¿Por qué no dejamos de hablar de enseñar “hábitos”?

Sé que a muchos no va a gustarles lo que opino en esta entrada. Sin embargo, quisiera al menos poner en debate esta idea tan arraigada de que padres y escuela deben enseñar “hábitos”. Empecemos por definir qué entendemos como tales.

Dentro de esta idea de aprender hábitos se incluyen chicos y animales por igual. Es duro decirlo, pero los hábitos están más vinculados con procesos de “adiestramiento” y repetición que con enseñanza de otra naturaleza.

Resabio de épocas en donde el conductismo parecía la solución para crear sociedades perfectas, la enseñanza de hábitos se instaló como una necesidad para discurso pedagógico y social de ese momento. El propio John Watson: el pequeño Albert, uno de los padres del conductismo que propagaba la idea de que todo lo que adquiere proviene del ambiente, cautivaba a la sociedad de su época con la esperanza de que cualquiera que recibiera los estímulos adecuados y se los repitieran sistemáticamente lograría los “hábitos” buscados,

Lo que debería sorprendernos es la forma que han tenido estas corrientes de perpetuarse y adaptarse a los nuevos tiempos, o lo que es peor: resignificarse y “recargarse” de modo tal que ocupan siempre un lugar de centralidad en la tarea de enseñanza. Su impacto continúa impregnando con una enorme naturalidad todo tipo de enunciados vinculados con la idea de lo que es una “buena enseñanza”. La búsqueda de resultados eficientes en el corto plazo sumada a la fantasía de la homogeneidad, cuajan de manera perfecta en el discurso de la enseñanza de los hábitos.

Paradójicamente, las corrientes actuales coinciden todas explicar la relevancia de enseñar a pensar; de que los aprendices sean críticos y reflexivos; de la necesidad de enfrentar un mundo de incertidumbres en el que se necesitará desarrollar habilidades creativas. ¿Qué coherencia puede tener este discurso con el de “fomentar hábitos”?. Sé que habrá quienes digan que no son incompatibles. Yo en cambio creo que sí son contradictorios en su fundamento y en su esencia. No podemos uniformar conductas al mismo tiempo que intentamos respetar subjetividades y diversidades.

Quizás en donde más ruido me hace el concepto es cuando hablamos de la lectura. ¿Por qué querer transformar algo tan maravilloso, capaz de abrir las mentes y motivar los espíritus, en algo rutinario y aburrido? Los hábitos son algo que se repite sin cuestionar, que se internalizan de manera mecánica y se ponen en juego de manera automática dentro del marco de las rutinas. ¿Cuánto de creativo puede haber en estas acciones?

También me resulta sumamente cuestionable en lo que hace a las formas de saludarse, comer o dirigirse a otros. ¿Acaso hay una sola forma de hacerlo? ¿Hay una cultura que se impone por sobre otras marcando las maneras en que deben moldearse las conductas cotidianas de los sujetos? Suelo preguntarle a mis estudiantes del profesorado de educación inicial si todos comemos de la misma manera y cuando me responden que no, les cuestiono entonces por qué el jardín de infantes muchas veces se esmera en enseñar una forma determinada de comer a los niños pequeños.

Una cosa es el conocimiento social (Kamii, 1987) producto de convenciones y acuerdos -que nos permite vivir y relacionarnos en otros- y otra muy diferente la imposición cultural de unas formas de responder ante los otros. Sobre este último punto los docentes deberíamos ser particularmente cuidadosos y respetuosos. Son las familias quienes establecen las pautas culturales cotidianas y quienes trabajamos en instituciones educativas sumamos aspectos vinculados con la convivencia en ese ámbito, pero no nos compete intervenir y cambiar las formas culturales propias de las familias.

¿Polémico? Seguramente… Pero solo quisiera agregar que aquello que se enseña como hábito está más condenado a ser descartado por cansancio que aquello que se enseña con sentido y que seguramente no será olvidado en toda la vida. La tarea de enseñar resulta bien diferente a la de adiestrar: sería bueno tenerlo presente.

9 comentarios

  1. luego de leer el articulo, me surgen preguntas,¿cuál es la linea que separa el conocimiento social del habito?. ¿No se llama buena educación a las » buenas maneras de relacionarnos con los otros pero que al fin y al cabo fueron impuestas por otros» ? ¿un habito no seria un conocimiento social?

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    • Hola Mónica, es muy buen tu pregunta para aclarar algunas cosas.
      Como decía en la entrada, el conocimiento social puede ser producto de convenciones (en donde se convierte en arbitrario) o también producto de acuerdos entre personas y allí se hace aplicable sólo a contextos particulares. Por eso un hábito no es un conocimiento social sino casi siempre una imposición cultural. Y en este caso hay que pensar por qué se impone una cultura sobre otras.
      En el paradigma de la escuela homogeneizadora esta idea era clave para su éxito. Pero dentro de la escuela que trabaja con la diversidad y pretende ser inclusiva, no puede resultar menos que una contradicción.
      Y creo que diste en la tecla a tomar esa frase de «la buena educación». Aprovecho a sugerirte un breve video el gran Miguel Angel Santos Guerra a donde habla del tema:

      Espero que ayude a seguir pensando… Gracias por sumar tus reflexiones!
      Un abrazo,
      Débora

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  2. Muy bueno el artículo, porque pone de cabeza algo que se daba por sentado sin cuestionar, en otras palabras era un hábito intentar establecer hábitos.

    Desde el punto de vista Psico-bio-emocional, sucede que la mayoría de las personas en esta sociedad, están llenas de «hábitos» que incluyen creencias limitantes, maneras rígidas de hacer las cosas, repetición de errores con las consecuencias que eso trae etc.

    Obviamente los hábitos se convierten en automáticos en inconscientes, de manera que es imposible que la persona los HABITE, que se haga cargo responsablemente de sus automatismos y que los trascienda para lograr una vida más satisfactoria y plena.

    Estos hábitos enseñados han hecho sociedades enteras de autómatas infelices, incapaces de utilizar sus mentes y emociones fuera de las programaciones, tal como las mascotas.

    Yo diría en cuanto a la lectura, que cada quien puede aprender a amarla tanto como para hacerla cotidiana. Yo soy una lectora ávida y apasionada y leer es un alimento para mí, de tal forma que no quiero dejar der consumirlo todos los días de mi vida, pero a eso llegué por amor, curiosidad, creatividad, búsqueda de respuestas, placer y cariño por el conocimiento.
    La lectura es algo que HABITO con todo mi SER, la vivo, la siento, me emociona y me alimenta, justamente porque trasciendo, también cotidianamente mis automatismos y ME SIENTO GENIAL, soy feliz y mi vida es plena en todos los sentidos.

    Te mando un gran abrazo y cariños por escribir tan bonito!!!!
    Hasta pronto!!!!!!
    Silvana Paola Gonella

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    • Gracias Silvana para abrirnos la mirada!
      Qué bueno es conocer esa pasión por la lectura y qué lindo sería poder transmitírsela a los chicos, no? Me encantó tu frase «la lectura es algo que habito (sin acento)». Me parece una perspectiva que nos ayuda a entender este tema desde un lugar bien complementario al que planteaba.
      Te mando un gran cariño y un placer este intercambio de enfoques que me enriquece,
      Débora

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  3. Yo también son un lector apasionado de temas de pedagogía.
    Efectivamente el hábito entra a menudo en conflicto con la necesidad real. De hecho está diseñado externamente para combatirla. ¿En qué momento esa palabra dejó de describir un comportamiento repetido para formar parte de la programación de las personas?

    Lo que llamáis conocimiento social, yo lo denomino cortesía. Y es un mal hábito ser siempre cortés, puesto que hay muchas situaciones en que la cortesía es desadaptativa.

    El único hábito que me gusta potenciar en las personas es el de hacer lo que necesiten en cada momento, con respeto a los demás y asumir las consecuencias de hacerlo. Por eso tengo el hábito de dormir a diario, por mi necesidad de descanso.

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    • Hola Francisco,
      En realidad a lo que denomino conocimiento social viene de algo más complejo y es un concepto que ha profundizado Constance Kamii sobre la base de la tipología piagetiana que describe de el conocimiento físico, el conocimiento lógico-matemático y el conocimiento social. La cortesía yo creo que la ubicaría dentro de las pautas culturales, no necesariamente de las convenciones o acuerdos entre las personas. Por más que podamos coincidir entre algunos acerca de su importancia, no todos la plantean como una de sus pautas culturales.
      A veces nos cuesta entender por qué no todos estamos de acuerdo en esas pautas, pero es lo que define la diversidad ya sea nos guste más o menos según la forma en que se expresa. Como bien decías, por eso entra en conflicto con la realidad. Por eso el tema de los hábitos es tan complejo y conviene instalarlo para reflexionar en vez de naturalizarlo.
      Muchas gracias por sumar tu enfoque para seguir pensando el tema.
      Un cordial saludo,
      Débora

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  4. Que debate interesante.
    A mi me quedaron resonando ciertas prácticas que me suceden en lo cotidiano con alumnos de inicial: hábito del saludo, todos al baño en un cierto horario, el desayuno en cierto horario.
    Me animo a abrir tres ejemplos que me suceden en la práctica, espero que no piensen que soy una desalmada o mala maestra… creo que son pequeñas cosas en las que me detuve a hacer foco.
    – A veces me encuentro respondiendo a un niño que me pide algo para tomar: en un ratito es el desayuno o en un ratito es el almuerzo. Sumado a que no suelo tener agua disponible toda la jornada para servir.
    – Las docentes no podemos comer algo distinto a los chicos en el desayuno por que estaríamos contradiciendo el enseñar a compartir. Suelo preguntarme si debo comer lo mismo que los chicos (facturas, jugos, panes) – además de que sería interesante pensar una alimentación más saludable incluso en la escuela.
    – ¿Es un mal ejemplo el docente que se sienta o apoya arriba de la mesa? – sé que puede sonar rara ésta pregunta… quizá en mi casa no me enseñaron a no sentarme en la mesa (jaja)… sino que es algo que a veces surge en el jardín automático.. ni sabría explicar el por qué.

    Yo estoy nuevamente pensando en el significado de los hábitos.

    ¿Qué piensan?

    cariños

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  5. Hola Cecilia,
    Me parece que hay que marcar una diferencia entre hábitos personales condicionados por la cultura particular de cada uno de la enseñanza de los hábitos.
    ¿Quién dice o para quién está mal sentarse arriba de una mesa? Esto forma parte de aquello que una determinada cultura considera como «buena educación». ¿Pero en qué consiste realmente una buena educación?
    Con respecto a la coherencia entre lo que enseñamos y nuestras acciones cotidianas, esas cosas son realmente importantes de cuidar me parece. Buen punto para pensar!
    Cariños
    Débora

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