La escuela no siempre tiene razón

Hoy voy a escribir como madre, no como docente. Quiero hablar de la innumerable cantidad de veces en que «la escuela» opina sobre los chicos sin tener razón pero los padres acatamos calladamente por la autoridad que se le otorga a la institución escolar. Este sometimiento a la «palabra de la escuela» es aún más profundo en la medida en que se la visualizada como un lugar «sagrado». A veces dudamos de lo que dicen, pero lo damos crédito porque «si lo dicen en la escuela por algo debe ser». Y en esta acción quienes salen perdiendo son los chicos, quienes sienten que su palabra tiene menos valor para los padres que lo que les dice la escuela.

No todo lo que dicen los docentes es cierto. Creo que los padres deberíamos confiar más en nuestras percepciones y a veces relativizar el peso de los cuestionamientos que la escuela hace sobre nuestros hijos. Ya sé que suena extraño que una docente diga esto, pero también es importante confiar en que los padres conocemos a nuestros hijos y no es justo para ellos la falta de confianza. Claro que no se puede generalizar: por supuesto que los padres tenemos imágenes subjetivas y sesgadas! Pero la escuela también… y lo que es peor: muchas veces tiene imágenes estigmatizadas de los chicos, por las cuales hagan lo que hagan no se verá bien o lucirá adecuadamente porque están destinados a correr una suerte de «profecía autocumplida».

¿Cuántas veces un chico relata a sus padres algo que sucedió en la escuela y le respondemos que tal vez malinterpretó lo dicho por el docente o lo sucedido? Es posible que así sea… ¿pero por qué siempre primero dudamos de ellos y no de la escuela? Los padres que a su vez somos docentes tenemos como plus adicional ya que sufrimos de un cierto grado de «corporativismo» por el cual tendemos primero a intentar entender al «gremio» y justificar su accionar antes que admitir que los colegas pudieron haber «metido la pata». Sin querer,  vamos contribuyendo a la pérdida de confianza de los chicos a pesar de tener las mejores intenciones.

He escuchado innumerable cantidad de veces «pseudodiagnósticos» de síndrome de déficit de atención; autismos; «falta de atención en la casa»; dislexias; etc. hechos por docentes o equipos de escuelas que prefirieron «etiquetar» y despachar chicos a trabajar con ellos. Muchos ni siquiera tenían asidero, pero preocuparon y ocuparon por años a padres que buscaron cosas donde no las había y patologizaron situaciones que no lo merecían, todo por indicación de la escuela. Incluso motivaron cambios de escuelas con las consecuentes pérdidas de redes sociales para los chicos.

Los padres podemos relativizar, negar, subestimar, etc. Pero también podemos valorar, ponderar, poner en contexto e historia, comprender integralmente… cosas que a veces la escuela no logra. Y estas capacidades son las que nos permiten percibir la naturaleza y dimensión de cada uno de los relatos de los chicos. No nos excluye de equivocarnos, pero nos posiciona en un lugar de conocimiento acerca de lo que le pasa a los chicos que la escuela claramente debería considerar en ver de repeler. ¿Por qué naturalizar que está bien la desconfianza de la escuela hacia la visión que tienen los padres acerca de sus hijos? ¿Por qué es más importante lo que piensa la escuela acerca de los chicos que lo que ven sus propios padres?

La escuela pide y reclama una participación activa de los padres, una implicación de ellos en el proceso de aprendizaje de los chicos. Pero cuando un padre plantea su punto de vista sobre un tema, la escuela suele responderle «-Uds no saben de esto, los que sabemos somos nosotros». Gran parte de los desaciertos y faltas de progreso en los chicos se producen porque la escuela no escucha ni atiende lo que los padres observan y sienten.

Existe una poderosa tradición institucional en la escuela vinculada con el «poner los problemas afuera»: a la institución educativa le cuesta hacerse cargo y responsabilizarse, por lo que suele buscar responsables de los problemas en «el chico»; «la familia»; «la casa». Y a veces los problemas no están ahí sino efectivamente adentro de la escuela. El caso más emblemático acerca de este problema es el del bullying: la mayor parte de las escuelas niegan o relativizan su existencia o lo que es peor, lo adjudican «al contexto» o al propio chico que lo padece y no miran para adentro lo que está pasando.

Por ejemplo el «silogismo»:

Premisa a) Los chicos se agreden por Facebook

Premisa b) Facebook no es la escuela

Conclusión: Los chicos no se agreden en la escuela

La escuela no siempre tiene razón. La escuela muchas veces se equivoca. Y somos los padres quienes tenemos que salir a sostener la posición de los chicos, porque sino les estaremos «sacando muchas fichas» que minarán su autoconfianza. Los chicos no son perfectos, las familias no son perfectas, pero claramente la escuela tampoco. Confiemos en nuestras percepciones como padres y démosle batalla a esta histórica sacralización de la escuela.

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6 comentarios

  1. pienso que es un problema inclusive cultural, a veces o muy a menudo solemos justificar nuestras acciones como padres, docentes y lo reproducimos como hijos y por supuesto buscamos culpables y todos resultan con responsabilidad menos yo; educar con asertividad es algo muy complejo porque requiere de formar seres autónomos, reflexivos y críticos y eso nos espanta porque las nuevas generaciones nos pueden rebasar por el miedo a perder la autoridad y no saber después como tener el control.

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    • Ciertamente Ismael existe una tendencia a poner los problemas afuera en todos. Quizás el desafío sea justamente asumir conjuntamente las responsabilidades y ver cómo cada parte suma algo para mejorar.
      Gracias por tu comentario!

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    • En mi experiencia, salvo contadas excepciones la mayoría toma la palabra de la escuela. Si bien la desvalorización social del trabajo docente se palpa cotidianamente, existe una fuerte aceptación por los juicios y valoraciones que la escuela establece. En algunos casos por escaso involucramiento es decir casi una «inercia», en otros porque aún se visualiza como el lugar que valida lo que los chicos saben o no.
      En cualquier caso, los contextos siempre cambian las percepciones y tu experiencia puede ser bien distinta como estás relatando. Sin embargo, no creo que ninguna de ambas amerite ser «envidiada»: ni tanto ni tan poco, no?
      Gracias por tu aporte!

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