Hoy me sucedió como docente algo que solamente había vivido dos veces hace muchos años y que, tal como en aquellas ocasiones, me dolió: le comuniqué a una estudiante del profesorado que había descubierto su plagio en la entrega de un trabajo de evaluación que había solicitado. Y por esas cosas increíblemente casuales justamente hoy recibo este enlace publicado por Eduteka, sitio que sigo desde hace muchos años: «Descubra el Plagio en los trabajos de los estudiantes«. Más allá de la coincidencia, al leerlo me quedé pensando en que efectivamente habían sucedido varias de las cuestiones que aquí se mencionan y que mi intuición de años me había ayudado efectivamente a descifrar esta situación. Sin embargo, lo que esta entrada no podía describir era la mezcla de sensaciones que se me produjeron al enfrentar esta situación y que me parece que amerita un espacio de reflexión.
Cuando uno entabla una relación con sus alumnos, se genera un vínculo que debe estar basado principalmente en la confianza mutua. Hago aquí un paréntesis entre el «deber ser» y la realidad, porque ya sabemos que muchos docentes no solamente están lejos de este postulado sino que por el contrario construyen una relación basada en la desconfianza y en el supuesto que los alumnos siempre engañan o mienten para sacar ventaja. En lo personal, estoy convencida de que nada está más lejos de esta idea. Pero por supuesto: siempre hay excepciones a la regla.
Solo sobre la base del vínculo de confianza es que resulta factible construir conocimiento y aprendizaje. Ningún estudiante puede aprender si quien le enseña no confía en él. Como contracara, cualquier docente que adhiera a este postulado intentará generar el mejor clima para que esa confianza se afiance y crezca a lo largo del período que se comparte. En el caso que relato, habíamos compartido ya casi un cuatrimestre completo de cursada y la materia que dicto está llegando a su fin en pocos días. Por lo tanto, el vínculo era verdaderamente fluído y cercano en esta situación y de allí que haya producido en mí una peor sensación frente a los hechos.
En este hecho se esgrimieron argumentos que parecían pertenecer a dos registros muy diferentes: mientras yo hablaba de plagio, del otro lado me hablaban de «lo tomé porque me gustó» como si hubiera sido una «inspiración»; mientras yo mencionaba fuentes me decían «no me dí cuenta que era importante mencionarlas»; mientras yo explicitaba la gravedad en términos de valores, me respondían que «solo era tomar un modelo» a pesar de que estaba exactamente copiado y pegado en los mismos términos que aparecía en la web. Dos discursos muy alejados para un vínculo docente-estudiante que se había gestado por varios meses…
Y aquí es donde no me alcanzan los «sistemas de detección» y empiezo a pensar en cuestiones que van mucho más allá del hecho y que me parecen las de fondo: ¿Qué le pasa a un estudiante adulto -en este caso que va a ser docente- cuando decide hacer algo así? ¿Qué lo lleva a dejar la confianza de lado y optar por el «camino más fácil»? ¿Puede la historia escolar del «zafar» ser más fuerte que los valores en este contexto? ¿Qué le pasa por la cabeza cuando se imagina al docente leyendo el trabo que presentó? ¿Es posible subestimar tanto la capacidad de observación y seguimiento de un docente? ¿Qué pasó con la comunicación?
Seguramente muchos dirán «esto siempre pasó», «esta vez te diste cuenta pero andá a saber todas las veces que no lo viste», etc. Pero creo que ese no es el punto: en la medida en que esto no produzca algún tipo de reflexión y análisis no solamente seguirá sucediendo sino que pasará a la interminable lista de rituales propios de las instituciones educativas y allí se naturalizará hasta pasar a ser nada más que un dato folklórico.
No quiero naturalizarlo, no quiero ignorarlo: quiero pensarlo. Pero saliendo del «cómo lo descubrimos» y pasando a un plano diferente de análisis que me permita entender cómo hacer para que no vuelva a suceder. Patear la pelota para otro lado dudo que ayude.
Nota final: releyendo todo lo que escribí veo algo particular: ¡cuántos «no» que puse en esta entrada!!!!! Y eso que me lo paso sugiriendo que es mejor evitar definir las cosas por la negativa…
Es el fruto de una historia cultural y un cambio de paradigma que, a veces, nos supera. Como docentes ¿cuántos materiales hemos tomado para nuestras prácticas sin importarnos sus restricciones de copyright? Quizás por descuido, quizás por estar refugiados en la intimidad del aula, ¿cuantas películas y software pirateado hemos utilizado sabiendo que en realidad se trataba de una acción ilegal? Llevados de la mano por las restricciones del copyright (protectoras del mercado, no de los autores) fue así que la educación se convirtió en el fin que siempre justificó esos medios.
Creo que no siempre hemos sido lo suficientemente respetuosos de las autorías de textos, imágenes e ideas encontradas salvo cuando la jerarquía y la publicación de los trabajos lo justificaba. Con ese bagaje cultural hoy nos encontramos que los medios de comunicación y publicación nos exponen, nos facilitan y hasta nos alientan a tomar, copiar, pegar y compartir irreflexiva y compulsivamente lo que no es «nuestro». Este efecto multiplicador de herramientas y redes digitales nos obliga a tomar con mucha más responsabilidad nuestro respeto al pensamiento y el trabajo ajeno.Una vez más, hay que desaprender y volver a aprender.
Más reflexiones en La difícil relación entre copyright y educación
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Como docente de enseñanza de nivel superior comparto totalmente la respuesta de Ricardo L. en relación con Copiar, pegar, plagiar? Si pensamos en los entornos en los que los estudiantes y profesionales nos movemos para buscar, consultar y reproducir fuentes de otros autores, se hace muy necesario hoy en día incorporar una nueva pedagogía para no perder de vista la importancia de la cita y los nuevos modos de cita que propone el mundo virtual, dada su naturaleza inmaterial.
Para quienes nos toca la tarea de enseñar, trabajar con alumnos de nivel superior, nos encontramos con alumnos que desean reproducir sus prácticas de escritura virtual iniciadas en el secundario en un ámbito que les exige la producción de textos académicos, con mayor rigor en el citado y en la formulación de las fuentes.
Personalmente, lo que suelo hacer es restringir las fuentes bibliográficas obligatorias en algunos escritos, y asegurarme de dominar las fuentes que propongo para la producción del trabajo. En segundo lugar, propongo consignas de reformulación y resolución de problemas de manera que el alumno no se vea involucrado en una tarea reproductiva de la información. Si la finalidad de nuestros trabajos no es la mera reproducción de información ya instituida, y en cambio deseamos propiciar aprendizaje, entonces hay que pensar nuevas consignas, nuevos modos de tratamiento de la información, y replantearnos también . ¿Para qué pedimos una monografía? ¿para qué pedimos un informe? Recuperar el sentido de estos géneros también es un desafio!!
algunos de mis blogs:
http://www.lostextosacademicos.blogspot.com
http://www.yelrestoessilencio.blogspot.com
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