Incluir TIC en las escuelas: entre los discursos políticos y las realidades

Ya lo decía Cristóbal Cobo: «ningún político se resiste a sacarse una foto entregando una laptop, ya sea de izquierda o de derecha». Cumpliendo con este postulado, Argentina ha encarado diferentes planes de inclusión de TIC con entrega de equipamiento que ha permitido a muchos políticos sacarse la tan preciada foto.

Cada plan de inclusión de TIC en la escuela implica cambios en la tarea docente y reorganización institucional. Puede sonar muy romántica la idea de llenar todo de computadoras pero si no se piensa qué hacer con ellas y para qué sirven lo más probable es que terminen siendo «el Bobby» que los chicos llevan a pasear todos los días. Nadie quiere hacerse cargo de la antipática realidad porque opaca la fantasía de la reducción absoluta de «la brecha digital», pero no lograremos avanzar en este campo hasta que no podamos comprender cómo es la realidad de una escuela y cómo las TIC pelean por insertarse en ellas.

Veamos entonces si podemos analizar un poco el discurso y cotejarlo con la realidad. Cabe la pena señalar que cuando hablo de realidad en este caso me referiré tanto a la implementación del programa de alcance nacional Conectar Igualdad como el Plan Sarmiento de la Ciudad de Buenos Aires, jurisdicción en la que trabajo.

1.- El denominado «piso tecnológico»

Desde el discurso cuando nace Conectar Igualdad, se comienza a pensar -con buen criterio- en la necesidad de contar con cuestiones tecnológicas mínimamente resueltas que garantizaran la puesta en marcha del Programa. Este concepto es interesante, lo que no está claro es qué abarca en la realidad. Hoy para poder implementar un proyecto con netbooks modelo 1 a 1 en un aula se requieren tecnológicamente al menos una computadora por alumno que funcione y esté cargada y una conexión de banda ancha que soporte todas las netbooks conectadas al mismo tiempo. Dicho así parece poca cosa, sin embargo, es uno de los puntos más críticos de ambos programas.

La realidad: cada día en las escuelas se asiste a la imposibilidad de contar con una computadora por chico y las razones son sencillas: puede que aún no hayan llegado las netbooks, pero cuando llegaron nos encontramos con un alto porcentaje de máquinas con problemas de funcionamiento. El soporte técnico en ambos programas es sencillamente inoperante: los reclamos por reparación duran meses, en los cuales en muchos casos se debe entregar la netbook de la que no hay ni noticias. Caso concreto en mi escuela, hay computadoras que se han entregado para soporte hace ya 9 meses y no responden respecto de la reparación.

Si le sumamos el hecho de que los chicos ya nos las llevan porque prácticamente no las usan en la escuela, difícil contar con un escenario de «una computadora por alumno».

En cuanto al tema de la conectividad, los problemas son aún mayores. El ancho de banda es más que insuficiente para el volumen de computadoras pero además su calidad es realmente pésima. En el caso de las conexiones del Plan Sarmiento de Ciudad de Buenos Aires, el Wimax no llega a todas las aulas y cuando llega funciona espasmódicamente. Completando el cuadro, solo es posible conectarse a la red desde la distribución de Windows que viene en las netbooks: si el docente intenta hacerlo desde el sistema operativo Linux, sencillamente no puede conectarse.

La situación para Conectar Igualdad es similar en cuanto al acotado ancho de banda, que no resiste varias computadoras conectadas trabajando en simultáneo, aunque esto varía por jurisdicción y por escuela. En muchas instituciones ni siquiera funciona bien el sistema de distribución de la conexión por las aulas, por lo que no es posible acceder a Internet desde todos los espacios.

La «solución de compromiso» es tratar de salir a sostener que no es necesario tener Internet para usar las netbooks para enseñar -lo cual es cierto- aunque tremendamente limitado y crea un uso «ficticio» que nada tiene que ver con lo que podemos considerar una alfabetización informacional o digital.

2.- La formación y capacitación docente

Por todos lados se escucha, ve y lee la «cantidad» de cursos, la «cantidad de docentes capacitados». La capacitación ha centrado sus estrategias en instancias virtuales o desarrollo de portales y contenidos, pero escasamente se ha dedicado a una formación sistemática, presencial y de acompañamiento de los docentes.

Resulta más que razonable que quienes acceden a la formación virtual son aquellos que se animan a transitar un camino de formación diferente al convencional, y que se sienten preparados por hacerlo. Pero además, quienes lo hacen deben contar con conectividad y acceso, que deja fuera de la propuesta a una enorme cantidad de docentes. ¿Y qué hacen los que nunca interactuaron con el mundo virtual para capacitarse?

En cuanto a la formación inicial de los maestros y profesores, la inclusión de espacios curriculares vinculados con las TIC es aún incipiente y sumamente limitada, orientada al manejo instrumental u operativo de computadoras y aplicaciones.

Como resultado de las acciones formativas tenemos un escaso grupo que recibe más y más formación (incluso a modo de carreras completas como los Postítulos TIC, que ostentan altísimos índices de deserción en sus cursadas), mientras que una enorme cantidad de docentes quedan fuera del alcance de todo tiempo de acciones de acompañamiento que los animen a comenzar siquiera a utilizar lo más elemental de la tecnología para mejorar su enseñanza. Esta situación refuerza resistencias y lleva a la fórmula conocida en la mayoría de las escuelas de «la netbook se trae una vez por semana», para «hacer como que se enseña» con ellas. Este como si es lo que da en llamarse «inclusión de las TIC en el aula», en general reducida al mero uso de un determinado programa que se aplica como mucho al desarrollo de una determinada secuencia didáctica.

No hay instancias de planificación efectiva e integral del uso de las TIC, no hay reflexión crítica acerca de las formas en que se hace… solo hay un «cúmulo de recetas» denominadas secuencias didácticas que se transpolan tipo «ACME» en todo lugar y todo contexto mecánicamente.

Pero además, resulta casi imposible pensar en formar futuros docentes con las TIC cuando no podemos usarlas ni siquiera para enseñarles. En los espacios curriculares que dicto para las carreras del Profesorado de Educación Inicial y Primaria, cada vez que tenemos clase (2 hs reloj por semana) resulta prácticamente una odisea conseguir que las netbooks funcionen y se conecten, mostrando que no se logra lo más elemental y necesario para poder dar clase.

3.- La figura del facilitador o referente tecnológico

Los programas de inclusión de TIC siempre postulan perfiles que pudieran operar como «sostén institucional» del proceso de inclusión: algunos los llamaron referentes TIC, otros facilitadores, etc. pero surgen de pensar la necesidad de que hubiera alguien con un perfil específico especializado en las TIC para ayudar y acompañar las tareas de los docentes y de los equipos de conducción.

Si bien nunca quedó clara su inclusión en las plantas orgánicas de los establecimientos porque sencillamente representaba una inversión jurisdiccional  que nadie quería afrontar, en algunas se fue dando su incorporación con dudosos resultados que nunca han sido evaluados de manera sistemática.

4.- El curriculum

Es difícil pensar que por el solo hecho de llevar netbooks a la escuela algo va a cambiar. Esta suerte de «pensamiento mágico» ha impregnado los proyectos de inclusión de TIC al punto de creer que no era necesaria ninguna modificación curricular para poder lograrlo. De esta manera, se reducen las TIC a sus aspectos más instrumentales y pobres mientras que se deja de lado el eje sustantivo que representa el diseñar contenidos TIC y repensar toda los contenidos a la luz de ellos.

Sin dudas la mayor paradoja en este campo se ha dado en el el nivel medio, ya que mientras Conectar Igualdad entraba a todas las escuelas públicas de la Argentina la caja curricular de nueva escuela secundaria tiraba por la borda los aportes de la Informática y las TIC. Esta enorme contradicción, perpetuada por las jurisdicciones siguiendo lo planteado como lineamiento nacional, reforzó la supremacía de las disciplinas tradicionales en detrimento de la incorporación de nuevas perspectivas y contenidos a los curriculum.

El caso más paradigmático ha sido sin dudas la contradicción entre las excelentes acciones promovidas por el Ministerios de Ciencia y Tecnología (MINCyT) para la enseñanza de la programación y la difusión y el aliento de las carreras del campo de la Informática, mientras que el el Ministerio de Educación acordaba una caja curricular a donde el espacio de la disciplina se reducía solo a una orientación específica.

¿Cómo pretender que las TIC no tengan ningún tipo de impacto curricular? Simplemente reduciéndolas a «herramientas».

Los intentos por desarrollar un campo TIC propio no resultaron mejores en CABA, en donde lo digital se pensó en paralelo o como un apéndice al desarrollo del curriculum, como bien se puede apreciar en el anexo del curriculum de primaria aprobado en 2014: lo instrumental al orden del día!

5.- Las finalidades y sentidos de incluir tecnología en la escuela

Me parece que tal vez este sea el eje central del debate: ¿para qué queremos las TIC en las escuelas? La vuelta el optimismo pedagógico como bandera del discurso político a través de frases como «vamos a revolucionar la escuela» sin duda ha quedado más en el plano del marketing que en otra cosa.

La fantasía de la obtención de la igualdad por la dotación 1 a 1 se ha dado de patadas con la realidad: las desigualdades, incluso en competencias digitales, se perpetúan aún teniendo una netbook por cada alumno. Mientras los chicos y jóvenes sigan usándolas para escuchar música; «tunear» imágenes para las redes sociales; sacar fotos; chatear o usar el Facebook; etc. pero nunca para aprender mejor, seguiremos exactamente con los mismos problemas de antes. El hecho de que se los considere «nativos digitales» no implica ningún impacto positivo a nivel de su escolaridad.

Por otro lado, la realidad muestra que llenar de computadoras no ha producido cambio organizacional alguno en las escuelas.  Es imposible pensar en incluir las TIC sin que esto suceda, mientras se perpetúa la cultura eterna de la burocracia en papel. Ni siquiera se han desarrollado e instalado sistemas en escuelas públicas que permitan cambiar la gestión administrativa cotidiana facilitando la tarea de docentes y equipos de conducción: invadimos las escuelas de tecnologías que no se usan prácticamente para nada.

Estas parecen una serie de «verdades incómodas» que hoy se constituyen en un secreto a gritos en todas las instituciones del país. Sin embargo, el altísimo nivel de inversión en la adquisición de equipamiento más el enorme gasto en componentes de capacitación que no han logrado un impacto real en la mejora de la enseñanza generan esta espacio de «pacto de silencio» para que solo se sigan propugnando slogans y frases hechas como la de que la Argentina en educación tiene «brecha digital cero».

No se puede afirmar algo semejante con tanta contundencia sin hacer una mirada realista de lo que pasa con la inclusión de las TIC en las escuelas: es verdad que la inversión del Estado fue y siguiendo siendo enorme para sostener estos programas. ¿Nos podemos dar el lujo de dilapidarla por no querer ver que la única verdad es la realidad? Tampoco podemos tergiversar indicadores para intentar que los resultados de evaluación nos den que valió la pena la inversión realizada.

Estamos a tiempo aún de revertirlo, solo hace falta honestidad y decisión política, dejar de negar lo innegable. Podemos organizar «circos mediáticos» al estilo de Innova o ferias de Conectar Igualdad para mostrar cómo algunos chicos hacen «cosas lindas» con las netbooks, pero no es allí a donde veremos un verdadero impacto de la inclusión de las TIC en el sistema educativo.

Seguramente muchos saldrán a rasgarse las vestiduras si leen esta entrada, a tratar de tapar el sol con la mano. Muchos ex compañeros de trabajo a quienes incluso aprecio personalmente y con los que me gustaría discutir honestamente estos temas. A quienes lo hagan, simplemente los invito a pisar escuelas reales y no solamente de CABA sino de todo el país. Pero no esas escuelas a donde logramos encontrar «la aguja en el pajar» y observar una experiencia exitosa sino a transitar el día a día del resto de las escuelas.

¿Alguien querrá tomarse en serio el trabajo de revisar, barajar y dar de nuevo? «Quien quiera oir que oiga«.

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7 comentarios

  1. Todo aquel que analice con honestidad intelectual la cuestión no puede menos que coincidir con tu descripción de la situación. La paradoja del nivel medio de la que hablás es muy notoria y más virulenta acá en Santa Fe, porque cuando planteamos en las jornadas de consulta (pongámosle así…) esta contradicción de que «mientras Conectar Igualdad entraba a todas las escuelas públicas de la Argentina la caja curricular de nueva escuela secundaria tiraba por la borda los aportes de la Informática y las TIC», como vos lo decís, nos respondían que, justamente, «los chicos son nativos digitales y ya saben usar los dispositivos». Entonces, el planteo era que la transversalidad de los contenidos sería muy sencilla a partir de la fórmula «nativo digital + netbook + docente capacitado = aprendizajes significativos». Pero la realidad mostró otra cosa, tal como la describís. Los pibes no tienen un uso más que operativo y acrítico del recurso, los aparatos no andan o andan mal, y los docentes se los hacen guardar porque la nb se convirtió en una presencia molesta para el docente de áreas no técnicas que además no tienen capacitación a la mano (certero tu análisis de «capacitación para pocos»). Francamente, perdí las esperanzas. La soberbia de la posición oficial (que acá es de otro signo político del nacional, vale aclarar) es refractaria a cualquier opinión en contrario, y como tal evita los análisis, estudios de campo y evaluaciones que pudieran darles cualquier atisbo de necesidad de cambio. Es algo así como «no puede andar mal, ¡lo hicimos nosotros!». ¿Qué perspectiva de revisión y mejora puede tenerse en tal actitud?

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  2. Me faltó agregar que todo este análisis está referido únicamente a la escuela pública, porque en una especie de «somos todos iguales, pero algunos somos más iguales que otros», la privada está excluida de Conectar. Cuando hice este planteo en un foro, una persona relacionada con el plan me trató de ingenuo porque según ella la escuela privada tiene los recursos para hacerlo por sí misma. Como si no existieran diferentes realidades y todas las privadas estuvieran en la zona de San Isidro y Olivos… En fin.

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  3. Coincido de forma general con esta entrada. Existen muchas y muy variadas realidades escolares. Los recursos impartidos por CI no siempre son de lo mejor desde la perspectiva y objetivos que ellos mismos plantean. Interesante lo que comentas acerca de «la caja curricular» en la escuela secundaria.

    En las escuelas que he visitado he podido observar como existen otros tantos factores que inciden de manera directa con el funcionamiento del programa, más allá de si los recursos funcionan o no. Algunas escuelas ni siquiera tienen en su planta organizacional con personal que cubra la labor de EMATP, mucho menos con personal docente que se haga cargo de ello.

    Por otro lado, coincido: los cuerpos directivos desconocen el manejo de los dispositivos, y como consecuencia de ello es poco lo que desde su labor aportan para una real introducción de los dispositivos en la escuela, no digamos solo en «las aulas».

    Me gustó el blog! 🙂

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  4. Comparto plenamente tu análisis. Refuerzo a tus argumentos lo que a mi entender debe darse para una integración de las TIC en las escuelas. Para que la capacitación de los docentes tenga un sentido y llegue a impactar en las aulas, deben tener lugar los obvios recursos técnicos y la existencia de tres roles dentro de la escuela: el docente de informática (para alcanzar el conocimiento tecnológico), el facilitador (para su aplicación en otras materias) y el referente técnico (para la gestión de esos recursos).
    Hoy por hoy estas funciones están superpuestas en general en el docente de informática generando así distorsiones y corrimientos en su verdadero rol.

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    • El facilitador es sin dudas una figura clave como señalás Ricardo. Aunque en algunos casos por su forma de trabajo más que sumar como equipo invalida la capacidad exploratoria de los docentes. Es fudamental que el facilitador domine mucho más que aspectos «técnicos».
      Gracias por sumar tu mirada!

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