Pocas veces me he sentido tan abatida para escribir como en estos días. A pesar de que todos los años me embarga la indignación de la falta de reconocimiento de nuestro trabajo docente, este año en nuestro en país he sentido de los peores ataques a nuestra profesión que recuerdo. Siento que no puedo pensar en ningún otro de los temas que suelo escribir en este blog, sobre todo del cambio educativo, si no transitamos de otra manera este momento.
Intenté plasmar algunas de estas sensaciones cuando hace pocos escribí “¡Péguele al docente!” pero me parece que no alcancé a expresar la enorme tristeza que me embargó por estos días. En la escuela no dejamos de hablar con los colegas sobre ésto: el malestar permanente por las agresiones que hemos sufrido en los medios y redes por la decisión del paro para reclamar por nuestros salarios y condiciones de trabajo.
Como nunca antes (suelo ser una optimista respecto de mi trabajo) me encontré preguntándome si valieron la pena estos 30 años de sobreexigencia; de perderme innumerables momentos de mis hijos por estar atendiendo las necesidades de los alumnos; de dejar la mayor parte de los fines de semana corrigiendo y planificando; de madrugar y salir corriendo para no llegar nunca tarde para mis alumnos pero dejando de llevar a mis hijos a la escuela; de ir a trabajar enferma para que no se pierda una clase; de no haber pedido nunca licencias más que para cuando tuve a mis hijos o por internaciones familiares;… y tantas otras cosas que se me cruzaron. La cantidad de agresiones de gente desconocida que llegaron a este blog; a mi Twitter y a mi Facebook -por el sólo hecho de ser docente- me llevó a pensar que todo lo anterior fue y es realmente inútil y que el costo es demasiado alto. ¡Tuve que aprender a bloquear!, práctica que nunca había llevado adelante en las redes.
Creo que lo que más dolor me produjo fue presenciar que mis hijos escucharan o leyeran todas esas barbaridades, al tiempo que me preguntaban por qué tanto ensañamiento, sin entender que ellos se pierdan tanto para ver que los docentes recibimos esto. Siempre los eduqué en el mal alto respeto de la profesión docente y nada del contexto actual parece corroborar mis enseñanzas.
No se confundan: no estoy diciendo que los docentes seamos mártires. Pero sí estoy relatando lo que sentimos ante tanta campaña de desprestigio.
Tal vez para quienes formamos docentes el impacto haya sido doble: ¿los estamos preparando para soportar esto a los futuros maestros y profesores? Quienes estamos más cerca de retirarnos que del inicio, afortunadamente hemos logrado una cierta estabilidad laboral y unas condiciones que nos permiten vivir con mayor tranquilidad aunque tengamos que recortar, porque hemos atravesado otros momentos mejores. Los que recién comienzan sin embargo, enfrentan situaciones económicas terribles que los llevan a preguntarse todos los días si será mejor dejar la profesión y dedicarse a otra cosa. ¿Imaginan el dolor que sentimos quienes los hemos formado al escucharlos?
La lucha de los docentes es por un sueldo digno para todos. Nos lo merecemos los que tenemos 30 años de servicio y los que tienen 1 mes. Quizás los primeros, que hemos logrado la estabilidad, estamos más obligados a pelear por los que vienen, o por lo menos así lo veo yo. Y claro que no somos los únicos que lo merecemos, pero llenarse la boca diciendo que sin educación no vamos a ningún lado al tiempo que se reclama la pauperización de la docencia en nombre del “apostolado” con el que se confunde, es realmente contradictorio.
Uno de los argumentos que escuché hasta el cansancio es “que los docentes discutan con los chicos adentro de las aulas”. Todos sabemos que una vez que empiezan las clases a nadie le importa más al tema, incluso nadie se rasga las vestiduras por los días que se pierden con actividades que a veces se imponen sin sentido algunos desde las gestiones de turno pero sí se horrorizan por un paro. También escuché hasta el cansancio “discuten salarios pero ninguna otra cosa”: nada más lejos de eso, pero se convirtió en frase hecha de turno. Todos los días discutimos en la escuela sobre calidad; estrategias; contenidos; tiempos; etc. sin que a nadie parezca interesarlo escuchar o participar de estos debates.
Al final, si tomamos en cuenta todo lo que vimos estos días, hace ver sobre los docentes que…
- Nos quieren sumisos y obedientes, callados. Cualquier expresión que remita a una lucha nos invalida no sólo profesionalmente sino como personas.
- Nos quieren “neutrales”, sin pensamiento propio, sin opinión, sin ideologías.
- Nos quieren obsecuentes de las políticas de turno, soportando lo que sea sin cuestionar.
- Nos quieren divididos, sin conformar colectivos porque eso puede alentar nuestros reclamos.
- Nos quieren restringidos a lo que esperan de nosotros: cualquier atisbo de independencia hace estallar las peores reacciones.
- Nos quieren menos formados, lejos de argumentos y capacidad de análisis.
Algunos de los que leen y siguen este blog incluso, a sabiendas de que siempre se trataron temas vinculados con el cambio educativo, sólo pudieron ver en las expresiones de reclamo por nuestro salario (propias y de otros colegas) un motivo de desvalorización y ataque a nuestra labor cotidiana. Es extraño ver cómo algunas cosas que se compartieron son desconocidas por el sólo hecho expresar una opinión. La práctica democrática queda enterrada cuando se imponen juicios de valor que desmerecen la profesión docente y la agresión ocupa el centro de la escena. No puede molestar tanto que expresemos lo que pensamos…
El paro docente pasará, las reivindicaciones podrán seguir por carriles que no conocemos y podremos coincidir o disentir en la forma en que creemos que debe continuar el tema salarial. ¿Pero cómo nos posicionaremos en las escuelas después de esta batalla feroz y sin sentido? Lo que es seguro es que el dolor en los docentes va a quedar intacto. Afortunadamente pasan cosas como ésta que nos devuelven las ganas de seguir adelante.
Fuente: Ningún docente nace loco
https://www.facebook.com/NingunDocenteNaceLoco/?hc_ref=PAGES_TIMELINE
[…] en qué cosas ni el cómo hacerlo. Los que estamos en las instituciones tenemos bien claro que lo que más afecta hoy del trabajo docente son las condiciones en que se ejerce. Y cuando hablamos de condiciones, contra todo lo que se intenta fogonear desde los medios y las […]
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