La escuela no debería ocuparse hoy de enseñar a escribir en cursiva

Tomando la propuesta de mi querido colega Quique Quagliano, que me invitó a escribir sobre el tema, me gustaría acercar algunas reflexiones acerca del por qué de tal afirmación. Tengo muy claro que en este punto disiento con cantidad de respetadísimos docentes y amigos, pero como ustedes saben este espacio se ha creado para abrir debates significativos para la escuela. Y soy de la idea de que los cambios se producen si de verdad damos lugar a las discusiones de muchas de las cosas se ven “naturalizadas” en el día a día de las aulas.

Seguramente las razones que pueda esgrimir aquí serán solo los principales y luego irán surgiendo muchas más de un lado y del otro… ¡y bienvenido sea!. Pero me parece que lo importante radica en empezar a pensar qué cosas es necesario poner en cuestión de la educación.

El primer argumento que quiero darles es de tanta obviedad como contundencia: si la letra cursiva fuera indispensable para el desarrollo mental o cognitivo como se suele esgrimir, todas las culturas que manejan otro tipo de escrituras estarían en serios problemas. Preguntémosle por ejemplo a un oriental qué opina de la letra cursiva y lo más seguro es que nos mire con una cara que dice “-¿de qué me estás hablando?”. Partamos de la base entonces de que el desarrollo cognitivo no depende de modo alguno de la letra cursiva, tal como se demuestra empíricamente.

Voy a avanzar entonces sobre la misma línea que he iniciado la argumentación: la de la cultura. No estaríamos preguntándonos por este tema si no fuera porque los cambios tecnológicos van arrasando de a poco con la escritura manual y hoy estamos pensando más en cómo escribir con diferentes dispositivos que en la caligrafía. Sin embargo, aparece aquí una primera distinción muy necesaria entre escritura manual y escritura en cursiva, que no pueden ser subsumidas. Porque aquí entramos sino también en un argumento similar al que he dado antes: en muchos países del mundo, la escolaridad transcurre sólo utilizando la letra de imprenta. Y nadie se atrevería por ello a decir que en esos lugares “se enseña todo mal”.

La escritura manual en la escuela tradicional ha estado asociada a un saber al que se han dedicado tantas horas: la caligrafía. Sobre este punto es necesario resaltar que hoy no se constituye en un hecho de relevancia para la comunicación. Podríamos afirmar que en la actualidad resulta una habilidad más importante el hecho de escribir con soltura y rapidez en un teclado, que el hacerlo manualmente. Aunque los que afirman lo contrario suelen aducir que no siempre se tiene a mano un dispositivo: ¿cuál de estas capacidades creen que sería más ponderada hoy socialmente? ¿Cómo se puede ubicar el enorme esfuerzo dedicado a la letra cursiva dentro de este escenario?

Resulta un hecho notable que cuando se realizan trámites por ejemplo, los formularios soliciten muchas veces que se utilice letra de imprenta. La comunicación se vé claramente facilitada cuando se elude la letra cursiva. ¿Entonces por qué se sostiene como objeto de culto de la enseñanza en las escuelas? Vemos claramente que la necesidad de escritura manual se impone en múltiples situaciones cotidianas, sin embargo no vemos que se imponga la necesidad de hacerlo en letra cursiva.

Está muy arraigada la idea de asociar la letra cursiva con el desarrollo de la psicomotricidad, sustentado por años en cuadernillos de aprestamiento y en el gran negocio de los “Letramanía”, éxito garantizado de las escuelas. Hoy es posible afirmar con contundencia empírica que basta ver a los bebés operando con un control remoto o un celular para comprender que la motricidad fina no pasa por la letra cursiva. El fenómeno de la socialización tecnológica ha modificado toda forma de relación con los artefactos y por ende las maneras de experimentar y obtener precisión en el sobre uso de los dispositivos táctiles. La famosa “pinza fina de los dedos” -sobre la que tanto se trabajaba en la educación inicial- se desarrolla per se por la mera interacción con un entorno tecnológico al que, cabe destacar, hoy acceden prácticamente todos los niños desde edades muy tempranas.

En otra línea, algunas veces me han dicho que la letra cursiva daba cuenta de la personalidad de cada sujeto. Imagino que esto podría ser factible para algunos, pero no entiendo por qué deberíamos destinar horas y horas de enseñanza a una práctica cuya utilidad fuera poner de manifiesto la personalidad, cuando existen muchas otras de observarla y conocerla.

La tan mentada moda de relacionar la neurociencia con la educación es una de las que más ha “dado letra” al sostenimiento de la enseñanza de la letra de cursiva. Partiendo de explicaciones deterministas y generalizaciones erradas, se intenta establecer la idea de que para que “el cerebro funcione adecuadamente” debe llevar adelante algunas acciones que “activan mejor ciertas zonas”, que otras prácticas de interacción con objetos tecnológicos. ¿Cuáles son los estudios que demuestran esto fuera de todo contexto y cultura? Cuesta encontrarlos, pero afirmaciones de este tipo sobran en miles de artículos y aparecen los “especialistas” hablando más desde una nostalgia conservacionista que desde referentes empíricos concretos. En todo caso digamos claro que así como aparecen estas menciones a las bondades de la escritura cursiva, hay tantas o más referencias de cómo el uso de dispositivos tecnológicos mejora no sólo la escritura sino el aprendizaje en general, incluso argumentando con seriedad desde el propio campo de la “neuroeducación”, tal como describe por ejemplo Antonio Battro. ¿Por qué entonces “gana” en la escuela la argumentación del sostenimiento de la enseñanza de la cursiva frente a tantos otros estudios?

Así como no pueden homologarse los procesos de aprendizaje de la lectura y la escritura ni reducirse uno a otro, tampoco puede pensarse que escribir a mano o con dispositivos sea igual. ¿Eso quiere decir que uno es mejor que el otro? No lo creo, me parecen complementarios. Ahora, cuando hablamos de escribir manualmente, no veo necesidad alguna de hacerlo en letra cursiva. Sin embargo, gran parte de la escolaridad está centrada en su enseñanza y otra gran parte en su corrección.

No quisiera olvidarme de la “tortura adicional” que representa el uso de la lapicera “fuente” o de pluma que aún se sigue usando y sosteniendo como baluarte de los primeros grados de la escuela primaria argentina. ¿Cuántas personas la usan luego en su vida diaria? ¿Y quiénes son ese número ínfimo de personas que las usan? ¿Por qué entonces imponer a los chicos el uso de un objeto tecnológico obsoleto y cuyo valor cultural es cuestionable? Claro que siempre lo hacen en nombre de esa “psicomotricidad nostálgica” que ya no es tal.

Si no se trata ya de del desarrollo psicomotriz; si tampoco estamos hablando de cuestiones cognitivas; si los factores culturales y comunicaciones indican que la letra cursiva no tiene relevancia alguna para el aprendizaje, la vida o el crecimiento; si los aportes de la neurociencia no muestran con claridad nada respecto de las ventajas de la cursiva… ¿qué es lo que hace que se perpetúe esta práctica dentro de los primeros grados de la escolaridad?

Aquí me detengo a delinear una hipótesis personal: la enseñanza de la cursiva actúa como uno de los principales bastiones del sostenimiento del poder sobre un conocimiento en el que los maestros aún conservan la centralidad; mientras que se ven jaqueados por aquellos “saberes tecnológicos” con los que llegan chicos a la escuela. En este campo de la cursiva los docentes tenemos todo para enseñar y los alumnos llegan “en cero”. ¿Qué mejor forma de agudizar la distancia entre saberes que mediante contenidos como éste? Enseñar cursiva dota a los maestros de una enorme seguridad y comodidad frente al conocimiento y permite sostener su rol tradicional de “transmisor del saber”. ¿No es hora de ponerlo en cuestión?

Quizás cuando los docentes estemos más afianzados en la idea de que hay mucho que podemos enseñar sin necesidad de caer en estos bastiones tradicionales, logremos despedirnos del enorme tiempo que la escuela primaria dedica a la enseñanza y “corrección” de la letra cursiva, cuando ya sabemos que no es un saber esencial para el mundo que nos toca vivir. O sino, pregunten a los médicos con su tradición de recetas ilegibles. ¿A alguno se le ocurriría discutir la idoneidad de estos profesionales a partir de juzgarlos por su “mala letra”? Entonces: ¿por qué volver locos a los chicos con el paradigma de la “letra linda”? Si es para que nos entendamos, la escritura manual en imprenta nos basta y nos sobra.

10 comentarios

  1. Hola, Débora:

    Me gustó mucho el artículo. Confieso que por un momento temí que el debate se planteara entre «teclado vs. manuscrito», pero no, me alegró equivocarme. Hablamos de la letra cursiva, no de la manuscrita. Eso queda claro. Puedo seguir usando mi pluma Parker… 😉

    El tema de la práctica de la letra cursiva, lo veo todos los días, sigue siendo una imposición, como lo es en muchas escuelas el cuaderno borrador y otras delicias del manual de tortura infantil. Hay mucho para pensar al respecto, sobre todo en cuanto a la enseñanza de la cursiva como «bastión de poder» del docente en su ya arcaico rol de transmisor del saber. Todavía hoy, en el segundo ciclo de primaria los pibes me preguntan, «¿imprenta o cursiva?» cuando les pido que tomen nota en el cuaderno.

    Cierta vez le escuché decir a Pozo que «la escuela es una institución del siglo XIX, con docentes del siglo XX para alumnos del siglo XXI». Este es un ejemplo, quizás paradigmático, de esa realidad. Pero confiemos en que, como siempre ha sucedido aun con gran morosidad, que la escuela finalmente se adapte para sobrevivir. En esos días en que estoy más pesimista, pienso que sólo un cambio generacional puede hacer que los docentes piensen distinto. Pero todavía tengo esperanzas.

    Gracias por escribir esto. Me sirve de mucho. A propósito, lo de la letra de los médicos debería cambiar. No sé por qué se les tolera eso. Basta hablar con un farmacéutico para saber como se sufre eso.

    ¡Saludos!

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    • Jaja Quique, es verdad pobres farmacéuticos!
      Te agradezco haberme insistido para escribir sobre este tema que tenía pendiente. Y sí: suele confundirse cursiva con la expresión «manuscrita» como único tipo de escritura manual. Sobre esto es importante instalar la distinción y romper con falsas oposiciones manual/digital. Pero también terminar con las imposiciones: la escuela debería transitar ambas escrituras con la misma intensidad.
      Un abrazo!
      Débora

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  2. Hola!! creo que los cambios se deben dar en forma procesual…… y con el tiempo los docentes dejaran de imponer la letra cursiva como una cuestión necesaria, ya que muchas veces nuestros propios compañeros y compañeras exigen que los alumnos /as deben conocer las letras cursivas ya que ellos/las la utilizan cuando escriben en la pizarra. Aquí es donde el cambio debe cobrar efecto. Sí, estoy de acuerdo a que si escribo lo debo realizar con la mayor claridad para que otros entiendan y no realicen la difícil tarea de descifrar.

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    • Hola Jorge, es cierto que el tiempo ayudará, siempre y cuando empecemos a tematizar los aspectos que tenemos que comenzar a cuestionarnos de nuestras prácticas.
      Es un punto interesante el que presentás de la letra con la que nosotros escribimos en el pizarrón, porque me lleva a pensar qué pasará en el momento en que gran parte de los chicos aprendan a escribir en código (de eso hablan hoy las «nuevas alfabetizaciones») y nosotros los docentes no podamos entenderlos. Porque en el caso de la cursiva es una «comodidad» de algo que hemos incorporado ya, aunque bien podríamos escribir en imprenta en el pizarrón y seguramente muchas veces hasta nos entenderían mejor. En muchos países de hecho la escolaridad transcurre toda en imprenta como comentaba en la entrada del blog.
      ¡Gracias por ampliar la mirada!
      Un abrazo,
      Débora

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  3. Fui a la escuela hace más de 30 años y en mi país la cursiva no es obligatoria aprendí a escribir en «despegada» y para leer si los dos tipos la mayoría de textos en latinoamerica no usan la cursiva, de la misma forma que no se enseña la forma vosotros (que a mi sí me enseñaron), seguramente el texto lo leerán docentes de otros países y podrán ilustrarnos sobre el proceso y casi me aventuraría a decir que es un debate muy español y por ejemplo en Estados Unidos el proceso es inverso primero script y en tercer grado (creo) enseñan cursiva… Sus razones también tendrán

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    • Hola! Recién hoy veo este blog Débora y me resulta muy interesante. Para contribuir a la charla, por ejemplo en España, en Ecuador sí se usa la cursiva y desde nivel inicial para leer y escribir, yo lo he visto y si bien requiere práctica logran hacerlo y habituarse a este tipo de escritura. Creo que es importante decir que hay muchos estudios que sí demuestran muchos beneficios de la cursiva (posibilidad de segmentación léxica, velocidad, diferenciación minúsculas y mayúsculas, etc) Busquen el artículo: YAUSAZ, FABIÁN
      (2012) Fluidez en el trazado manual y composición escrita. Estudio exploratorio con niños argentinos al finalizar tercer grado. Interdisciplinaria, vol. 29, núm. 2, 2012, pp. 271-286.
      De todas maneras lo escencial es que los chicos aprendan a leer , escribir y comprender, eso es lo fundamental, más allá del tipo de letra, y ese sí que es un problemón en nuestro país!!
      cariños
      Sandra

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  4. Hola Débora y todxs:
    genial empezar a desnaturalizar este temita de la cursiva. Trabajo en escuelas primarias privadas desde que me recibí y lo que puedo aportar tiene que ver con esto que señalás como «psicomotricidad nostálgica» pero que proviene fuertemente de las familias que integran la comunidad escolar. Hay algo muy fuerte de las biografías escolares de las familias. A partir de esas biografías, las familias demandan de la escuela saberes y prácticas que vivenciaron y que asocian con lo «sustantivo» de la escuela. Parecería que, independientemente de las propuestas más innovadoras o disruptivas, la escuela ES escuela si mantiene ciertos rituales. Y escribir en cursiva pasó de ser un saber procedimental a un ritual, asociado al ritual del uso de la lapicera de tinta.
    La verdad de la milanesa es que para los estudiantes la escritura en cursiva es siempre una tortura (tiene un nivel de dificultad mayor comparado con la imprenta y eso les molesta). Y para los docentes, que trabajamos con estudiantes que están en primer ciclo, es tortuosa la revisión de los textos escritos en cursiva cuando están recién incorporándola. No es práctico para nadie… y el argumento que debería sostener su enseñanza debería ser su comunicabilidad.
    Por otra parte, en la vida cotidiana por fuera de la escuela, la cursiva aparece poco y nada… en mi caso puntual me sirve solamente para tomar apuntes en una clase. Ahora bien: ni por asomo me sale prolijita y redondita como les exigimos a nuestros alumnxs en las clases. Por el contrario, más bien se parece a la de un médico. Pero esto no es un problema, porque es una escritura cuya destinataria soy yo misma.
    Se me ocurre una idea para el comienzo de las clases: llevar este artículo a las escuelas. Quizá el primer paso para pensar una renovación sea, simplemente, poner los argumentos sobre la mesa y ver qué pasa.
    ¡Abrazo grande!

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    • Qué bueno Vanesa si este artículo es el disparador para el debate!
      Lo importante es no continuar con las inercias y entender que la nostalgia de nuestra propia experiencia educativa no puede motivar hoy las decisiones pedagógicas. El punto fundamental es el que señalás de la naturalización: cuando dejamos de cuestionarnos estas cosas, es cuando se constituyen en problema.
      Por eso, independientemente de los resultados de este debate, tenemos que darlo y analizar el tiempo y las estrategias que dedicamos a la enseñanza de la escritura en la escuela, intentando también recuperar con los chicos el placer por comunicar de forma escrita así como lo trabajamos con la escuela.
      ¡Gracias por seguir pensando juntas!
      Un gran abrazo,
      Débora

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