Cualquier argentino podrá coincidir en que la escuela secundaria y los adolescentes representan un gran problema. Frases como “los padres no se hacen cargo”, “los pibes están solos” salen de nuestras bocas y de las de nuestros colegas a diario. Esto ya conforma una descripción de la realidad cotidiana desde hace un buen tiempo.
Por otro lado, en la escuela se cuestiona permanentemente a los adolescentes: que nada les interesa; que no prestan atención; que no tienen respeto por nada; que no se esfuerzan… y podría seguir otra saga de frases como ésta y seguramente escucharíamos muchas voces coincidentes en este sentido.
Yo misma sostengo con fuerza lo de recuperar las funciones esenciales de la escuela y su lugar, ¿pero hasta dónde es posible con las realidades que vivimos o más bien que viven estos chicos? Si las políticas de Estado realmente se hicieran cargo de conformar los equipos de asistencia necesarios en cada escuela (psicólogos, asistentes sociales, sociólogos, etc.), seguramente los docentes podrían dedicarse más a la enseñanza. Pero cuando eso no está, ¿quién se ocupa?
Ahora… ¿qué les queda entonces a los adolescentes? Sus padres no se ocupan; en la escuela no están para ocuparse de sus problemas sino para enseñarles (esto se sostiene como fuerte argumento)… ¿Los rifamos? ¿Los dejamos solos? ¿Hacemos que se “aguanten” entre ellos?
Siento que esto es como el jueguito de pases de pelota, pero nadie la para y mira la cancha para ver cómo seguir jugando con los otros. Docentes hastiados de hacerse cargo de lo que no les corresponde y para lo que no están formados, terminan haciendo como que enseñan en un mundo a donde cada cual hace la suya mientras los chicos siguen esperando alguna referencia de donde agarrarse.
No es fácil ser adolescente. A veces pienso si todos los adultos podemos recordar ese momento y la necesidad que teníamos de contar con algo medianamente seguro que nos cobije. Si eso no está en los padres ni tampoco está en la escuela… ¿a dónde va a estar?
Conozco padres que terminan haciéndose cargo de los amigos de sus hijos ante la escena de carencia total que observan en los otros. No son solo los padres “pudientes”, sino algunos de aquellos de gran corazón que lo poco que tienen lo reparten entre más cuando ven que se necesita. Ojalá hubiera más de estos padres, pero claro que sobran los dedos de las manos para contarlos.
Seguramente en la escuela nos está faltando además más lugar para los padres: evidentemente no cuentan con herramientas para educar a estos chicos de quienes no conocen sus códigos y apelan a las fórmulas conocidas que aplicaron con ellos, que ya no surten efecto. Tan cierto como esto es que quienes deberíamos estar preparados profesionalmente para entender a estos chicos somos los docentes que nos formamos para ello. Lamentablemente no hay escuelas para padres, aunque hoy parecieran necesitarse mucho, pero sí hay formación profesional docente.
¿Qué futuro podemos ver con estos adolescentes sin adultos que quieran tomar el desafío? Ya sé que no se trata de inmolarnos, menos aún siendo docentes, pero tampoco veo la solución en seguir pasándonos la pelota de unos a otros y buscando culpables, sin que en el medio nadie termine ocupando el lugar que los chicos tanto necesitan hoy.
¿Quién va a enseñar a los chicos lo que es “la ley”? ¿Quién va a marcar límites entre lo que se puede y lo que no cuando están desorientados? ¿Quién va a frenar o a contener según sea necesario?
Pareciera que estamos reclamando a gritos un nuevo pacto entre escuelas y familias. Y en esto la imagen que los medios transmiten de los docentes no ayuda en absoluto: mientras se siga contribuyendo a la idea de que maestros y profesores son seres atrasados, inútiles e inservibles, que ni siquiera ameritan cobrar un salario digno por su trabajo, va a ser difícil recuperar el lugar de la docencia en la construcción de un nuevo vínculo con las familias.
En este terreno no deberíamos tener grietas: tendríamos que remar todos juntos porque unas generaciones de chicos nos están reclamando que lo hagamos. No se trata de proceder como docentes a inmolarnos en masa, sino de pensar cómo reconstruimos entre todos este rompecabezas. Por algún lado tenemos que empezar a cortar el círculo, porque este tema ya no puede esperar más y los riesgos son muy importantes.
Créditos imagen: Igreja Batista Betânia. Adolescentes. Fuente: Flickr.
Hola! Me gustan mucho los temas que tratás. Pero siempre me parece que al abordar uno, sos parcial en la consideración de los «factores intervinientes». Pero la lógica del escribir empuja a eso: no se puede abordar «todo» simultáneamente y aún cuando lo intentemos seguramente otra persona con otra visión, agregaría otros «factores».
Lo que hago a continuación es un punteo de temas relacionados. Hay que pensar que ese punteo fue despertado por tu artículo y no es una opinión sobre él. Simplemente me dan ganas de charlar con vos y contarte lo que relaciono.
Adolescencia: futuro dudoso en términos de mirar al mundo: (daño planetario): instalación de un pesimismo sobre el futuro. Frente a ellos y en lo inmediato: trabajos de mala calidad, desprestigio cultural de los estudios prolongados por mala paga de los profesionales;
Padres: familias diversas: monoparentales, reconstituídas, horarios de trabajos y viajes prolongadísimos que hacen a la ausencia del hogar, adultos que «juegan»; necesidad de amparo de los propios adultos. Falta de relación de familias de dos o tres generaciones: poco abuelazgo
Docencia: Mal formada, mal paga, poco reconocimiento social, duda de los propios docentes sobre la importancia de su rol social como educadores más que instructores, ruptura del ideario de «transformadores sociales. Trabajo disperso, corridas.
Instituciones escolares: ideario y coordinación poco consistente, alta rotación de personal; , segmentación de las escuelas, falta de objetivos distritales, comunales y nacionales. Como diría Daniel Feldman: no está alineada las autoridades, los programas y los docentes. O, en mi traducción de «calle»: cada uno hace lo que quiere y puede (salvo honrosas excepciones)
Autoridad: Discutida, siempre acuerdos transitorios dificilmente logrados y rápidamente abandonados…. cambiados. Esto como modelo en todos los niveles. Un buen libro para esto: ¿quien tiene la gorra?
Amor: Idealizado; confusión entre lo público y lo privado. Exhibido. Falta de confianza. Con fianza; Con fe.
Religión…
y así podría seguir… con esta constelación de cosas que hace a la creencia ( en el sentido de Jackson), cuando escribís algo tocas todos estos temas inevitablemente.
Tu posición es optimista y luchadora. Admiro eso.
Saludos cordiales
Jorge
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