¿Los maestros recién iniciados sufrirán de amnesia?

Estas semanas, como suele suceder a esta altura del cuatrimestre con mis numerosos estudiantes de profesorado, estuvimos trabajando conceptos de la didáctica vinculados con el cómo cambiar las formas de enseñar de manera concreta. Mucho entusiasmo, muchas ideas, debate, cuestionamientos, propuestas, a las que asisto con enorme esperanza de que los futuros docentes puedan ser quienes inicien algo diferente.

Pero siempre en este punto me hacen la misma pregunta que me cuesta responder: ¿por qué si los maestros salen formados con los mismos principios, fundamentos, orientaciones y criterios cuando llegan al aula reproducen lo peor de lo que se viene haciendo en la escuela?

Una de mis grandes y queridas «maestras», María Cristina Davini, siempre nos decía que el lugar a donde había que trabajar fuertemente para producir el cambio era en el acompañamiento de los maestros noveles. Fue ella quien me acercó a E. Terhart (1987), quien define la formación inicial como una «empresa de bajo impacto» o lo que podríamos casi definir como un período en donde por más que la formación se incremente en calidad o cantidad de tiempo, sus resultados no lograrán nunca ser cercanos a lo esperando. En esta línea dice A. Alliaud:

«En el mismo sentido, Terhart (1987) afirma que cuando los docentes comienzan a trabajar en las escuelas “vuelven” a ser conservadores ; ya que es allí donde se recuperan los saberes y reglas de acción adquiridos durante la época escolar previa. Aún cuando la preparación profesional haya brindado nuevas concepciones, el contacto progresivo con la práctica promoverá respuestas “adaptativas” a la realidad escolar, activándose los modelos incorporados que se han forjado en la época de alumnos.»
 

Así vemos cómo la «biografía escolar» termina teniendo más peso que los años de formación inicial docente. Suena frustrante, ¿no?

De allí la gran preocupación de los estudiantes de profesorado: ¿cómo hacer para que no «se los devore el sistema»? ¿Cómo evitar caer en las peores prácticas que ellos mismos cuestionaron apasionadamente durante la formación? El mayor contraste lo viven cuando les toca hacer sus prácticas en un grado a cargo de un docente recibido en nuestra propia institución, y los observan accionando de manera opuesta a todo lo que detenta su discurso.

Después de 22 años de formar docentes, sigo creyendo que el cambio es posible y que lograr que «el sistema no te aplaste» resulta algo dependiente más de factores ideológicos que pedagógicos. Imagino que muchos no acordarán con esta afirmación, pero estoy convencida de que si un maestro recién graduado es capaz de cuestionar el poder instituido desde un lugar más productivo que el de una mera «rebeldía» o «slogan», es capaz de producir cambios.

A veces observo con cierta tristeza cómo al iniciarse en su carrera docente parecen «olvidar» todo lo que trabajamos: los debates, el reconocer que no hay posiciones únicas, el indagar perspectivas diferentes, la investigación sobre la práctica. Me resulta muchas veces desconcertante verlos repetir clases asentadas sobre la transmisión de un discurso único y centradas en ellos mismos como única voz. Por eso me parece que las cosas más importante para adquirir durante la formación inicial son la capacidad de dudar, de estar disconformes, de probar perdiendo el miedo a equivocarse, de colaborar y debatir. Pero por sobre todas las cosas, de desarrollar la escucha y la observación de los chicos. Y no se trata solo de aplicar «técnicas de observación», sino de saber mirar y escuchar lo realmente valioso del aula.

Visto de este modo, a veces me pregunto si la tan ansiada prolongación de la formación inicial en el tiempo, por la que tanto peleamos, está siendo realmente efectiva. No la veo impactar a donde se necesita: la veo más bien reproducir en más tiempo los mismos modelos tradicionales que afianzan a veces lo peor de la enseñanza.

Los maestros que se inician tienen el poder en sus manos de cambiar la educación: no deberían temer sanciones o correr detrás de los fantasmas que asolaron a sus predecesores, quienes intentan socializarlos en sus propios temores tal como hicieron con ellos. Sobre todo en la escuela pública, los docentes contamos con la libertad de innovar y repensar nuestra acción cotidiana, más allá de algún directivo más o menos «gruñón» o perseguidor que nos toque. El aula es un espacio creativo por excelencia, no un lugar rutinario y repetitivo. Hay que perder el miedo a probar todo aquello que se aprende con fundamento en la formación inicial y hay que desconfiar de las «fórmulas probadas» que quieren vender aquellos que no se animaron al cambio.

Por último, algo que siempre dicen mis estudiantes y que sin duda es la clave: se aprenden nuevos modelos viviendo como alumnos nuevos modelos de enseñanza. Mientras la formación superior repita la tradición académica con su consecuente  fragmentación disciplinar, y mientras las clases y formas de evaluación sigan reproduciendo las fórmulas habituales de la enseñanza tradicional, más lejos estaremos de producir una mejora. Me parece que estamos en condiciones de despedirnos del todo de la figura de la «maestra Siruela» (sí, con S…) que tanto mal nos ha hecho.

 

3 comentarios

  1. Todo un tema!!, es como cuando se trata de ver si fue primero el huevo o la gallina! jaja. Igual, tal como lo expresas, yo creo que puede perfectamente haber un cambio si primero reconociéramos que necesitamos re formular la idea de educación en sí. Esta educación academicista y enciclopedista funcionaba para una sociedad con un acceso a la información muy limitado- aun en mí época era limitado!!. Ahora necesitamos que los niños y jóvenes tengan una escuela que los forme integralmente y ayudando a desarrollar habilidades y valores necesarios para tener un mundo que sepa cómo adaptarse a los cambios y resolver problemas cada vez más variados y nuevos.
    En fin, de todas maneras creo que puede haber pequeños cambios que ayuden a de a poco ir teniendo una escuela mucho mejor. Te nombro algunos, el desarrollo de cómo para mí podría implementarse te lo debo porque es muy largo!!!
    – Reducción imperiosa del número de alumnos por aula.
    – Desentralización de la educación (como en su momento se hizo con la salud)
    -cambio de hábitos básicos: como decía Tonucci que el alumno mude de aula no el docente, clase estilo taller, etc.
    – Formación más variada de los docentes y…. (aunque muchos me odien) evaluación también de ellos.
    Este último punto te lo explico rápidamente. No todos los magisterios o profesorados tienen la suerte de tener docentes como vos. No lo digo por dorarte la píldora sino honestamente ya hubiera querido yo tener en el mío la posibilidad más no sea de debate… jamás la tuve. En cuanto a lo de evaluación docente, lamentablemente por el ritmo que llevan y por muchas otras cosas no se siguen capacitando. Los pocos que yo conocì que lo hacìan era por el bendito puntaje docente y nada más pero les importaba tan poco lo que aprendían o no, de hecho se quejaban como se quejan los chicos de nosotros! jajaja muy irónicamente patético pero es así.
    Cómo puede ser que si yo agarro un maestro y le pregunto por ejemplo cosas básicas de psicología infantil o adolescente no las pueda responder, no me sepa nombrar de corrido al menos 4 corrientes pedagógicas distintas??
    Ayy no quiero seguir porque me embalo y te monto un testamento en el comentario!!
    Un abrazo, siempre un placer leerte.

    Me gusta

Deja un comentario