Hay pocas cosas que parecen claras respecto de cómo lograr un cambio educativo. Yo siento que hay más preguntas que respuestas, pero que la única manera de comenzar a ponerlo en marcha es posicionándonos sobre algunas cuestiones esenciales.
Partamos de la base de que es una ilusión creer que todos quienes trabajamos en instituciones educativas nos pondremos de acuerdo respecto de qué cambios necesitamos y de la forma en que vamos a llevarlos a cabo. Por supuesto que si logramos los acuerdos y consensos necesarios estaremos en mucha mejor posición de hacerlo, pero sabemos que no todos concebimos la educación, la enseñanza y el aprendizaje de la misma manera.
¿Deberíamos coincidir en qué esperamos de los alumnos y del equipo docente? Seguramente. ¿Podremos lograrlo? Lo veo difícil. Esto significa que aprenderemos a convivir en la diferencia, así como sucede en cualquier escenario democrático. Creo que en lo que no podemos claudicar es en el hecho de tirar todos del carro, aunque no coincidamos sobre las formas de hacerlo. Al menos consensuar las metas esenciales será lo que nos permita seguir adelante.
Por estos días he participado de interesantísimos debates dentro de mi escuela, de los que he podido recoger como elementos comunes algunas preguntas que quisiera compartir aquí con ustedes, sabiendo de antemano que las respuestas que podamos dar a cada una de ellas podrán ser diferentes. Les propongo pensar juntos esos interrogantes acerca del cambio educativo e ir ensayando algunas ideas posibles.
¿Se hace de a poco o rápido?
Una de las cuestiones sobre las que he escuchado más diferencias es sobre la idea de “ir de a poco” o “tomar decisiones drásticas”. Si bien los escenarios son variables, las organizaciones son escenarios políticos en donde siempre se juegan relaciones de poder. En estos contextos habrá que aceptar que no será posible contar con una adhesión absoluta al cambio aunque nos propongamos crear el mayor consenso posible para lograrlo. Y en este sentido creo muchas veces si bien el impacto inicial de los cambios puede generar resistencias, el hecho de lentificarlos no dosificará estas reacciones.
Es claro que no podemos cambiar absolutamente todo de golpe, pero a mi juicio es igual de claro que ir de a poco no garantiza en absoluto que sea factible lograr mayores consensos para el cambio. Por supuesto que la capacidad de intercambiar, conocer, negociar, etc. reduce los temores y lleva su tiempo, pero es probable que quienes no quieran el cambio sigan opinando exactamente lo mismo a pesar de transitar todos estos procesos. En lo personal creo que el ir de a poco muchas veces habla de un profundo temor al cambio.
¿Se cambia todo o se conserva algo?
Otro gran eje de debate. Soy de la idea de que no es posible refundar todo de cero desconociendo el trabajo anterior de quienes vienen experimentando otros caminos. En este punto me parece que lo esencial es conservar aquello que confiere identidad, sin que eso signifique un ancla para seguir avanzando. Con esto quiero decir que la historia de las escuelas es un pilar esencial pero no puede resultar el argumento para obstaculizar el cambio. Así podemos pensar en conservar aquellas cuestiones que han generado compromiso y sentido de pertenencia en la comunidad, intentando actualizarlas y darles contenido dentro del proyecto actual de cambio educativo. Escuchar qué cosas fueron importantes en cada momento de la historia ayuda a entender, aunque eso no significa que lo que se viene haciendo se siga repitiendo igual porque en un momento determinado resultó bien.
¿Con acuerdo de todos o con quienes quieran hacerlo?
Es fundamental entender que no todos los actores institucionales van a querer un cambio. Siempre habrá quienes defiendan conservar todo tal cual está y hasta quienes incluso reclamen volver para atrás en el tiempo hacia un pasado visualizado como “glorioso” y que provoca nostalgia e idealización.
Del mismo modo, siempre habrá quienes quieran el cambio e incluso quienes lo busquen pero en solitario y cuando se inicie un proceso institucional den a luz sus ideas, al encontrar un terreno fecundo para hacerlo. También creo que muchos no son concientes de su interés por el cambio hasta que empiezan a ver su impacto y recién allí es cuando deciden sumarse. Lo importante en este recorrido es poder encontrar a los que quieran embarcarse y asumir que habrá quienes no quieran hacerlo.
¿Esperamos a todos para empezar o se hace con “pioneros”?
En línea con lo anterior, si esperamos el logro de mayores consensos es claro que el cambio nunca va a comenzar. Porque no sabemos con quiénes contaremos, es fundamental poder identificarse entre quienes sí están decididos a experimentar y construir una red aunque más no sea con los pocos “pioneros” que se animan a dar el primer salto. Hoy tenemos que entender que el cambio se puede construir con ayuda de otros que trascienden nuestra propia escuela y que las tecnologías nos permiten conformar redes que exponencialmente nos ofrecen un crecimiento ilimitado en las líneas de trabajo que nos propongamos. Tenemos colegas que de seguro han probado algo similar a lo que queremos intentar o al menos nos ayudarán a diseñar el cambio y que probablemente no solo pertenezcan a nuestra comunidad sino que hasta podrían estar ubicados en el otro lado del mundo. Sin embargo, su aporte nos va a permitir tener siempre cerca una usina de intercambio de ideas y propuestas. Claro que si la tenemos dentro de nuestra escuela es mejor, pero… ¿por qué restringirnos a ella? Los colectivos trascienden las paredes físicas.
¿De arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba?
Este aspecto suele operar como una muy buena excusa para aquellos que detentan discursos que luego no llevan a la práctica. Se trata de quienes esperan que los cambios se produzcan por decisión de otros que siempre están “más arriba”: el equipo de conducción; la gestión político-educativa de turno; quienes diseñan el curriculum; etc. En este punto me parece que si bien las decisiones de una gestión política crean las condiciones necesarias de un escenario para el cambio, queda en manos de los equipos de conducción y docentes la responsabilidad de concretarlos en la práctica. Siempre habrá que exigir que las condiciones estén dadas, pero si nos quedamos sólo esperándolas es garantía de que los cambios nunca lleguen. Desde esta perspectiva, el cambio real sólo podrá producirse en tanto y en cuanto quienes están todos los días en la escuela se apropien de las propuestas innovadoras y salgan del lugar de “ejecutores” de ideas ajenas. De allí que muchas veces no sean reconocidas las verdaderas experiencias innovadoras y pierdan en trascendencia. Pero habrá que encontrar las estrategias entonces para lograr una mejor difusión y comunicación para seguir reclamando las condiciones indispensables para el cambio.
¿Siguiendo a otros o con ideas propias?
Aquí enlaza con el punto anterior: es posible tomar como base o modelo lo que han hecho otros para generar su cambio educativo, pero nunca será suficiente si no se crea una forma propia de llevarlo adelante en nuestro propio contexto. “Copiar y pegar” no resulta una alternativa factible cuando de cambio educativo se trata. A pesar de ello, es valioso reconocer que las propuestas siempre son inspiradas en alguna referencia anterior, sin que ello implique sacarle una copia.
¿Lo urgente o lo importante?
Este aspecto resulta crítico para el cambio, porque las instituciones educativas tienen a actuar siempre sobre lo urgente en detrimento de lo importante. La innovación requiere de una visión estratégica que trascienda las urgencias de lo cotidiano y sólo puede generarse teniendo espacios reales para diseñarla y concretarla. Esta es una de las razones que suele desalentar a quienes se embarcan en una experiencia de cambio: que el tiempo cotidiano se reduce a resolver los problemas urgentes. Y es difícil a veces hacerse un lado de ellos para seguir pensando con visión estratégica. Me parece que esto requiere de un profundo aprendizaje del discernimiento, de la capacidad de observación y de la rápida y oportuna toma de decisiones.
¿Contra “el sistema” o acompañándolo?
¡Qué disyuntiva ésta! Quienes nos desempeñamos en instituciones educativas sabemos perfectamente que pertenecemos a un sistema que muchas veces peleamos por cambiar, pero que sentimos como un elefante que se sienta sobre nosotros con todo el peso de su burocracia y control. Sin embargo, “el sistema” no es monolítico y presenta quiebres y zonas grises sobre las que es posible intervenir. La habilidad de hallarlas y utilizarlas es sin duda una de las grandes virtudes que tenemos que desarrollar. Pero también es bueno reconocer algunos cambios que resultarán factibles dentro del propio sistema aunque lo cuestionen y otros que requerirán de luchas colectivas extra muros de la escuela. El sistema no siempre fue igual, lo que indica que hay cosas que pueden ser modificadas. ¿Quién inicia esos movimientos si no somos nosotros quienes los reclamamos? Toda innovación, en el fondo, apunta a cambiar algo del sistema.
¿Y si lo que creíamos mejor no resulta?
El cambio no se logra con engaños ni con “endulzar el discurso”. Toda transformación produce cimbronazos y genera algunos malestares. Quienes emprendan un cambio de seguro deberán enfrentar situaciones ríspidas, pero ¿acaso podemos creer que exista alguna otra forma de lograrlo en donde todos aplaudan y coincidan?
También es probable que aquello que creíamos que produciría una “revolución”, no logre generar ni una mínima mejora sobre algo que esperábamos. Y entonces surgirá el “¿para qué hicimos todo esto?”. En lo personal creo que todo intento ya genera algo positivo en sí mismo y que siempre habrá quienes opinen que no valió la pena ni intentarlo, pero que el sólo hecho de haber movido las formas habituales de hacer algo, de por sí, es una buena forma de acercarnos a lo que buscamos. El intento siempre valdrá la pena.
Por último, pido disculpas por la extensión de esta entrada, pero ¡se ve que tenía muchas ideas dando vueltas para compartir!
Créditos imagen: Innovación. EOI Escuela de Organización Industrial. Fuente: Flickr.
Qué notable oportunidad tenemos de acercarnos a través tuyo,particularmente desde esta ubicación actual,,de adentrarnos en la cocina de un proceso complejo donde tantas variables se entretejen dentro de una institución,central energética generadora de aprendizaje de nuestros niños y jóvenes. No más palabras,sólo agradecimiento.
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¡Muchas gracias Frida por tu constante aliento!
Un gran abrazo,
Débora
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Me pareció concurrente este texto https://www.academia.edu/9093449/_Y_si_no_los_desamparamos
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[…] a lograr que ella cambie en su conjunto? ¿Apuntamos al cambio en el sistema educativo? Algunas de estas preguntas ya las había intentando soslayar anteriormente. Pero me parece fundamental comprender que las […]
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[…] llenas de docentes y directivos con mucha voluntad pero sin condiciones reales para el cambio. Ya no se trata de si es primero “el huevo o la gallina”: es que si quienes tienen que tomar las decisiones políticas no lo hacen, sencillamente están […]
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