Dado que llevo tantos años trabajando en la formación de maestros y profesores, no puedo evitar notar ciertas tendencias que aparecen en diferentes épocas. Hoy sin dudas podría decirles que la que está más vigente en el imaginario de quienes eligen carreras docentes es la de la “formación exprés” o la “formación por ósmosis”. Déjenme explicarles brevemente de qué se trata el asunto…
Cuando se piensa en la docencia como una carrera o una profesión, se sabe que para ejercerla será necesario contar con una determinada formación, como en cualquier otra práctica profesional. Sin embargo, hay quienes parecen convencidos de no necesitar la formación o bien querer recibir una que dure tiempos mínimos.
En la Ciudad de Buenos Aires esta fantasía se convierte en realidad sobre todo en escuelas privadas, a donde toman estudiantes de profesorado con apenas algunas materias cursadas y los ponen a cargo de un grupo de alumnos tanto en los niveles inicial, primario como secundario. En este último nivel además, existen ejerciendo muchos profesionales y técnicos de otras áreas que no han tenido acercamiento alguno a la formación docente. Hace un tiempo escribí algo sobre este tema en una entrada que llamé “Trabajar de docente y ser docente no es lo mismo”, pero ahora quisiera profundizar algunos aspectos.
Nos quejamos de la calidad de la educación, pero… ¿quiénes están realmente enseñando a nuestros niños y jóvenes? ¿Son personas que cuentan con la preparación suficiente para hacerlo? La perversión del sistema consiste así en reclamar más calidad educativa a quienes al mismo tiempo les permite trabajar como docentes sin contar con la preparación profesional para hacerlo.
Siempre decimos lo mismo, pero vale la pena repetirlo: ¿acaso uno decidiría operarse con un estudiante de medicina que tal vez ni siquiera cursó la materia cirugía? ¿Podríamos dejar que un estudiante de ingeniería calcule las estructuras para construir un edificio si no ha cursado toda su carrera y recibido las certificaciones correspondientes? ¿Por qué entonces pensar que educar, sobre todo a niños y jóvenes, sí es algo que puede hacerse sin tener la formación requerida?
Lo que más me sorprende es cómo lo toman quienes inician sus carreras docentes: manifiestan “angustias” cuando no consiguen empleo como maestros o profesores faltándoles más de la mitad de su carrera; reclaman que se los considere de manera “especial” en su formación cuando ya están trabajando dentro de las escuelas, pidiendo por ejemplo ser exceptuados de algunos requerimientos que hay en ella; al poco de tiempo de iniciar la carrera docente creen que tienen lo suficiente y que ya no necesitan nada más de la formación (y en muchos casos efectivamente la abandonan).
Nada me parece más maravilloso que ser “aprendiz” de docente trabajando en una escuela, siempre y cuando se lo haga acompañado, guiado, “mentoreado” por algún docente con la formación y la experiencia. La enorme responsabilidad que implica tener a cargo un grupo de alumnos y lograr que puedan desarrollar sus aprendizajes, es motivo más que suficiente para reflexionar sobre el valor ineludible de la formación inicial. No da lo mismo si sale bien o si sale mal, sencillamente porque niños y jóvenes no son ratas de laboratorio con los cuales experimentar (¡con el correspondiente respeto que me merecen las ratas de laboratorio!).
Disculpen la crudeza de mis palabras, pero cuando veo por ejemplo que en escuelas privadas costosísimas y de élite, los maestros o profesores a cargo son personas que ni siquiera han recibido la formación básica para el desempeño de su rol, no puedo entender qué es lo que justifica la perpetuación de esta situación. ¿Acaso las escuelas son un mero tema de “mercado” y la formación docente entra sólo dentro de esta lógica?
Pareciera que como faltan maestros y profesores se legitima esta suerte de subestimación de la formación para sostener mejor la dinámica de la demanda de ese mercado: “no importa si tengo menos de la mitad de la carrera”. No le importa al que contrata (que en la Ciudad de Buenos Aires es incluso el propio Estado y para escuelas públicas también) y no le importa al que es contratado.
Nos tomó mucho tiempo jerarquizar la formación inicial del docente en Argentina y hacerla equivalente en carga horaria y calidad de certificaciones a la universitaria. Esta situación da cuenta de un claro retroceso sobre estos logros y nos pone en el peligro de tener un montón de estudiantes crónicos de profesorado que, porque ya cuentan con su empleo docente, abandonen la carrera convencidos de que es la práctica lo única que cuenta. Más allá del tema de las certificaciones, si no logramos mostrar el valor de la formación, es que realmente la educación nos está importando muy pero muy poco.
Si quienes eligen la docencia son los que claman por una formación exprés o defienden que basta con estar en las escuelas para obtener lo que necesitan como maestros y profesores (de ahí la alegoría al proceso de “ósmosis”), entonces es que no estamos pudiendo transmitir con claridad el valor de la formación inicial. La inmersión dentro de una institución educativa no alcanza para formar o, lo que es peor, a veces sólo contribuye a la perpetuación y reproducción de las peores prácticas educativas.
Para quienes formamos docentes, detengámonos por favor un poco a pensar sobre este punto antes de que sea tarde. Y a quienes han elegido la carrera docente, los invito a reflexionar que a veces aceptar las condiciones que hoy propone el mercado laboral puede ir en detrimento del futuro de los alumnos que les toquen a cargo. Es comprensible la necesidad de trabajo y qué mejor que comenzar a hacerlo en donde a futuro se ejercerá la profesión, pero sin subestimar la necesidad de conservar y sostener los espacios de formación. Es difícil la situación, pero necesitamos sentarnos a pensarla juntos.
Créditos imagen: http://www.praxis.edusanluis.com.ar/
Déborah:
Coincido plenamente con tu apreciación sobre este tema tan conflictivo y sobre el cual hace años que venimos reclamando a las autoridades, principalmente para generar un sistema de sostenimiento económico hacia los estudiantes que les permita completar sus carreras en tiempo y forma.
Nos debemos un gran debate social sobre este punto y sobre otros tan sensibles que hacen a la formación. Tal vez necesitaríamos nuevamente debatir y discutir en un gran congreso pedagógico, como lo fue al inicio de la democracia.
Saludos afectuosos y felicitaciones por tan buenas reflexiones plasmadas semanalmente en tus artículos.
Gabriel
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Gracias Gabriel!
Efectivamente nos debemos un espacio de debate serio sobre este tema. Pero también necesitamos las decisiones políticas que nunca llegan lamentablemente.
¡Un abrazo!
Débora
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