Desgarrando nuestros profesorados

¡Cuánto hace que no logro escribir! Sé que un blog de este tipo no debería ser autorreferencial, pero a veces resulta muy difícil. Y separar en estos días lo personal y lo profesional se vuelve casi imposible.

Desde el 23 de noviembre de 2017, fecha en que amanecimos enterándonos que en la Ciudad de Buenos Aires se iban a cerrar los 29 profesorados dedicados a la formación de maestros y profesores, no hemos parado de trabajar con mis colegas rectores/as, con los docentes, con los estudiantes, con las familias y con los egresados para intentar hacernos escuchar sobre las consecuencias de esta locura.

A nuestra ardua tarea cotidiana le sumamos el doble de horas y esfuerzo para defender las instituciones. En medio de tanto discurso de “falta de vocación”, me cuesta entender cómo hay quienes no logran valorar la fuerza y el compromiso que estos colectivos estamos poniendo en defender lo que amamos: los lugares que nos formaron, los espacios a donde elegimos trabajar, las instituciones de la educación pública que queremos. ¿Qué nos van a hablar de vocación cuando estamos dejando nuestras vidas por sostener uno de los pilares de la educación argentina? No, no estoy exagerando. Se los puedo asegurar.

Todos/as quisiéramos estar en este momento abocados exclusivamente a nuestras tareas de enseñar, aprender, gestionar. Pero sin embargo, estamos saliendo por todas partes para contar lo que estamos pasando y lo que los medios han hecho tanto esfuerzo por mantener oculto. Festivales, bicicleteadas, conferencias, mesas de debate con especialistas, volanteadas, jornadas en plazas, marchas, semaforazos, clases públicas, difusión en redes sociales, etc. son algunas de las cosas en las que venimos poniendo nuestro cuerpo y alma en los últimos meses. Gente que piensa muy diferente dentro y fuera de las instituciones, toda coincidiendo en que esta arbitraria medida que tiene en sus planes el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires producirá un colapso cuyo impacto no sólo devastará el sistema formador sino todo el sistema educativo en su conjunto.

¿Acaso alguien puede creer que tanta gente diferente dedique semejante tiempo y energía de sus vidas por algo que no reviste gravedad?

No hubo nunca escucha ni debate con las comunidades sobre este plan. No hubo nunca diálogo. Sólo hubo imposición y maltrato por parte del Ministerio de Educación. Y lo sigue habiendo en cada una de las declaraciones de funcionarios que tienen como objetivo desprestigiarnos, ensuciarnos, volvernos “sospechosos” de algo que no somos y buscando otorgar un sesgo “criminal” a toda forma de protesta que encaramos. Hemos hablado aquí del plan sistemático de desprestigio de la docencia, del rol de los medios en él y de las consecuencias nefastas que esto tiene sobre la mejora de la educación. Sin embargo, el plan continúa y se profundiza. ¿Hasta dónde se va a llegar?

Pero déjenme contarles por qué personas tan diferentes salimos a defender de esta forma nuestros profesorados. Quienes pasamos por estos espacios nos volvemos apasionados por la educación: si hay algo que estas instituciones logran desarrollar es un sentimiento y una valoración de la educación difícil de describir. Y ahora voy a ser un poco autorreferencial a modo de ejemplo.

En 1992, recién egresada de la universidad, me enteré de que buscaban profesores en el Normal 1. En ese momento lo hacían en el turno vespertino, para intentar llevar a cabo de experiencias de innovación en la formación docente. Con todo mi entusiasmo me fui a postular e ingresé en abril de ese año, es decir hace 26 años, lo que llamativamente hoy constituye exactamente la mitad de mi vida. Desde ese día, jamás pude irme de esa institución: los colegas que conocí, las ganas de cambiar de la educación, la pasión por las ideas nuevas me atraparon inmediatamente. En paralelo realicé muchísimos trabajos más, pero jamás dejé el Normal 1. A los pocos años de ingresar, empecé a pensar en cómo construir mi carrera profesional para llegar en algún momento de ella a poder dirigir esta institución. Aunque les parezca increíble, tenía esto en mente ya desde hace más de 20 años. Así que cuando supe que estaban dadas las condiciones para presentarme a elecciones para el cargo de Rectora, logré concretar lo que para mí había sido una meta en mi carrera profesional.  Con este breve relato podrán imaginar entonces por qué amo tanto mi trabajo en el Normal 1!

Algunos podrán decir “son casos excepcionales”. Y ahí viene el punto: ¡no es así!. Un enorme grupo de colegas siente y piensa igual del mismo modo que nuestros estudiantes, que aprenden a amar muy prontamente el lugar que los forma. Tal es así que nuestros graduados siempre regresan en algún momento para seguir formándose o incluso para ser profesores. Esto sucede en el Normal 1 y en todos nuestros profesorados. Por eso es que cuando salieron desde el gobierno con la disolución de nuestras instituciones, todas coincidimos en salir a pelear juntas su defensa. ¿Alguien puede atreverse a decir que está mal que lo hagamos? No se trata de corporaciones, no se trata de endogamia: se trata de cómo queremos nuestras instituciones. Es orgullo de estar en ellas.

Una de las principales características que definen una buena institución es el sentido de pertenencia que genera. Es indudable que nuestros profesorados lo producen: ¿es esto lo que le molesta tanto al gobierno como para destruirlos? Rara contradicción discursiva, cuando no hablan de otra cosa que la tan mentada “calidad”. ¿Será hora de que sepan que éste es uno de los principales indicadores? ¿O simplemente lo usan en el discurso pero no toleran cuando lo ven en la realidad?

Este tiempo de intensa lucha por la defensa de nuestras instituciones me hizo conocer a fondo las otras comunidades de los profesorados. Me sorprendí de encontrar este apasionamiento, pero rápidamente entendí por qué nuestra fuerza se multiplicó ante esta coincidencia. He descubierto colegas maravillosos que no dudan en sacar fuerza de donde ni ellos conocían que tenían para sostener nuestras instituciones.

Un punto aparte hay que dedicarle a nuestros estudiantes, que con su enorme creatividad, energía y claridad se organizan con sus complicadas vidas para sumar cada minuto a la defensa de nuestros profesorados. Verlos es sentir un enorme orgullo. Verlos es saber que hemos hecho y hacemos las cosas bien.Verlos es tener la convicción de que nuestra educación pública tiene un futuro garantizado.

No nos van a asustar con desprecios, con subestimaciones, con mentiras. Nosotros sabemos que tenemos un capital que quienes quieren doblegarnos no tienen. Ya no hay miedo: sólo compromiso colectivo. Mal que les pase, esta es la verdadera vocación de la que tanto hablan y que nunca han podido entender de qué se trata.

 

#NuestrosProfesorados

#NoALaUniCABA

#NoAl29x1

 

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