Créditos imagen: http://elmachetemaleducado.blogspot.com.ar/
Siempre nos pasa… llegan las fiestas, el fin del año, y obligada época de balances. En retrospectiva de 2014, si pusiéramos la mirada sobre los temas educativos más nombrados en nuestro país aparecería seguramente la tan mentada «calidad». Si bien me he referido a ella reiteradamente, me gustaría hoy poner el eje en el mito sostenido política y socialmente de que «más días de clase implican una mejor educación».
La lucha por el cumplimiento efectivo de un mínimo de días de clases sin dudas tiene un fuerte efecto social y por sobre todo, un impacto sobre la vida familiar. Vista prácticamente solo en términos de un servicio, la escuela se ha constituído en el lugar a donde los padres confían a sus hijos cuando tienen que salir a trabajar. Es innegable esta realidad y sin dudas amerita ser atendida, ¿pero deberíamos blanquear que ese sería el motivo central para afirmar que es necesario el cumplimiento efectivo de mayor cantidad de días de clase, del mismo modo que cuando no hay transporte (un servicio esencial) uno no puede concurrir a su trabajo?.
El problema radica es que el discurso político y social no se asienta sobre estas bases sino sobre el supuesto que el mero hecho de concurrir a la institución educativa garantiza que un alumno sea mejor educado. Y me parece que sobre este punto nos merecemos un profundo debate.
No siempre más es mejor: en muchos casos, y mal que nos pese, puede ser justamente lo contrario. Cuando las instituciones educativas se convierten en «guarderías» y pierden su horizonte como centros de enseñanza si bien son capaces de resolver los problemas de las familias desvían el eje de lo básico. Son espacios destinados a enseñar y aprender y esto que parece tan obvio se termina volviendo un hecho secundario. Se pueden pasar muchas horas en la escuela y no lograr que los chicos y jóvenes aprendan nada.
Los funcionarios debieran salir a sostener tanto o más fuertemente la mejora en las formas de enseñar que la persecución por la asistencia docente que termina volviéndose una obsesión. En tanto no se reconoce para nada el fuerte monto de trabajo fuera del horario escolar que tenemos los docentes, sobre todo el destinado a planificación, comunicación y evaluación, sí se nos «acosa» con el cumplimiento del horario y las faltas. Pareciera no establecerse relación alguna entre las condiciones de trabajo docente y las enfermedades o situaciones personales que provocan por ejemplo las ausencias, o los necesario reclamos que llevan muchas veces a definir un paro. Por supuesto que como en todas las actividades hay quienes hacen abuso de esto, pero también es necesario analizar ese fenómeno en el marco de las condiciones de trabajo: muchos se preguntan si vale la pena esforzarse, arriesgar la salud, etc. por una tarea tan poco reconocida en todos los sentidos. Y si bien acá salta el discurso del «vocacionismo», es un argumento que ya resulta insuficiente.
Sería interesante pensar entonces que si los docentes estuvieran motivados y reconocidos en sus profesiones, seguramente faltarían menos y se comprometerían más con su tarea. Sin embargo, a pesar de estas condiciones, muchos docentes atienden y cumplen de más con su trabajo. ¿Y esto cambia de por sí la calidad? Claramente no…
Responsabilizar al docente de la calidad educativa por su asistencia a una cantidad de días de clase es mirar para otro lado. La calidad se construye por la convergencia de múltiples factores entre los cuales los días de cumplimiento efectivo de clases resultan una variable mínima, no así las condiciones generales de trabajo docente. Por eso creo que la obsesión por la cantidad de días de clases nos pone lejos de mejorar la educación.
Si tuviéramos que preocuparnos hoy seriamente por la calidad, tendríamos que empezar por mejorar los tiempos, espacios y condiciones de trabajo de los docentes. Produciendo los cambios organizacionales necesarios para contar con la posibilidad de planificar, discutir con otros las propuestas de enseñanza y revisarlas dentro de los espacios institucionales seguramente tendríamos un impacto directo sobre la mejora. En lugar de eso, solo tenemos reproches y discursos que jaquean cada vez más socialmente la posición de los docentes.
Así que mis deseos para este próximo 2015 se avecina es que nos encuentre en nuevo escenario a donde quienes enseñamos podamos recuperar junto con los funcionarios responsables de temas educativos los debates centrales y a donde abandonemos socialmente los discursos basados en mitos y nos preguntemos verdaderamente por dónde pasa la mejora de la escuela.
A mis colegas, quiero agradecerles por seguir y acompañar este blog con sus comentarios, reflexiones y pensamientos.
A los padres y estudiantes que lo leen, invitarlos a seguir planteando temas polémicos que nos permitan salirnos de las respuestas cómodas.
A los funcionarios que a veces se molestan al leer algunas de las cosas que aquí se publican, que vean este espacio como una forma mirar desde otro lugar los fenómenos «naturalizados» y que puede servir para empezar a cambiar si hay decisión de hacerlo. Sin debate profundo, sin sacudir los cimientos, no hay mejora.
¡Que el próximo año nos encuentre traccionando en el mismo sentido para mejorar la educación!
Reblogueó esto en Blog de Angel DELMUy comentado:
La calidad educativa, ¿cómo la podemos definir?, ¿desde el punto de vista de quien?,….
Sea como sea siempre será positivo avanzar en la mejora de la educación de las personas, verdad?
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[…] dentro de la escuela. Si bien había comenzado a abordar este tema cuando escribí en el 2014 “Más días de clase no es mejor calidad”, quisiera hoy profundizar sobre algunos aspectos dada la tendencia de las jurisdicciones a […]
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