Créditos imagen: fuente Flickr. Ferran Jordà, "No limits"
Hoy me quiero detener a hablar de un fenómeno que excede la escuela pero que al mismo tiempo hace eclosión dentro de ella. Hace tiempo que asisto a situaciones a donde los chicos y jóvenes llevan adelante acciones más propias de los adultos en el mejor y en el peor sentido que se pueda pensar. Vamos a dar algunos ejemplos.
Muchos estudios hablan desde diversas miradas de la temprana “sexualización” de los niños. Se observa en ellos ya desde la primaria no sólo el cambio externo sino las formas en que se expresan, los temas que tocan, las problemáticas que se les presentan muy prontamente. Por un lado es fantástico observar la naturalidad con que abordan cuestiones que nosotros con suerte nos atrevimos a hablar recién siendo grandes, pero por otro me da una sensación de que todo ese mundo los excede y no terminan de entender sus implicancias. Donde se ve más claro con seguridad es en el nivel de exposición en las redes sociales, en la falta de conciencia respecto de los riesgos. Se manejan en aguas turbulentas que ellos mismos muchas veces no son capaces de controlar.
Como contrapartida vemos legiones de padres que, lejos de contener; poner límites y acompañar buscar más ser «amigos» y caerles bien que cualquier otra cosa: lo más importante es eludir el conflicto con ellos.
Sin embargo, como siempre digo, nadie te enseña a ser madre o padre y –mal que nos pese- es difícil juzgarlos por este accionar y sus implicancias para la escuela. Como mucho, se trata de educar también desde las instituciones, si es que están dispuestos a escuchar. Lo que es seguro es que hay que intentarlo.
El problema mayor se produce cuando esos adultos que no saben poner límites -ya sea porque no lo hacen también para evitar conflictos o porque los ponen solamente mediante un autoritarismo inconducente- son maestros/as ó profesores/as. Nadie dice que sea fácil poner límites, pero todos sabemos que son necesarios y formadores. ¿Hablar de límites se ha vuelto “vintage”? ¡A veces creo que sueno a antigua o tradicionalista poniendo estos temas en agenda! Nada más lejos de mí… pero asistimos a un raro escenario a donde lo parece.
Tengo tantas ideas que se me cruzan por la cabeza que no sé por cuál empezar…
Para quienes no viven en Argentina, les cuento que hace unos días se dio un episodio en una Facultad perteneciente a la prestigiosa Universidad de Buenos Aires (pública), que generó una polémica inusual en redes y medios. Se trataba de un espectáculo “Posporno” que se realizó en el hall de la Facultad, ante la sorpresa de los estudiantes y profesores que pasaban por allí.
También por estos días hemos asistido a la “toma” por parte de los estudiantes secundarios de varias escuelas públicas, reclamando por el estado de las instalaciones y por los cambios en los planes de estudio. Muchos adultos criticaron fuertemente la acción estudiantil y en un caso la propia Rectora de una escuela denunció a los estudiantes ante la policía instalando una situación de persecución.
Como si esto fuera poco, vimos aparecer un video a donde una profesora de secundaria, fuera de todo lo razonable, agrede e insulta a sus estudiantes dirigiéndose a ellos como si fuera un compañero más del curso. El problema podría hacer sido acotado a la “locura” de alguien en particular, si no hubiese sido por los cientos de docentes colegas que “felicitaron” en medios y redes sociales a quien se salió absolutamente de su función.
Uds. dirán: ¿qué tiene que ver todo esto con el tema que inicié? Yo creo que mucho. En todos estos casos los límites están absolutamente desdibujados y los protagonistas de las historias ejercen su libertad de expresión entrando en terrenos que resultan muy discutibles. Todos podemos acordar en que el mundo no hubiera avanzado si algunos no hubieran ido contra lo instituido. Pero lo que yo me pregunto acá es si estos hechos no hacen cada vez más confusa la posibilidad de establecer límites. Lo público y lo privado siempre trazaron una línea respecto de los límites: ¿dónde se vé acá en cada uno de estos casos? Difícil de expresar, menos aún de juzgar.
¿Cómo responsabilizar entonces a chicos y jóvenes de “degradarse”, “desubicarse”, etc. cuando viven y se mueven dentro de estos contextos? ¿Quiénes somos los responsables de educar y orientar? No hay vueltas: somos los adultos. Estos adultos que tenemos que volver a ejercer el diálogo respetuoso; los adultos que tenemos que reflexionar antes de “sacarnos” por cada situación o juzgarlos por sus actos sin entender de dónde vienen. Si somos docentes, la responsabilidad sobre esto se incrementa: no podemos ignorar estas cuestiones ni podemos azuzarlas. Tenemos que abrir los espacios para dialogar pero al mismo tiempo mostrar con claridad que hay cuestiones que no son discutibles. Las leyes y las normas son por ejemplo un límite, sin olvidar que están hechas por personas que responden también a momentos e intereses y pueden cuestionarse mediante formas y mecanismos para hacerlo pero, por sobre todo, sin “pasar por encima” de los derechos de los otros. Ese es un límite.
Qué difícil es escuchar a los a los colegas referirse a sus alumnos despectivamente como malintencionados, inútiles, ventajeros, estafadores, etc. cuando en realidad no estamos logrando dejar al menos algunas pocas ideas claras sobre los sí y los no para los chicos y jóvenes. Y por supuesto que no todos vamos a coincidir con “lo que está bien y lo que está mal”, pero por lo menos deberíamos darles algunas herramientas para leer los datos en contexto, ¿no? Seguro tendrán mucho tiempo para cometer sus propios errores y nosotros tendremos acompañarlos, pero aunque más no sea intentemos dar mensajes menos desdibujados porque, sin duda, los estamos confundiendo cada vez más.
No podemos pedirles a los más chicos que se hagan cargo de lo que no estamos pudiendo resolver los adultos y luego, al verlos reaccionar a imagen y semejanza de lo que observan a diario, castigarlos y juzgarlos por sus actos. Será cuestión de reflexionar un poco más acerca de los “buenos modelos”.
Es un area de la crianza en el que he navegado grandes distancias,pues en esas aguas he vivido mi vida profesional especialmente con niños pequeños.Este tema tiene una gran amplitud y prefiero diferenciar ámbitos que van dejando trazas que se entretejen y lo complejizan.Encontramos lo que podríamos llamar el espacio íntimo,el más próximo que comienza desde lo más temprano,el más intenso cuando el niño descubre la diferencia entre «ser querido» y «ser querible»,que podríamos considerar el espacio personal,su salida del «nidaje» y primera aproximación a un entorno ajeno Y el más amplio,el espacio social.Según lo sistematiza T.Hall en La Dimensión Oculta.En ese recorrido se van presentando lo que se llaman límites y que prefiero denominar «valores» que son lo que definen su progenitura y dentro de los cuales se le encuadra la filiación.Su construcción de identidad.Nuestra construcción colectiva que se encuentra en descomposición ,a mi entender. se presenta frecuentemente en estado de anomia,sin reglas o con éstas deformadas como las imágenes de una pintura surrealista.Y entonces aparece un desfile de situaciones que se ven «des-colocadas» que estimulan conductas pervertidas en todos los estamentos de nuestra sociedad.Y que en este trabajo se presentan con claridad.
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Estupenda síntesis, concuerdo Rita.
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¡Perdón! debí decir concuerdo Frida. (¿quién será Rita…?)
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Gracias Frida por aportar más ideas para seguir pensando!
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Se me ocurre también (aclaro que soy docente de una escuela que fue «tomada» por un grupo de alumnos) que a menudo los adultos, nos olvidamos de una condición clave del ser adolescente: el riesgo. La adolescencia implica una condición de riesgo. No me refiero a riesgo que se lastimen, sino que el hecho de convertirse en exploradores de un mundo que se abre a sus pies, de emociones, sensaciones, pensamientos, toma de posiciones, etc. etc. conlleva riesgos. Aquí se genera un dilema: los adultos cercanos, ¿vamos a ayudarlos a gestionar esos riesgos, o vamos a crearles nuevos riesgos? Más a menudo de lo que quisiera me encuentro -como tutor- con situaciones exasperantes de adultos cercanos con adolescentes que generan un círculo vicioso en donde se promueve a que los chicos lleguen a una situación en la que después esos mismos adultos se desentienden por completo e, incluso le echan la culpa a los propios chicos por romper estructuras. En esos casos, es muy difícil volver a «barajar y repartir» de nuevo, como si nada. Y aquí surge algo que noto muy seguido: los adolescentes tienen una capacidad de resilencia impresionante. Y eso es muy bueno. Pero esa resilencia debe estar acompañada por otros adultos que no sean sus «compinches», «compañeros de fumata» o «totalmente invisibles». Creo que esto es una deuda crucial de los profesorados, la de generar en los propios futuros docentes condiciones de asertividad y verdadero pensamiento crítico, que les permitan, cuando estén ejerciendo, poder actuar de una manera muchos más acorde con su condición de adulto responsable, a pesar de las huestes de otros adultos que se niegan a serlo. 🙂
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Miguel, lo que decís me parece central en todo este tema! El riesgo es uno de los puntos pero no porque debamos ayudarlos a evitarlo sino porque somos quienes los educamos en que existe y también en que puede prevenirse.
Me quedo pensando mucho en lo que marcabas de la clave: la formación docente. Hace unos días escribí algo justamente sobre la imposibilidad de formar docentes con pensamiento crítico cuando se intenta «bajar» una sola línea de pensamiento. Es clave: ahí es donde deberíamos apuntar.
¡Gracias y un abrazo!
Débora
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También acuerdo con Miguel… ¡este espacio nutre!
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Gracias Carlos! Y cuando averigües quién es Rita compartilo que estamos intrigados jaja!
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Acabo de conocer tu blog Débora, de la mano de «El reino del revés» que me pareció NECESARIO dada las operaciones de auto-desresponsabilización de los adultos que dimiten de su rol de tales. Si aceptamos lo sistémico que todo recorte necesita poner en segundo plano, también se nos presenta como necesario, aún desde nuestro rol de docentes, trabajar en favor de adultos que no llegaron a implementarse para sostener asimetrías sanas. Suena omnipotente pero no lo es, se puede si uno sabe hasta dónde puede llegar sin fungir de mesías de circo.
Tu blog pasará a ser parte de lo que a mis alumnos recomiendo visitar.
Cordialmente, C.
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¡Muchas gracias Carlos! Y ojalá con la lectura de tus alumnos sumemos más voces para seguir pensando juntos. Hay mucho «naturalizado» por debatir sobre la escuela.
Un afectuoso saludo,
Débora
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Reblogueó esto en mirardesdelaninezy comentado:
Re pensar la escuela es otro ejercicio necesario para descubrir la mirada de la niñez.
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Me pareció muy bueno el artículo. Tremendamente real, en el momento que haces referencia a que en momentos se avanza rompiendo lo instituido y considero que así fue. Pero creo que hoy en día no está claro que es lo instituido, cada uno pone sus propios límites y todo vale, ya no hay esferas de lo público y de lo privado, somos todos iguales no hay distinción entre jóvenes y adultos. También soy docente y me duele escuchar docentes y directivos hablar despectivamente de los jóvenes de hoy, cuando encima la mayoría es madre/padre de esos jóvenes. Es necesario entender que los límites son necesarios pero no sólo para los jóvenes sino para nosotros los adultos también.
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