Créditos imagen: Lk Luka, parole parole parole.. Fuente: Flickr
Me gustaría volver a plantear este tema porque no ceso de escuchar argumentos docentes en contra de cambiar la forma de enseñanza y a favor de mantener todo tal cual está. Para ello tomaré con la intención de analizar, cada uno de los más frecuentes, aunque todos sabemos que siempre puede haber muchos más.
He aquí los más famosos:
- “Implementar el método/estrategia/teoría/modelo/etc. “xx” me resulta utópico”. En este caso consigno cualquiera de las variaciones porque el argumento aparece tanto cuando hablamos de los proyectos en el aula; como de la enseñanza de la lectura y escritura; como de las nuevas estrategias y modelos para la enseñanza de la matemática; y todo lo que se les pueda ocurrir. Voy a refutar esto en 2 sentidos: el primero, que no veo cuál sería el sentido negativo de las utopías en la educación. Si sólo educamos sobre certezas, entonces hay algo mal entendido acerca de nuestra profesión. El segundo, es que una utopía es justamente un horizonte que motiva y estimula la tarea. La enseñanza debería estar marcada por algunas utopías que confieran nuevos sentidos a lo que hacemos.
- “Si no me dicen cómo hacerlo, seguiré haciéndolo como conozco”: la eterna búsqueda de la receta de otro como una buena excusa para anular toda capacidad de cambio. Lo que hagan los otros puede ser operar como plataforma o como modelo de una buena práctica, pero nunca será transferible a mi contexto particular de enseñanza de manera mecánica. Si hay algo que es patrimonio del docente es la Didáctica, que se ocupa justamente del desarrollo de las estrategias de enseñanza. No podemos esperar que otro/os piensen por mí cómo enseñar: es una de las responsabilidades esenciales de la tarea pedagógica.
- “Cambiar la forma de enseñanza da mucho trabajo”: este es uno de los argumentos que cuestiono con más dureza. ¿Alguien puede creer que seguir la carrera docente es para tenerla fácil y para darle poco trabajo? Si así fuera, creo que realmente ha equivocado su profesión. La “comodidad” que confiere la facilidad de seguir haciendo lo mismo puede caracterizar otros empleos que no involucren el futuro de niños, jóvenes o adultos que aprende. Cuando uno trabaja con y para otros tiene la obligación de formarse de manera continua y de probar las mejores formas de enseñanza que puedan a ayudar a sus alumnos a aprender mejor. Eso, sin dudas, cuesta trabajo. Quien no lo vea así, puede dedicarse a otro rubro.
- “El curriculum/la escuela no me permite hacer las cosas de otro modo”: siempre les digo a quienes se están formando como maestros que el curriculum es una guía, pero no es la Biblia ni una serie de mandamientos que deben seguirse a rajatabla. Sentirse presionado por el curriculum es una decisión personal de cada maestro o profesor. Cuando hablamos de las escuelas, varía el margen de acción de acuerdo a si es una escuela privada o pública. Si bien el equipo de conducción puede accionar sobre sus docentes en el sentido deseado, no somos esclavos ni meros ejecutores de indicaciones de otros. Cuando un docente no tiene libertad para tomar sus decisiones de aula es porque está trabajando en la escuela equivocada o porque no tiene la seguridad sobre sus acciones como para atreverse a probar. Esto puede suceder con los docentes noveles, no así con los experimentados. En el caso de los que están iniciando su profesión, lo interesante es tomar lo mejor de cada modelo de buenas prácticas que observen de sus colegas.
- “Los padres se quejan si no hago las cosas del modo que ellos ya conocen”: este es un argumento bien interesante, porque si bien es cierto que no se puede trabajar teniendo a los padres en contra, tan cierto como ello es que las decisiones pedagógicas las toma el docente y no los padres mal que pueda pesarles. ¿La familia sabe de Didáctica? ¿Los padres tienen claro si uno u otro método de enseñanza es mejor o peor? Cuando maestros y profesores son capaces de comunicar con claridad las intenciones, fundamentos y formas de su forma de enseñar, se previenen estos reclamos. El problema surge cuando los cambios se imponen sin mediar explicación alguna o se ilustran recién ante el reclamo de los padres que no entienden cuál es la forma de enseñar y de aprender. La única referencia conocida por los padres es cómo ha sido su propio proceso de aprendizaje y es la que se usa como parámetro de comparación.
- “Si no me pagan más por mi trabajo no voy a cambiar a nada”: la falta de reconocimiento del trabajo docente es un hecho sobre el cual he escrito bastante en este blog. La lucha por la mejora de las condiciones de trabajo y salariales debe ser uno de los pilares del gremio docente. Sin embargo, mezclar una cosa con la otra me parece un despropósito. Y no por el clásico argumento de la vocación de que “si elegiste ser maestro/profesor tendrías que aguantar lo que sea” porque no comulgo con esa idea, sino sencillamente porque la defensa de las mejores condiciones laborales no se da dentro del aula sino con quienes tienen el poder de decisión política para lograrlo. Tomar a los alumnos de “rehenes” y excusarse de mejorar por el tiempo adicional que nos toma formarnos, leer, evaluar o lo que sea es confundir de plano los frentes. Sería algo así como que un piloto de avión a quien le cambian el modelo que va a volar decida no aprender sobre el nuevo si no le mejoran sus condiciones de trabajo: ¡imagínense cuánta probabilidad podría haber de que el nuevo avión se caiga!.
- “Hasta que no esté comprobado que este nuevo método/teoría/ modelo sirve, no lo voy a aplicar”: otra gran excusa… La Pedagogía y la Didáctica no son ciencias exactas que van tras las comprobación empírica, cuantitativa y objetivable salvo que se conciban desde un paradigma positivista que consideramos superado. ¿De dónde saldrían entonces esos “resultados irrefutables” que tanto se esperan? Lo que funciona en un contexto puede no funcionar en otro. No hay verdades ni reglas universales, hay experimentación, registro y colaboración para su análisis permanente.
Podría seguir con algunos otros argumentos, pero sin dudas estos son los más “clásicos” y generalizados.
No hay argumentos reales que impidan el cambio, hay excusas para no hacernos responsables de llevarlo a cabo y estar esperando siempre que “lo hagan otros”. “Los otros” somos nosotros cuando de educación se trata.
Lamento decir que me avergüenzo de sólo leerlo.Y si bien sé de la veracidad que tienen es penoso acercarse y considerarlo pues es un serio»desvio» del lugar designado como «docente».No sólo por la jibarización como persona y consecuente mediocridad sino por la desconsideración hacia los alumnos.Es como decir a través de la actuación:Estamos dentro de un sistema mecanizado,como las maquinas en la película genial de Chaplin y bueno,nos embromamos todos.No puedo dejar de escucharlo como una conducta autodestructiva.Y la responsabilidad hacia los alumnos,donde queda.?Ni eso mueve este elefanteásico aparato.Pero no es sólo esto.El hormiguero se mueve,las laboriosas hormigas, ágiles y con un GPS precoz y de vanguardia,lo van haciendo.Mi expectativa esperanzada puesta en ellas y nosotras que aun estamos en ruta,en la retaguardia.
Me gustaMe gusta