera pregunta que hay que hacerse es por qué un medio tiene que ir a preguntarle a todas estas personas, seguramente muy respetables y buenos en lo suyo, sobre la educación cuando existen educadores que se ocupan del tema. ¿Acaso la educación va a mejorar producto de opiniones de analistas que la ven de afuera de y la juzgan desde una laboratorio, una empresa o una ONG? Me parece mucho más claro y útil preguntarle a niños y jóvenes sobre la educación del futuro, porque tienen mucho para decir.

Leo la nota completa, las entrevistas, y encuentro un rasgo en común que me parece gravísimo: la subestimación del lugar y la capacidad del docente para generar esa educación del futuro. Pareciera que si no viene “el Mesías” a decirnos qué debemos hacer, maestros y profesores no somos capaces de ser los ideólogos, gestores y protagonistas de la innovación. ¿Por qué asociar siempre innovación educativa a factores externos o ajenos a la escuela? ¿Por qué pensarla siempre vinculada a una imagen de docente casi “pusilánime”? ¿Por qué desdibujar su lugar y función central en los procesos de cambio educativo?

Que los entrevistados siempre hayan soñado con “cambiar el mundo” no difiere mucho de lo que todos anhelamos cuando elegimos nuestra profesión. Ahora… ¿si quisiera aportar mi granito de arena al campo de la salud llamaría a docentes de escuela para hacerlo? ¿Por qué entonces para cambiar la educación hay que llamar a todo aquel que no le gustó algo de su escolaridad (o sea: todos!)?

No tengo duda alguna de que la innovación, el cambio y la mejora educativa son producto de un trabajo interdisciplinario como todo proceso hoy en cualquier campo profesional. Lo que me preocupa es el ninguneo del lugar central que ocupa el docente en estos procesos, no como “ejecutor” de lo que otros le dicen que tiene que hacer sino desde la expertiz que le confiere el pisar todos los días un aula real.

Mucho más me preocupa cómo este discurso va socavando progresivamente las representaciones sociales acerca del docente y la escuela. Y nada más lejos de mí que negar la autocrítica: me dedico a promover un análisis cotidiano de las prácticas docentes desde una visión autoevaluativa. Pero no es lo mismo ayudarnos entre colegas con experiencia en lo que es enseñar y conocimiento en lo que es aprender, que seguir a un “gurú” que no tiene la menor idea de los problemas e incertidumbres que hay que sortear en las aulas todos los días.

Valoro mucho cuando los medios se hacen eco de temas educativos y les dan relevancia, más aún cuando los posicionan en una tapa y les dan una entidad, pero voy a seguir cuestionando por qué no preguntar a quienes realmente son capaces de analizar y entender la viabilidad real de los procesos de innovación y cambio.

Soy partidaria de las utopías que guían, pero no las veo incompatibles con el conocimiento de la factibilidad y los escenarios a donde pueden concretarse los sueños. Sino, nos quedamos en lindos discursos que nunca plasman en nada y de los que después se desprende la búsqueda de “culpables”, a donde los docentes siempre parecemos ganarnos todos los premios.

Afirmar por ejemplo que “los chicos enseñan mejor que los docentes”, es hacer descender la enseñanza y la didáctica al tercer subsuelo del cambio educativo. Pero, lo que es peor, es mostrar una enorme confusión entre lo que es enseñar y lo que es aprender; algo que quienes nos dedicamos a la educación tenemos hoy más que claro. No todo lo que se enseña se aprende, y se pueden aprender muchas más cosas que las que se enseñan. Pero lo importante es saber es que la figura de referencia en la expertiz de la enseñanza es y seguirá siendo el docente. Querer ignorarlo como parte de un análisis de época, amerita una clara llamada de atención que no se remite a lo corporativo sino al conocimiento efectivo de lo que es la enseñanza y el aprendizaje.

Finalmente, este tipo de análisis de la innovación que se presenta al margen de una lectura de las estructuras organizacionales como la escuela y de las relaciones de poder, pondera la mera decisión individual como si el cambio fuera resultado de la sumatoria de decisiones personales y no hubiera responsabilidad alguna del Estado, en la generación de condiciones básicas para poder lograrlo. Este reduccionismo en la lectura deja todo en manos del “querer o no querer cambiar”, lo que se constituye sin dudas en una gran falacia.

Somos capaces de reflexionar sobre nuestras prácticas pedagógicas tanto individual como colectivamente. No necesitamos que señalen con el dedo el camino a seguir: conocemos el valor y la necesidad de la formación continua. Podemos hacerlo mejor o peor, pero pensar la innovación y el cambio educativo al margen de los docentes es sin duda un posicionamiento tanto político como epistemológico sobre el cual tenemos que expedirnos.

La educación no es un campo neutral sobre el que todos pueden opinar nada más desde la experiencia personal o desde la mirada parcial de su propia profesión. Representa procesos complejos que sólo pueden ser analizados y comprendidos en contextos particulares, sobre los cuales solamente es posible opinar trabajando dentro de ellos.

¿Para cuándo los medios darán voz a los docentes, verdaderos protagonistas cotidianos de la enseñanza? Sin duda tienen una gran deuda pendiente al respecto.

15 comentarios

  1. Te confieso que esperaba «tu respuesta» a este artículo, desde el subtítulo …los jóvenes expertos tienen claves para lograrlo… me hizo ruido.
    En lo personal considero que hay que interpretarlo solo desde el nivel de un aporte. Asistimos a momentos «ceocráticos» donde (y sin ánimo de ofender) ratitas de laboratorio opinan acerca de la innovación educativa, aún sin estar frente a un aula por tiempos prudenciales, y totalmente fuera de los contextos , el tema es como tomamos estos aportes, y es ahí donde la ficción se cruza con la realidad.
    Que el aula se convierta en un laboratorio es deseable, por los beneficios que conlleva la innovación; pero ahora, la foto del hoy dice otra cosa (al menos en las escuelas públicas) y es ahí en donde me encrispo, porque en la REALIDAD, la escuela es distinta, donde, como implementamos esto, con la situación de los chicos, nuestros alumnos no son robots para que los programemos, y menos aún con la problemática de las adicciones, bullying, violencia familiar, desnutrición y otras realidades por las que atravesamos.

    No pongo en duda el conocimeinto de estas personas, pero si su nula experiencia áulica, carecen de la capacidad para silenciar 30 y pico de adolescentes, con las mas diversas y variadas situaciones, no son reglas a seguir de manera explícita; entran a la Escuela x la ventana y no por la puerta, dan sus charlas, fotos, documentan y … SE VAN !!!!! Si el chico lo interpretó, lo asimiló o le sirvió para algo, no es de su incumbencia, porque SU innovación educativa no llega eso.

    En relación al docente, es el gran ausente en el artículo, que presumo es a quien implícitamente va dirigido, pero hace agua y mucha en la METODOLOGIA, forma y contenido para la transposición didáctica.

    En resúmen, la Ceocracia llegó para quedarse un tiempo, desde un ministro de educación que no es docente hasta jóvenes expertos en innovación educativa con escasísimas horas de vuelo áulicas.

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    • Hola Edgardo!
      Asumo la responsabilidad enorme que es responder a esta nota, y a las expectativas de los lectores del Pensar la Escuela.
      Conozco a algunos de los entrevistados y coincido en el valor de sus aportes, pero esta tendencia a dejarnos a los docentes en este posición de permanentes aprendices (que lo somos…) pero nunca reconocernos nuestro lugar de la expertiz en la enseñanza como sabés me viene preocupando y ocupando.
      También es bueno que seamos los propios docentes quienes reaccionemos ante estos discursos que, para mí, muestran la visión más tecnócrata de la educación.
      Por eso tenemos que hacer escuchar nuestras voces, y creo que blogs y redes sociales son excelentes espacios para lograrlo.
      La ausencia de posicionamiento del docente en este artículo no es ingenua y me sorprende que muchos colegas reaccionen festejando la nota sin notar este punto.
      Fomentemos el debate real, más allá del discurso del «pseudopluralismo» que no existe si no discutimos en serio. Halagarnos entre nosotros no conduce a una reflexión profunda.
      Gracias por tu comentario. Un gran abrazo y a ver cuándo generamos un encuentro entre «docentes reales» para debatir en vivo y en directo!
      Débora

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    • ¡Exacto! Como docente jubilado que soy, recuerdo que hace muchos años fue a nuestro nocturno un supuesto experto a ayudarnos a superar nuestras falencias (era en la época de la primera presidencia de Menem, tan nefasta para la educación argentina). Lo dejamos hablar tranquilamente pero varios de los más veteranos nos fuimos dando cuenta que había cosas que no «cerraban» en su discurso, hasta que uno de mis compañeros directamente lo encaró y le preguntó si había dado clase alguna vez en un colegio nocturno, con mayoría de alumnos muy adultos, obreros y empleados, como era el nuestro. La respuesta fue «No». El resto, imagínenselo como quieran , pero ese experto al menos aprendió algunas cosas en esa reunión, entre ellas el valor de la humildad…Lo que cuento sucedió en Chubut.

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  2. Excelente, recién descubro este blog, voy a difundirlo entre mis colegas. Al fin leo una mirada critica, escrita sencillamente, con palabras que nos envuelven a todos los docentes!! Aplausos de pie!

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  3. Coincido totalmente con la nota, Débora, la innovación educativa no deviene de la utilización de técnicas o herramientas novedosas, ni tampoco de acciones individuales. Considero que es necesario estar involcrado en la práctica y poder reflexionar mucho acerca de ella. Para enseñar no es necesario recurrir a dispositivos que sólo sirvan de maquillaje. Un docente puede utilizar cualquier herramienta con creatividad y producir un aprendizaje significativo. Lo importante en el aprendizaje es que además de la transmisión de conocimientos se produzca la construcción de subjetividades como bien lo dice nuestra querida Silvia Bleichman, Y que no se constituyan sólo en una creación de una obra del maestro como lo dice Meirieu en Frankestein Educador. Me encanta y disfruto mucho tu blog. Estela Tramontini. Lo comparto en la Página de Facebook. https://www.facebook.com/escolaridadhoy/

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