Hace muchos días que no escribo. Se ha dado una mala conjunción de cosas: el fin del año escolar abarrotado de tareas; mi computadora se ha roto por segunda vez y recién acabo de recuperarla (¡uno no se da cuenta de cuán dependientes nos volvemos de este artefacto hasta que no se lo tiene!); el agotamiento mental y físico de la enorme sobrecarga que he vivido el último año.
Para cuando quise y pude sentarme de nuevo a escribir tenía tantos temas en mi cabeza que me costó hacer foco en alguno. Pero tal vez atravesada por la coyuntura decidí poner el centro en el que me está atormentando: el de la falta de decisiones políticas que generan las malas condiciones de trabajo de docentes y directivos.
Aquí en Argentina acaban de comenzar las vacaciones de maestros y profesores. En la loca fantasía de algunos ha quedado en el imaginario que tenemos algo así como 3 meses de vacaciones al año. Pero esta fantasía ha sido alimentada por políticos y dirigentes que han repetido como loros esta absurda frase. Primero, parece que saben contar los días. Segundo: la mitad del trabajo docente no es reconocido ni profesional ni económicamente, con el consecuente agobio que esto provoca y que hoy ya no receso hay que compense. Como si fuera poco, los directivos como en mi caso tenemos que hacer “guardias”: ahora mismo mientras escribo me encuentro en la escuela para garantizar que los espacios estén abiertos para tareas de mantenimiento edilicio. Son dos semanas menos de las vacaciones, que luego se intentan tomar en el año pero no quieren otorgarse fácilmente desde las instancias superiores, porque siempre les parece que el período no es el adecuado. En este punto queda claro el costo personal de la tarea es excesivo.
Todo esto que relato sucede siempre con “piloto automático”: nadie se pregunta y analiza realmente las condiciones en que se toman las vacaciones, menos aún preocuparse por el estado de los implicados. Así es como tenemos cantidad de colegas con licencias psiquiátricas o pedidos de ellas, muchas de las cuales son denegadas sin razón aparente. La presión cotidiana no se logra tolerar.
¿Cuál es la idea que subyace hoy en la sociedad y que alimentan los políticos? Que los docentes somos ventajeros y aprovechadores; que hacemos abuso de las licencias; que somos unos especuladores.
Mientras tanto, del otro lado del mostrador, los funcionarios a cargo de los ministerios se van de vacaciones sin que tengan la antigüedad correspondiente para tomarse esa cantidad de días; viajan a los destinos que les place en cualquier momento del año (muchas veces financiados por el propio Estado que los envía en comisión por algo); y juzgan con el dedo acusador a los docentes. Sí, claro, ya lo dije muchas veces: hay algunos docentes abusadores de licencias. ¿Pero todos los demás? ¿Los que van enfermos a trabajar por no hacerles perder a los chicos un día de clase? ¿Los que fuerzan su cuerpo y sus emociones para resistir tanta exigencia diaria? ¿Los que se quedan trabajando horas y horas fuera de la escuela para preparar materiales y clases, cuya tarea jamás es reconocida?.
No puedo dejar de pensar que mientras circulan estos discursos “antidocentes” quienes estamos todos los días poniendo todo de nuestra parte no son los políticos. Los que nos tildan de “ineficaces” son los mismos que no han realizado una planificación de las tareas de las actividades requeridas para el sostén de la escuela y quienes nos hacen perder tiempo valiosísimo en instancias que no sirven para nada. Nos citan a reuniones sin sentido; nos llenan de trámites absurdos; nos mandan cientos de mails semanales con informaciones confusas; nos reclaman entregas burocráticas que no aportan nada a la vida escolar.
Estos mismos funcionarios políticos que tiran todo sobre nosotros sin pensar son quienes nos tildan de poco preparados; quienes nos echan la culpa de la falta de calidad educativa; quienes nos persiguen con protocolos que ellos nunca cumplen; quienes deciden que nuestros salarios son bajos porque así lo merecemos. Son esos mismos que sólo pisan una escuela para inaugurar algo que les permita sacarse una foto pero nunca vienen a poner la cara, gestionar y tomar decisiones cuando hay problemas. También son quienes en su cargo político cobran mucho más que un docente o un directivo. Habrá excepciones: seguramente. Aquellas que parecen no considerar cuando se trata de hablar sobre los docentes.
Pero lo más importante es que estos políticos son quienes cercenan nuestra autonomía y nuestro criterio cuando sí atendemos los problemas cotidianos: ellos están para decirnos que no tomemos decisiones cuando tampoco las toman y para señalarnos que si lo hicimos, igual no nos correspondía. Porque ante todo lo que importa es el verticalismo y la vía jerárquica, nunca las familias y menos los chicos.
También son aquellos a quienes les molesta que opinemos, sobre todo en las redes sociales o los medios, porque los deja expuestos. Ojo: también el miedo hace que muchos colegas prefieran no opinar e incluso nos llamen a los otros a no hacerlo. El sistema está basado en el temor a las represalias, nunca en la valoración del trabajo comprometido.
Ahora: esos mismos que nos señalan son quienes pueden tomar las decisiones del cambio, los que tienen en sus manos las herramientas políticas para hacerlo. Pero mientras haya quienes se sometan a perpetuar la inacción y el silencio, seguiremos carentes de autonomía y esperando a que nos digan qué, cómo, cuánto y dónde. O simplemente que ejerzan el poder de decirnos que todo lo hacemos mal.
Aquí, en pleno verano desde la escuela a la que estoy viniendo con agotamiento a cuestas y calor, sólo con unos pocos auxiliares; a donde espero obras edilicias que no llegan porque la falta de planificación está a la orden del día; creo que tenemos la obligación de dar a conocer la otra cara de la docencia y de la de la conducción de las escuelas, porque si los medios y políticos sólo son capaces de transmitir a la sociedad lo que para ellos son nada más que defectos, nuestra profesión estará condenada sin tener siquiera juicio.
Cuando en febrero comiencen las paritarias y la discusión por el salario docente con la consabida crítica furibunda si se habla de no comenzar las clases ante las propuestas económicas insuficientes, recordemos que ese dedo acusador de los políticos es el que decide ignorar adrede la autocrítica y mantener el sistema tal cual está.
Docentes y directivos cansados, malpagos, sobrecargados de tarea y dependientes de una burocracia verticalista sin sentido no son una buena ecuación para mejorar la educación. Es el ABC… ¿por qué se empecinan en desviar la atención de lo que realmente importa? Hacemos mucho por la educación en estas condiciones: ¡imaginen todo lo que podríamos hacer y mejorar si fueran buenas!
Créditos imagen: Antonio David Fernández, él. Fuente Flickr.