Cuando llega esta época del año en Argentina presenciamos en cantidad la culminación de los estudios de niños, jóvenes y adultos. Una de las cosas que siempre me llamó la atención respecto de este momento, es la extraña forma en que se “festeja” este evento en nuestro país.
Existe una costumbre bastante arraigada en escuelas secundarias y universidades o instituciones terciarias, que consiste en tirarle comida diversa (huevos, harina, aderezos, yerba, etc.) cuanto más pegajosa mejor, junto con pintura y otras cosas; que dejan al egresado en condiciones deplorables. Este ritual, que se repite a modo de “déjà vu” en la puerta de las instituciones educativas, es llevado a cabo tanto por familiares como por amigos cercanos. Pareciera que si no se da esta escena, no hay egreso. Las entradas de escuelas y universidades (lugares públicos) quedan llenas de pegotes que deben ser limpiados por personas totalmente ajenas al desarrollo del ritual.
¿Por qué “tirarle cosas asquerosas” es en términos simbólicos un ritual valorado para el egreso? En un país a donde mucha gente pasa hambre, resulta también al menos paradójica la acción de tirar tanta comida.
¿Por qué este acto cargado de agresión es naturalizado, aceptado y perpetuado socialmente?
Buscando alguna información sobre el tema encontré este interesante artículo a donde se analiza este ritual para los graduados universitarios. Me gustaría destacar algunos párrafos:
“El arrojo de distintos elementos hacia el cuerpo del egresado: amigos y familiares se encargan de recibir al nuevo profesional arrojándole huevos, harina, yerba, aceite, brea y mezclas con todo tipo de alimentos en putrefacción. Así como también, se suele rapar a los varones y cortarles mechones de pelo a las mujeres, a algunos varones los depilan y a todos les cortan la ropa y los dejan desnudos o semidesnudos. Los ritos de paso implican marcas en el cuerpo, un cuerpo con inscripciones, con marcas del paso del tiempo.”
“El ritual instala la cultura y comunica una visión de mundo de esa cultura y el participar en el ritual incluye al grupo mediante esa práctica a esa visión cultural. Que se realice un ritual para festejar o resignificar el final de una etapa educativa conlleva la importancia que tiene para esa comunidad ese tipo de instrucción (en este caso, la universitaria) que lo ve como un logro y éxito personal.
“El momento ritual implica que prácticas que en otro momento serían desaprobadas por la sociedad en ese contexto estén legitimadas. Los “maltratos”, “vejaciones” o “humillaciones” a las que se enfrenta el universitario, en otro contexto serían vistas como eso. Pero en el momento ritual reconoce a esas prácticas desde otra postura y dice que son “un permiso que se le otorga a tus amigos y familia”[1]
Al leerlo recordé también los ritos de iniciación que se presentan en escuelas secundarias e instituciones de nivel superior. Comparten esta idea de la necesidad de atravesar una humillación pública para poder “pertenecer”. Y destaco este hecho dado que las instituciones educativas son las principales “sancionadoras” de este tipo de acciones. Me resuena sobre todo esta idea de que esto que se hace para cumplir el ritual, en otro contexto sería mal visto por sus propios protagonistas, pero en este marco está no solamente bien visto sino alentado por quienes se encuentran implicados en el egreso.
La necesidad de transgredir las normas esenciales para pertenecer habla también de algún modo del espacio simbólico que se le otorga a estas instituciones. En tanto organizaciones bastante poco flexibles, escuelas y universidades parecen “invitar” de alguna manera a ser transgredidas “con aceptación social” en algunos momentos particulares como el ingreso o el ingreso.
En las escuelas primarias existe sin embargo el ritual de culminación es otro: en las públicas, los chicos pintan y escriben sus guardapolvos, a modo de recuerdo de sus compañeros. Comparten frases, chistes, dibujos, guiños que los caracterizan. Muchas veces ese recuerdo es resguardado por muchos años como un tesoro. Si bien podríamos atribuir a la diferencia de edades los distintos rituales, me parece que no podemos eludir el análisis sobre las diferencias del valor simbólico en ambos casos. Mientras que en la primaria se plasman de modo imborrable los recuerdos, en la secundaria (a veces lo hacen también) y los niveles superiores los rituales incluyen diversos grados o tipos de agresión.
¿Acaso el enorme peso de los estudios genera esta necesidad a modo de revancha de lo vivido? ¿El formarse produce esta sensación de “bronca contenida” que debe descomprimirse de alguna manera?
En nuestra institución, a donde formamos a quienes serán maestros de nivel inicial y primario, reiteramos permanentemente el pedido de cambiar este ritual y que, en su lugar, donen la comida que van a tirar a comedores comunitarios. Si bien hemos logrado alguna reducción de la cantidad de “ceremonias de egreso” de este tipo, estamos muy lejos de haber logrado cambiar esta costumbre.
¿Qué es lo que tiene que suceder para que podamos resignificar y modificar las formas de conmemorar el momento del egreso?
[1] Luna Mariela y Larralde Armas Florencia (2007): Ser un profesional: ritual de pasaje en la actualidad. Questión, Revista especializada en Periodismo y Comunicación. Volumen 1, Nro. 15. Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Visto en http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/view/424
Qué interesante debatirlo con l@s estudiantes no? Creo que es un ritual casi mecánico, ni lo piensan… «usosy costumbres». Qué bueno ponerlo en tensión!
Me recuerda también al uso de los alimentos como recurso en las actividades, no es necesario jugar y explorar con aquello que carecen muchos hogares: la comida. Hay tantas alternativas y posibilidades!
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Cierto Gisela, si no empezamos a tematizarlo con más fuerza, difícil que podamos cambiarlo.
¡Gracias por tu comentario!
Un afectuoso saludo,
Débora
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