El ciberdocente: atención 24 hs o cómo cambió el rol docente con la inclusión de las TIC

Créditos imagen: Emory Allen. Glasses Teacher Turntable. Drawing for Robots & Monsters. Fuente: Flickr.

Seguramente los colegas que han hecho de las TIC algo cotidiano para su profesión se sentirán de algún modo identificados con lo que voy a decir: cada vez que regreso de mis extensas horas de clase, me encuentro con una gran cantidad de mails que responder; aulas virtuales que cargar, alimentar y seguir, y redes sociales en las que responder a demandas diversas.

No me voy a quejar de algo que yo misma generé por convicción, pero quiero compartir algunas reflexiones respecto del impacto laboral que ha provocado en nuestra profesión este uso cotidiano de la tecnología, que le suma una gran cantidad de horas de trabajo no reconocidas a nuestras jornadas.

Me provoca una gran contradicción pensar que a eso que le llamamos “el sistema” le importa nada que sus docentes pasemos extensas jornadas abocados a la comunicación y a la producción de contenido digital. Eso que llamamos “sistema” opina que nuestro trabajo se mide por la cantidad de horas presenciales que pasamos dentro una institución educativa, pero desconoce todo aquello que pasa fuera de ella. En Argentina incluso, hay una larga tradición de falta de reconocimiento hacia las horas de planificación y preparación de las clases.

Todo lo que tiene de positivo el hecho de pensar que el aula no se reduce a cuatro paredes y que la enseñanza y el aprendizaje trascienden las fronteras escolares, es directamente proporcional a la ansiedad por la pronta respuesta sustentada en la fantasía del “docente 24 hs”. Hay una especie de idea dando vueltas en los alumnos de la disponibilidad permanente, que se vé por ejemplo en situaciones como salir de dar clase un día a la noche, llegar a tu casa, arrancar el día siguiente a las 8 hs con el comentario de un estudiante de: “-¡Profe, no respondiste mi mail!”. Y una intenta contestar desconcertada pensando “estar en falta”: “- ¿Cuándo me lo mandaste?”, ante lo que escucha: “- Y… habrá sido a las 2 de la madrugada…”.

¿Acaso se imaginan un “docente-robot” que está todo el tiempo a la espera de la entrada de los mails de sus alumnos para responderlos? Cuando hago este en chiste en clase, lejos de reírse muchas veces recibo miradas de decepción. En el fondo, creo que estoy quebrando una ilusión…

Pero además de lo vincular hay otros temas que pensar en torno a este nuevo perfil docente. La falta de reconocimiento del trabajo por fuera de la clase presencial contribuye también en que no llegue a constituirse en un modelo innovador de enseñanza, sencillamente porque el “blended learning” no es reconocido por el sistema. La subestimación de las posibilidades de la enseñanza virtual abona la idea de que esas tareas se invisibilicen al punto de negarse como constitutivas de la enseñanza.

El aprendizaje ubicuo que tan claramente ha descripto Nicholas Burbules, que ofrece la posibilidad de aprender en todo momento y lugar a través de los dispositivos móviles, termina siendo una teoría que no consigue impregnar la escuela sino que queda reducida a todo aquello que está bien al margen de ella. Así es como el aprendizaje invisible continúa cada vez más lejos de tender puentes con la enseñanza formal y los alumnos van perdiendo progresivamente el interés, en su afán por intentar sortear el muro que divide lo institucionalizado de lo informal con la esperanza de conseguir que sus aprendizajes resulten significativos. Decae la motivación y por lo tanto la calidad de los aprendizajes. Pero claro: tampoco puede haber un gran incentivo para que maestros y profesores continúen su tarea más allá de los muros escolares cuando su trabajo no es reconocido.

De este modo vamos perdiendo la enorme ventaja que ofrece la enseñanza virtual en términos de la personalización/individualización que posibilita, y que podrían permitirnos afianzar los procesos de seguimiento del aprendizaje de cada alumno a su propio ritmo y en función de sus intereses particulares.

Un gran problema que aparece cuando se trabaja con un modelo “mixto” es el de los “alumnos fantasma”: están en el mundo virtual pero no se los ve. Como una suerte de espectadores permanentes asisten calladamente a los fenómenos de comunicación entre el profesor y sus pares, pero muchas veces se sienten expuestos individualmente y optan por no participar. Allí se requiere de otras habilidades por parte del docente para lograr incentivar la participación, pero teniendo claro que esto le suma a su vez estrategias diferentes, creatividad y por supuesto mucho tiempo de trabajo a su tarea.

Y así estamos… navegando entre las contradicciones de querer pelear la inclusión de las TIC a sabiendas del cambio de modelo de enseñanza y sus implicancias en términos de la sobrecarga de trabajo, y la falta de reconocimiento de estas nuevas tareas y funciones por parte del sistema.

Todos podemos compartir conceptualmente los discursos de inclusión, mejora, innovación, etc. Pero no pueden aparecer al margen del debate acerca de las condiciones de trabajo. Si queremos que realmente empiece a cambiar el rol del docente, “el sistema” deberá demostrar que está dispuesto a aceptar el reconocimiento de las horas reales de trabajo que implica más allá de la presencialidad. Preparar materiales digitalizados; explorar sitios; investigar aplicaciones; buscar fuentes digitales confiables; crear contenidos para abordar en entornos virtuales; etc. representan un enorme esfuerzo para los docentes no sólo en términos de formación sino en horas concretas de tarea. Como decía antes; ta venimos del modelo a donde ni siquiera se consideran las horas de planificación y corrección y la perpetuación del discurso de “no hacen nada, trabajan 4 hs.”

¿Hasta cuándo seguiremos sobrecargándonos sin reclamar por estos temas y hacerlos visibles?

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4 comentarios

  1. Creo que se debería reconocer al menos un 30% de las horas que se imparten en el aula como compensación para aquellas actividades que se hacen fuera del aula (investigación, formación, resolución de dudas a estudiantes a través de las TIC).

    Es cierto que es mucho el tiempo que se invierte en las TIC para poder llegar al aula e impartir una clase sin problemas.

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  2. Coincido. Sería interesante, al menos para empezar, que se reconozca, si no económicamente, al menos con otro tipo de incentivos: hoy en día, desde la perspectiva del sistema, da lo mismo sacar la misma hojita amarilla de hace 20 años que innovar. Y el docente que invierte tiempo en innovación siente que nadie lo reconoce, salvo acaso los estudiantes… Así, todos sufrimos la tentación de hacer la más fácil, total da lo mismo… Nunca vi a los gremios docentes poner de manifiesto estas problemáticas.

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  3. Lo trágicamente paradógico de esto es que la única capacitación que el estado brinda (o brindó en algún momento) fue on line. ¿Sigo, o me pongo a llorar en un rincón del aula? 😉

    Muy bueno y real, como siempre lo son tus relatos y análisis de nuestra situación. Y si, hay que visibilizarlo. El viernes paramos, y todo el mundo piensa que es SOLO una cuestión de dineros… Por favor…

    Saludos!

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