Y pasó el primer mes a cargo de la escuela

No sé cuánto interés pueda producir un relato en primera persona, me da un poco de pudor la cuestión autorreferencial. Pero por otra lado pienso que a veces es muy difícil imaginarse cómo es estar del lado de quienes conducen la escuela si no se cuenta un poco de qué se trata.

Este primer mes a cargo de la Rectoría estuvo bien lejos de las prioridades que tenía y los proyectos que había propuesto: no porque no estuviera preparada para situaciones complejas, sino porque las que se dieron distaron totalmente de mis expectativas para el inicio pero, por sobre todo, porque atacan el corazón de la escuela pública.

A los pocos días de asumir entramos a padecer una ola de amenazas de bomba, muchas de ellas tuvieron como destino la escuela con la que compartimos el edificio por la tarde. Pero al estar ocupando el mismo espacio físico, la amenaza activa un protocolo de evacuación de toda la escuela. Así fue que pasamos las tres últimas semanas entre procesos de evacuación diarios de niños desde 2 años hasta los adultos del profesorado. Quiero aclararles que se trata más de mil chicos y adultos desplazándose hacia una plaza en una zona céntrica de la Ciudad de Buenos Aires llena de tránsito y gente, atravesando condiciones climáticas de mucho frío.

Quiero contarles que lo más doloroso de todo esto es ver a chicos llorando por el miedo, algunos abrazando a sus padres cuando los venían a buscar o diciendo en algún momento que no querían ir a la escuela. Parece increíble que exista gente que quiera generar esto con los más pequeños, que se pueda ser partícipe de tanta cobardía y egoísmo, pero esto vivimos.

Maestros y profesores cansados de no poder estar haciendo lo que saben que es enseñando, tratando de contener y acompañar lo mejor posible. A veces nada alcanza y se siente frustración, pero allí estuvieron al pie del cañón. Familias, estudiantes de profesorado, alumnos de secundaria… todos juntos.

Claro que hubo algunos que se enojaron, que protestaron, incluso a veces creo que confundiendo el destino de sus reclamos. Pero la comunidad estuvo y está peleando por darle a nuestra escuela pública el clima de trabajo que nos merecemos.

Mi tarea de las últimas semanas estuvo centrada en los operativos de evacuación; en la relación con las fuerzas de seguridad; en los permanentes recorridos de revisión de la escuela con la “brigada de canes”; en el reclamo a las áreas de gobierno que deben que actuar en estos casos; etc. En síntesis: nada más lejos de lo estrictamente pedagógico que tanto me preocupa y por lo que quería estar a donde hoy estoy.

Por supuesto que esto produce una gran decepción. Pero después del agotamiento inicial me propuse tomar un poco de distancia e intentar apelar a la resiliencia, a esa capacidad de enfrentar situaciones complejas o decepcionantes como en este caso y salir de ellas con algún aprendizaje o más fuerte. Así fue que empecé a revisar todo lo que se había generado a partir de estos hechos lamentables, y encontré algunas cosas increíblemente alentadoras a pesar de todo.

Lo primero que sobresalió fue que tuve la oportunidad de interactuar con muchas de las familias y los alumnos de una manera que tal vez no hubiera tenido en otras circunstancias: una preocupación común nos convocó y tuvimos oportunidad de buscar las formas de afrontar lo que nos toca vivir cotidianamente. Pensamos juntos, discutimos, intercambiamos y por sobre todo nos escuchamos. Pude conocer las motivaciones de muchos que los llevaron a elegir a esta escuela; también conocí las críticas que algunos tenían hacia ella.

Otra de las cosas que se forjó en estos días fue sin dudas el vínculo con el resto del equipo de conducción de la escuela. Quedó muy claro que -aunque podamos tener matices en las formas de ver las cosas-, a la hora de resolver estamos juntos y actuamos complementándonos y operando con el mismo compromiso sobre la realidad que nos toca. No hubo dudas, sino decisión y acción conjunta. Todos remamos en el mismo sentido y nos ayudamos incluso en el agotamiento cuando a cada uno de nosotros nos tocó sentirlo de más.

Como si esto fuera poco, estrechamos la relación con mis colegas autoridades de la escuela con la que compartimos el edificio: trabajamos codo a codo y a pesar de ser dos instituciones diferentes, actuamos en conjunto.

Una de las cosas que más me conmovió en los últimos días fue la incesante circulación de estudiantes del profesorado, futuros maestros, preguntándome en qué podían ayudar y si se podía hacer algo. Algunos sólo me saludaron con afecto; otros acercaron ideas; algunos me interrogaban buscando respuestas (muchas de las cuales no tenía); pero estuvieron cerca. Los primeros días no habían sido así y me había sentido muy preocupada, pero finalmente hablando se fueron viendo estas actitudes que al comienzo aparecías diluidas en la desesperanza.

Finalmente, lo que me pareció increíblemente maravilloso fue el compromiso del Centro de Estudiantes de secundaria. Pasamos juntos por las aulas explicando al resto de los alumnos la información que teníamos y frenando rumores que creaban confusión. En cada grupo los oí repetir: “-Nosotros queremos estudiar”. No perdieron cada oportunidad para resaltar que ellos eran los principales afectados y que, contra todo lo que se difundió como idea de que los mismos estudiantes eran los responsables de las amenazas, se plantaron a decirle a todos sus compañeros por qué era importante defender la escuela e impedir que pongan a todos los alumnos “en la misma bolsa”. Mientras tantos hablan de los jóvenes sin proyectos y los presentan descomprometidos con todo, tuve oportunidad de ver y compartir con ellos todo lo contrario.

Por supuesto que hubo algunas voces disonantes, incluso que venían de los propios docentes en algunos casos. Creo que es inevitable. Pero la mayoría pudo hacer a un lado las diferencias y unirse en el reclamo por retomar la actividad normal en nuestra escuela.

Tal vez algunos que lean esto piensen que es muy poco, que la escuela está para otra cosa. Y si bien puedo acordar en algo de esta afirmación, lo cierto es que contra viento y marea una comunidad educativa salió a decirle a los que no creen en la escuela pública que éste es el lugar a donde queremos y elegimos estar. Y salimos a decirles también que haremos todo lo que sea necesario para sostener este espacio de enseñanza y de aprendizaje, pero también de compromisos y vínculos. Un lugar del cual nadie se crea con el derecho de sacarnos las ganas de ir.

Hace 2 días las familias, alumnos, docentes, etc. convocaron un abrazo a la escuela. Este mensaje que se logró dar como comunidad fue para quienes con su egoísmo y cobardía creyeron que podrían desalentarnos a seguir en la escuela pública. Y también fue para los responsables políticos que no se hacen cargo de lo que les compete en el momento en que tienen que hacerlo y dilatan la toma de decisiones.

Ya lo dice el refrán popular: “Lo que no te mata, te fortalece”. ¿Quién dijo que todo está perdido?

Créditos imagen: logo de Mariana Slemenson.

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Un comentario

  1. Muchas felicidades y congratulaciones en este 1º mes de gestión. Coincido con casi todo tu escrito, no debería sentir pudor en escribir un texto en 1º persona del singular, sos parte y representante de un proyecto colectivo Lista Juntos x La Escuela Pública, pero el cargo de Rectora y las responsabilidades hasta el momento son individuales, personales . Han sido momentos muy difíciles, casi imposible de dimensionar todo lo que habrá sentido y pensado. Pero como bien escribís vos, estos momentos son también oportunidades de profundizar lazos, trabajar colaborativamente, escucharnos mejor. En este sentido no acuerdo con la idea que lo realizado por las autoridades en estos momentos sea algo: «… nada más lejos de lo estrictamente pedagógico…», las autoridades pedagógicas organizan, escuchan, contienen, cuidan y asisten; estas son también maneras de educar, y ustedes lo hicieron. Gracias a vos y demás autoridades de la institución por estar donde estuvieron. Esperamos los docentes estar también a la altura de las circunstancias. Un fuerte abrazo.

    Comparto un manifiesto de los representantes del Consejo Directivo de la Escuela Normal 1 con respecto a las frecuentes amenazas recibidas.

    En virtud de las reiteradas amenazas de bomba sufridas en las últimas semanas y las consecuentes evacuaciones que han tenido como resultado la pérdida de horas de clase, integrantes del Consejo Directivo manifiestan ante esta situación:

    · Que se toma conocimiento y se apoya la decisión de las autoridades de las escuelas involucradas (Normal 1 y Liceo 4) respecto de las medidas preventivas adoptadas. Se ha solicitado a la brigada especializada la revisión de los edificios, previa al inicio de cada turno, para intentar evitar las acciones de evacuación.

    · Exigimos el acompañamiento y las soluciones necesarias de las áreas de gobierno a las que les corresponde actuar en consecuencia, brindando respuestas concretas a la solicitud de contar con sedes alternativas de evacuación adecuadas a las condiciones climáticas y garantizando las acciones preventivas.

    · Repudiamos la estigmatización hacia los estudiantes jóvenes y adolescentes señalados como únicos potenciales responsables de las amenazas.

    · Que estos hechos constituyen un ataque a la escuela pública por lo que ratificamos nuestro compromiso con su defensa.

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