¿Los docentes tenemos una visión “clasista” de los padres?

Créditos imagen: Stefano Mortellaro. Families. Fuente: Flickr.

Cuando escucho a mis colegas enojados con los padres -reclamándoles cantidad de cosas que consideran que debieran hacer- me pregunto si tomamos conciencia de que los padres no están hechos a nuestra imagen y semejanza. Suelo decirle a mis estudiantes de profesorado que los padres no tienen por qué saber las cosas que nosotros sí debemos saber, y por lo tanto no podemos exigirles lo que no les corresponde.

Basta ver lo que esperamos de ellos cuando se producen por ejemplo informes de evaluación, supuestamente destinados a padres, a donde se usan términos tales como “psicomotricidad fina”; “procesos cognitivos”; “habilidades de orden superior”; “respuesta a consignas simples”; etc., propios de un entorno pedagógico pero bien alejados de la jerga cotidiana de los padres. ¿Hacemos informes para leerlos entre nosotros? Más de una vez me he encontrado como madre respondiendo al pedido de otros padres de que les “tradujera” un informe porque yo contaba con la expertiz docente que me permitía hacerlo.

Tras estas muestras creo que hay supuestos bien arraigados. ¿Hay una forma esperable de ser “buenos padres”?. Pareciera que en el imaginario docente sí y que reúne una serie de requisitos implícitos que todos debieran tener supuestamente claros. Algunos de los que suelo ver que se exigen son:

  • Disponibilidad de tiempos para supervisar cuadernos, carpetas y hacer tareas escolares con los hijos.
  • Habilidades de orientación y/o enseñanza cuando los chicos requieren ayuda.
  • Paciencia para asistir sin resolver por los chicos las cosas.
  • Conocimientos básicos claros sobre todas las áreas curriculares.
  • Prolijidad para llevar adelante tareas.
  • Capacidad de investigación en fuentes diversas para acompañar los encargos que se hacen a los chicos al respecto.

¿No será mucho?

Pedirle a los padres y madres que respondan a todas estas características, y si no lo hacen recriminarles la falta de interés por sus hijos, esconde para mí una visión clasista acerca de la paternidad/maternidad. Este enfoque está fuertemente atravesado por un “deber ser” en donde desde el vamos los padres y madres reales quedan en off side: es imposible responder a todas estas expectativas, salvo que se acerquen porque comparten nuestra profesión.

Hace rato que vengo hablando de cómo se ponen de manifiesto estas cuestiones cuando hablamos de la tarea escolar: en definitiva la tarea escolar se denomina como tal porque debe ser realizada dentro de la escuela y no fuera de ella. Hablar de estudiar es una cosa, hablar de dar tarea es otra. Pero incluso si pensamos que los chicos deben estudiar fuera de la escuela, es nuestra responsabilidad como docentes enseñarles cómo hacerlo y no la de los padres. Padres y madres no son especialistas en enseñanza y aprendizaje, ¡nosotros hemos estudiado para eso!.

Con la mejor voluntad, los padres pueden intentar enseñar a sus hijos cuestiones inherentes al estudio pero a riesgo de reproducir las falencias que ellos mismos han tenido o tienen en este terreno. Como si fuera poco, es importante volver a señalar que cuando de aprendizaje se trata, las formas que son buenas para uno no lo son necesariamente para el otro. Este concepto claramente investigado y fundamentado, llamado estilos de aprendizaje, nos lleva a la necesidad de trabajar con los alumnos no solamente en torno a los contenidos sino sobre sus formas de afrontarlos. ¿Pueden o deben los padres detectar y asistir a sus hijos de acuerdo a los estilos de aprender predominantes en cada uno de ellos? Claramente no.

Pensando en estas cosas, ¿por qué hablar de una visión “clasista”?. Si pensamos que los padres se nos asemejan en capacidades, responsabilidades y habilidades referidas a la actividad académica de los chicos es porque los estamos considerando “como parte de nuestro grupo” y esperamos de ellos reciprocidad de acciones y conocimientos. Sin embargo, las familias con quienes trabajamos tienen historias y trayectorias muy diversas. Esperar homogeneidad de respuestas, es ponerlos a todos dentro de la misma bolsa”.

Suponer por ejemplo que la vida de los padres y madres se organiza bajo los mismos tiempos, parámetros y valores que los nuestros es no poder visualizar las diferencias. Del mismo modo que imponerles exigencias que consideramos parte del “deber ser” de los “buenos padres”. La paternidad y la maternidad se ejercen de acuerdo con un sistema de valores construido cultural y socialmente.

Es riesgoso mirar el aula atravesada solamente por nuestros valores y nuestra cultura. La posibilidad de acompañar a los alumnos y sus familias implica poder ponerse en su lugar para comprender cómo viven, piensan y sienten. Lo que puede ser sumamente razonable para los docentes, puede no ser esperable en todas y cada una de las familias. Incluso en aquellos grupos con los que suponemos que compartimos una visión del mundo, hay que estar atentos a las diferencias. La ponderación de la heterogeneidad como aspecto positivo del aprendizaje corre también para las familias.

Por supuesto que la escuela, y menos aún los docentes, pueden hacerse cargo de todo y suplir que no se da en los hogares. Pero la conclusión suena bastante sencilla: cuando esperamos algo de los padres, empecemos por ponernos en su lugar y pensar en sus condiciones y formas de vida, antes de recriminar y reclamar. Y tal vez así podamos regular un poco las expectativas que tenemos sobre ellos y lo que pueden o no hacer por sus hijos. Seguramente así también podamos mejorar gran parte del cortocircuito que suele haber en la comunicación y abandonar ese supuesto «enfrentamiento de partes». Al fin y al cabo, estamos todos dentro del mismo barco: intentando acompañar y ayudar a los chicos desde lo que cada uno sabe y puede.

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11 comentarios

  1. Me detengo ante la pregunta que se propone aquí.Clasista? no puedo compartirla pues no es mi modalidad de aproximación a los hechos.En cambio considero que se establece una suerte de competencia en la cual se distribuyen responsabilidades por un fracaso que está a la vista.No se logra una buena articulación.Al decirlo tomo cuenta que es una reproducción de un paradigma que rige entre nosotros.Hacer responsable al otro ,mostrarle en qué está en falta..Nos cuesta abrir un espacio de cooperación en solidaridad por un bien común…Espero,quiero confiar que podamos salir de tamaño obstáculo y encontrar uno de los posibles caminos.Agradezco las propuestas de este espacio por la oportunidad de expresarse que brindan.

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    • Querida Frida: creo que ver a los demás desde una visión cultural y social que es la propia puede definirse como «clasista». Si esa visión además condiciona lo que esperamos de los otros, lo veo aún más sesgado.
      Es importante lo que estás señalando respecto de «señalarle al otro lo que le falta», porque la imposición de una mirada sobre las otras sigue siendo una imposición cultural.
      ¡Gracias por tu permanente aporte!
      Cariños,
      Débora

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  2. Hola! El post me parece estimulante para pensar la relación casa escuela.
    Creo «del otro lado» (los padres) actúan sobre la escuela con un «deber ser» y una idealización sobre las posibilidades reales. Hay expectativas aumentadas de ambos lados. Es necesario tal vez un poco de sobreestimación de la escuela: sería difícil para un padre admitir todos los errores y defectos como algo que deriva del hijo que tiene dificultades, admitir la burocracia como parte de un sistema extendido, a los docentes trabajando por un sueldo y no siempre motivados ni mucho menos sintonizando con cada niño en particular. En realidad al padre le interesa SU hijo. La idealización del docente sobre el padre es tal como se lo describió en el post. Y es también humano… es la esperanza de solucionar una situación compleja que no siempre se puede.
    Apruebo el post. Me parece que es mas complejo toda la situación, pero no invalida lo dicho. Por el contrario.
    Saludos cordiales

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  3. Muy interesante. He sido hija de madre viuda «ausente» por sus doce horas de trabajo (desde los 6 años a los 19) , soy madre de tres hijos con «doce horas de trabajo fuera de mi casa» y docente. Trabajo como tutora de niños/adolescentes y formadora de docentes. Mi preocupación en ocuparme del caso y enseñar a producir herramientas para que nuestros hijos/niños y alumnos sepan tomar las decisiones más adecuadas a cada momento sin que tengamos que estar nosotros a su lado físicamente. Nunca me consideré una mamá ausente y cuando observo a mis alumnos trato de buscar, indagar, reflexionar sobre sus problemáticas y trabajar con los padres para favorecer sus trayectorias. Nunca busco culpables. La realidades han cambiado, tal vez son más complejas y requieren de miradas diferentes. Si los padres no pueden, entonces trato de fortalecer más a mis alumnos. Siempre pienso esto: los alumnos tiene que ser personas y buenas; a pesar de los padres, a pesar de los maestros, a pesar del entorno y tienen que aprender a tomar decisiones y a reflexionar con otros sobre las mismas y en esto, en la sociedad que vivimos los docentes tenemos un rol fundamental. Habilitar la voz y que circule la palabra es clave para colaborar con la formación de nuestros alumnos, tengan la edad que tengan, la realidad socioeconómica y cultural que tengan, la familia que tengan, etc.
    Me encantó el artículo y los invito a seguir pensando juntos, porque es la manera de construir nuevas miradas y abordajes de la realidad educativa de la cual formamos parte.

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    • Gracias Emilce por tu mirada!
      Tu historia me remite a la propia: yo también fui hija de madre viuda muy joven, que no le quedó otra que salir a trabajar muchas horas diarias para mantenernos y hacer malabares para participar de nuestras vidas escolares y también soy hoy madre de 3 hijos, con un promedio de 12 hs diarias de trabajo fuera de casa. Muchas veces observo la presión por hacerme sentir que «quedé fuera de algo», como si fuera una elección por falta de compromiso de mi parte, cuando realidad soy una madre sumamente presente, estableciendo por supuesto prioridades.
      Pero creo que además tocaste un punto clave: el de habilitar las voces en todos los grupos sociales y culturales. Porque nosotras podemos estar expresando éste y otros puntos de vista, pero hay padres y madres que no pueden hacerlo si no se genera el espacio.
      ¡Muchas gracias de nuevo! Vale la pena seguir pensando estos temas desde «ambos lados del mostrador».
      Un afectuoso saludo,
      Débora

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  4. Creo que la escuela, al menos en sus niveles inicial y primario conserva una visión tradicional de la familia, va más allá de su percepción y expectativas respecto de los padres.
    Es común ver que las notas que llegan desde la escuela comienzan con un «Mamis […]» en el mejor de los casos «Queridas familias», de esta manera exponen una visión de la familia tradicional de muchas décadas atrás donde el papá salía temprano a trabajar a la oficina o la fábrica, mamá se quedaba en casa se ocupada de las compras, la limpieza y los niños. (El modelo de familia que podíamos ver en las tiras de la gloriosa Mafalda).

    El problema de esta visión no es que omiten que papás y mamás seguramente trabajan varias horas al día o que los papás también pueden ocuparse de la escolarización de sus hijos, …el problema de esta visión es que suponen un modelo que ya no existe, donde el Estado benefactor brindaba un soporte «sólido» para la construcción de la familia, considerada las bases de construcción de la sociedad.
    El Estado benefactor ya no existe como ya no existen las bases sólidas que brindaba, las relaciones sociales han cambiado, las familias han cambiado (separados, monoparentales, con tenencia compartida, parejas del mismo sexo).
    En estos tiempos de altas velocidades, de fluidez, donde los límites de las bases sólidas son difusos, es necesario encontrar puntos de contacto, elementos de cohesión. A la escuela como institución le sigue costando adaptarse a esta fluidez.

    La visión de la escuela respecto de los padres sigue fijada en ese modelo donde la mamá, con tiempo para ordenar la casa, organizar las compras, preparar almuerzos y cenas y mirar alguna telenovela tiene tiempo además para atender los pedidos que se originan en la escuela. Esta visión claramente no se adecua a la realidad y creo que allí se originan los primeros cortocircuitos.

    Considero que además hay otros elementos que hacen a los roles de cada uno de los participantes en el proceso de enseñanza aprendizaje que también son determinantes en estos casos, pero que pueden ser desarrollados en otro momento.

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    • Muchas gracias Ricardo por aportar esta perspectiva complementaria. Estos modelos «enquistados» que subyacen a la visión docente no hacen más que perpetuar los problemas de comunicación con la comunidad. Es interesante entender como señalás de dónde provienen.
      Un afectuoso saludo,
      Débora

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