Docentes que todo lo saben…

Créditos imagen: http://debocaenbocacentre.com/2015/03/06/palabras-compuestas/

Hay un rasgo notable en los cursos de capacitación docente: cada vez que se intenta promover y desarrollar nuevas formas de trabajar en el aula resulta que “todos ya lo hacen”. La verdad es que si todos hicieran las cosas de manera diferente, seguramente no necesitaríamos de cursos de capacitación. ¿Por qué esa negación a reconocer a las limitaciones? ¿Por qué siempre que hay otro con ideas nuevas se las desestima o subestima?

Vengo hablando hace bastante tiempo en este blog de la dificultad para conseguir cambios en la educación: hoy quisiera referirme específicamente a estos que provienen de la actitud del “lo sé todo”.

Quienes seguimos esta profesión deberíamos saber que es imposible saber todo y menos aún conocer todo lo que hacen otros. Los espacios de intercambio y formación deberían ser entonces los lugares privilegiados para ampliar nuestros enfoques. Pero si se asiste a ellos provisto de una “armadura” y la convicción de que no hay nada para aprender, es realmente imposible que se produzca algún cambio.

En Argentina se da en paralelo otro fenómeno: los mismos maestros y profesores que dicen ya haberlo hecho y probado todo, son resistentes a recibir en sus aulas estudiantes y colegas con quienes compartir su experiencia y, como si fuera tampoco, tampoco producen materiales que puedan ser compartidos.

La falta de cultura colaborativa es uno de los rasgos más sobresalientes de nuestra profesión. Esto llega a tal punto que son capaces de producir y poner a disposición de otros solamente cuando eso se presenta en término de un “negocio”. Hace poco descubrí con gran sorpresa un sitio creado por “docentes argentinas” que ponen en venta planificaciones y carpetas didácticas. Han creado un “mercado didáctico” con el que lucran. El problema seguramente no está solo en quienes lo hicieron sino en quienes “consumen” este servicio. ¿Ese es el valor que le damos a nuestra experiencia y a nuestros saberes? No puedo dejar de pensar que si hay quienes buscan por Internet planificaciones para “descargar y listas para aplicar” es bastante extraño que en los cursos de capacitación siempre haya gente que ya lo sabe todo.

¿Cómo podemos enseñar a nuestros alumnos la valoración del conocimiento y también la posibilidad de no tenerlo y de soportar el error, cuando no podemos reconocerlo en nosotros mismos?

Estas actitudes también se replican hacia los pares en las instituciones: se hace culto de los “gurúes” externos pero cuesta muchísimo reconocer la capacidad de quienes comparten con nosotros cada día. Se desconoce la relevancia de la conformación de equipos de trabajo como pilar para el cambio pero se enfatiza la mirada individualista por sobre lo colectivo. No deberíamos poner tanto esmero en competir sino en compartir.

Cuando veo por ejemplo la gran cantidad de blogs de aula, escuela y docentes que producen los colegas españoles, en relación a los que producimos localmente, no puedo dejar de pensar en que hay una cultura de “guardarse” el conocimiento.

Esto representa aún más impacto cuando los docentes que recién se inician necesitan nutrirse de buenos modelos y experiencias de los que han probado ya diferentes cosas. La “generosidad pedagógica” parece un bien poco apreciado. En la era de las licencias Creative Commons cuesta entender el hecho de mezquinar los conocimientos.

Evidentemente hay también otro tema dando vueltas respecto de la valoración del conocimiento propio y de los colegas. Leí hace unos días una excelente columna que recomiendo, del director de cine Daniel Burman, en la que nos hace reflexionar sobre este tema. Si queremos que nuestros saberes sean reconocidos, tenemos que empezar por crear conocimiento colaborativo de valor entre pares y jerarquizarlo, no comerciarlo como mercancía.

Por último, si realmente lo sabemos e hicimos ya todo, ¿quiere decir que no necesitamos formación continua?. Me parece que deberíamos detenernos sobre este punto y empezar a pensar menos en “la suma de puntaje” [1]que en la necesidad real de abrir nuestras mentes a nuevas ideas y propuestas sin poner tanto énfasis en las resistencias. Y capitalizar más las comunidades de aprendizaje entre docentes alimentándolas con los relatos de nuestras propias experiencias de aula y alentando a nuestros pares a compartir e intercambiar las suyas. Hay quienes han hecho punta con estas ideas como lo que relaté en la entrada “Educadores y comunidades de aprendizaje” o la experiencia de la invitación que recibí el año pasado por parte del colega Pedro Figueroa para intercambiar ideas entre docentes y futuros docentes.

No creo que cueste mucho, es solo cuestión de abandonar el gran mito de “cuando cerramos la puerta del aula hacemos lo que queremos” y empezar a abrir las puertas invitando a que otros/as pasen a ver lo que hacemos. Seguramente nos sorprenderemos de la cantidad de cosas que podemos aprender de nuestros colegas. Y, por sobre todo, valorar la autocrítica y no verla como un “ataque a la corporación docente”. A veces cuesta entender las reacciones endogámicas y defensivas cuando sólo se trata de ponernos a pensar cómo hacer para mejorar. Tal vez sea hora también de dejar el otro refrán de «los trapitos los lavamos en casa» y empezar a producir ideas juntos en voz alta.

[1] En Argentina los docentes van acumulando puntaje por cada curso de capacitación o carrera que realizan, que cuenta para el ascenso en su carrera docente. Esto abre un gran mercado de cursos de diversos grados de calidad de acuerdo a quién y cómo las oferte. Hace muy poco se estableció el denominado “Programa Nacional de Formación Permanente” que garantiza el financiamiento del Estado para la puesta en marcha de acciones de capacitación gratuitas para docentes.

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6 comentarios

  1. Coincido plenamente. Es un problema argentino el no querer compartir los conocimientos con otros. He ido a cursos donde dicen cosas elementales. Con relación a la docencia, cuando la cuestión es acumular papelitos que suman puntos, el que más acumuló generalmente termina dirigiendo el establecimiento. Así estamos, pero es un tema de tener grandeza en todos los aspectos, por eso creo que seguimos perdiendo el tren del planeta, donde veo que todos los paises nos van superando, inclusive nuestros vecinos

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  2. Hola, Débora:

    Coincido con la mirada. Varias cuestiones de las planteadas acá están en crisis: docentes que no producen, alimentando una caterva de productores de libros anque fotocopias con producción en serie a base de tijera y plasticola… Poco trabajo colaborativo y a «aula cerrada», y varios etcéteras más.

    Creo de deberíamos dejar de lado las mezquindades para comenzar a pensar en algo mayor, como lo es la crisis de un sistema que necesita cambios urgentes.

    Linda mezcolanza: padres abandónicos, escuelas con necesidades insatisfechas y docentes cuidando su propia quintita.

    Así estamos.

    Gracias por ayudarnos a pensar.

    Saludos,

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  3. Una vez más el planteo toca un centro de conflicto.Ubico éste en la severa dificultad de integrarse en los conocimientos de los demás y una dificultad en defender los propios con fundamento sin necesidad de vencer al otro.Mostrar los conocimientos y los desconocimientos no es ni generosidad en los primeros ni humillación en los siguientes.Encerrarse en lo propio omnipotentemente muestra una debilidad en la experiencia alcanzada.Debilidad y fragilidad nos aqueja y no precisamente en los conocimientos.

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  4. Hola!
    Estoy de acuerdo con la necesidad de colaboración entre docentes. No hacerlo supone la supervivencia de hábitos y tics en la gestión de aula que ya no son necesarios y una comprensión de un rol docente que privilegia el «profesional» oculto en el empleado.
    No estoy de acuerdo con la generalización. No TODOS los docentes resisten al cambio, son omnipotentes, individualistas, etc. Una prueba de ello es que la autora comparte sus pensamientos y dudas y no me cabe duda que se identificaría como docente

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    • Estimado Jorge, obviamente no se trata de una generalización. Basta leer mis otras entradas para ver que eso no es así. Pero si en cada entrada tuviera que individualizar los comentarios, entonces sería muy difícil hacer reflexiones.
      Siempre hay excepciones, siempre hay heterogeneidad. Pero sin embargo es un rasgo bastante generalizado en nuestro entorno docente el de no querer compartir las producciones y experiencias, por diferentes motivos. También se vé muy frecuentemente la tendencia priorizar la búsqueda del puntaje en la capacitación. Creo que es bueno poder analizar estos rasgos de la «cultura docente» para poder producir cambios.
      Saludos,
      Débora

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  5. Coincido con la lectura de la situación y las posibles opciones para modificarla. no obstante me interesa reflexionar sobre el porqué los docentes actuamos así. La respuesta seguramente será una multiplicidad de cuestiones, considero que una de ellas puede llegar a ser el lugar que asignamos al error en toda la escolaridad. No se visualiza al error como un elemento necesario en el proceso de aprendizaje. No se utiliza el error para poder reflexionar con el alumno sobre los modelos mentales que sostiene para explicar cada hecho y revisar si dicho modelo sirve o hay que modificarlo. Se ve al error como algo negativo, vergonzante para el estudiante. Los docentes, formados con esta concepción, no pueden fácilmente abrir sus aulas y someter su práctica a la reflexión compartida, porque la mirada del colega se presenta como cuestionadora y amenazante. Quizás por ésto la respuesta es endogámica y a la defensiva.

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