Matemática que me hiciste mal y sin embargo… ¿te quiero?

No falla nunca: cuando relevo entre los estudiantes del Profesorado (futuros maestros) cuál es la materia que más han detestado de su escolaridad existe un casi 95% de acuerdo en que es Matemática. Como si fuera poco, de los relatos de la biografía escolar surgen los peores recuerdos, los más profundos temores y hasta una especie de convencimiento casi generalizado de que son un campo accesible solo «para unos pocos elegidos».

En cuanto al índice de desaprobación y recursadas, claramente Matemática es una de las materias con mayores valores lo que se constituye en una enorme preocupación para los docentes del área que buscan todo tipo de estrategias y ardides para sostener, acompañar, entusiasmar y retener a los estudiantes de nivel terciario y volverlos a apreciar el valor esencial de su conocimiento disciplinar y didáctico.

Siendo una verdad a gritos no puedo dejar de preguntarme por qué? O quizás la pregunta debería ser ¿cuánto tiempo más seguiremos sosteniendo generaciones que aborrezcan la Matemática?. La responsabilidad está sin lugar a dudas del lado de los docentes, así que comencemos a pensar el tema.

Partimos de una afirmación que siempre hago en este blog: no es posible aprender algo que se detesta. Para aprender se necesita curiosidad e interés, y por algún motivo la Matemática lo provoca con los niños más pequeños pero luego la escuela se ocupa de enseñarles a perderlo.

El principal problema que se presenta en este área es la falta de comprensión y sentido. La permanente acción de enseñar procedimientos y fórmulas para aplicar de manera mecánica y la apelación a la memoria y la repetición de ejercicios como únicas habilidades ponderadas, dejan afuera a la mayor parte de los alumnos. Ahora, convengamos: la Matemática que se debería enseñar en Argentina dista mucho de estos procedimientos tediosos e incomprensibles. No hay una forma única de enseñarla: existen opciones viables que pueden mejorar sustantivamente las posibilidades de que los alumnos se «amiguen» con ella.

En nuestro país existe un gran grupo de especialistas en Didáctica de la Matemática que por muchos años han trabajado sobre el cambio curricular para el área. Sin embargo, a pesar de su esfuerzo y coherencia con nuevas formas de enseñar que distan absolutamente de lo que he descripto, la reproducción de la enseñanza tradicional es lo que prima.

Sustentada en las investigaciones de los especialistas franceses como Guy Brousseau e Yves Chevallard, la enseñanza de la Matemática ha dado un giro exponencial que ha puesto sobre relieve la necesidad de su compresión y transferencia a los ámbitos de la vida cotidiana. Las estrategias y recursos que se proponen son sin dudas un camino que «reconcilia» a niños y jóvenes con esta disciplina: desafíos, problemas, reflexiones, conflictos, etc. movilizan el interés por su conocimiento profundo.

Muchos en Argentina admiran el gran aporte que ha dado como divulgador Adrián Paenza. En ese interesantísimo escrito llamado lisa y llanamente «Miedo a la Matemática» explica con sencillez y crudeza los aportes y suma ideas para pensar por dónde empezar a mejorar.

Así comienza Paenza a explicar este texto:

«Miedo. Eso es lo que tiene un alumno cuando empieza una clase de matemática. Tiene
miedo porque de antemano la sociedad lo prepara para que no entienda. Le advierte de
todas las maneras posibles que es un tema difícil. Peor aún: lo condiciona de tal forma
que lo induce a creer que él no será capaz de hacer nada con la matemática, porque no
pudieron sus padres, no pudieron sus hermanos, no pudieron sus familiares, no pudieron
sus amigos, no pudieron sus abuelos… en definitiva: no pudo nadie.»

Pero allí queda su impacto: en la divulgación. Por la poca permeabilidad de la escuela a los cambios lleva a que estas propuestas no logren impregnar a donde debieran pese a los denodados esfuerzos de quienes trabajan en el campo.

Después de este panorama es casi obvia la conclusión: la responsabilidad del cambio en la enseñanza está en manos de los docentes y de su formación. Y cuando me refiero a responsabilidad hablo de su contribución a la perpetuación del miedo y los malos aprendizajes o por lo contrario al compromiso de tomar la enseñanza de manera coherente con los enfoques que describe la didáctica.

No hay medias tintas, no hay excusas: es hora de hacerlo! No podemos darnos el lujo de formar cada vez más generaciones en la incomprensión y, lo que es peor, en enseñarles a odiar la Matemática.

Como anécdota, mis tres hijos amaban la Matemática en el Jardín de Infantes, en la primaria, cerca de 3er. grado comenzaron a «aburrirse». Entre fines de la primaria y lo que va de la secundaria los más grandes aprendieron a odiarla y temerla. La excusa permanente que esgrimen los profesores es «que viene mal formados del nivel anterior». ¿Y quién los formó? ¿De quién es la responsabilidad? Otros se escudan en que hay que enseñarlo así porque después «en el nivel siguiente» se los piden de esa manera. Todos se pasan la pelota…

Quisiera profundamente que el más pequeño que aún está en primer ciclo de primaria no corriera el mismo destino porque realmente disfruta muchísimo de los cálculos mentales y de la aplicación de todo tipo de razonamientos en la vida cotidiana.

Sé que lo que relato se reproduce en cada familia. Incluso se ha generado un enorme «mercado paralelo a la escuela» de profesores de Matemática cuya especialidad consiste en auxiliar a los alumnos a «pasar exámenes». Y por supuesto que los padres, quienes no tienen por qué conocer los cambios en los enfoques de la enseñanza de la matemática, apelan a estos servicios para afrontar «el desastre».

¿Nos tomaremos en serio alguna vez este problema?

 

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2 comentarios

  1. Hola! excelente artículo!! el primer paso sería poder reconocer que tenemos este problema!, no es fácil, hay que romper muchas estructuras y no creer que si no damos matemática de manera tradicional? los alumnos no aprenden, y luego desaprueban ingresos a la Universidad. Podremos pensar, en cambio, que desaprueban ingresos a las universidades por que tienen un montón de conceptos «agarrados con alfileres», no hay red conceptual de sustento… y son meros repetidores de ejercitaciones calculistas…
    Pero a no desanimarnos! es posible un cambio, con un trabajo uno a uno, por mi parte he compartido este artículo con todos los colegas de matemática de mi escuela… y en cuánto reconozcamos que tenemos este problema,comenzaremos el cambio!
    SAludos!
    Mariela

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  2. En todo de acuerdo. Muy buen artículo.
    Me parece importante destacar que la matemática es, muchas veces, ardua. Y aprenderla requiere mucho esfuerzo, y no creo que sea función del docente «disimular» ese esfuerzo. Claro que ese esfuerzo debe plantearse en forma gradual, y, como vos decís, me parece imprescindible demostrar que ese esfuerzo sirve para algo. Estar recordando todo el tiempo el «para qué», me parece vital.
    Gracias por compartir estas ideas.

    Le gusta a 1 persona

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